Si el que habita el lector de este reportaje es el Planeta de los Signos, Las Palmas es entonces una lengua que ha de interpretarse sin cesar. Así lo hacen los escritores y artistas que se ocupan de esta ciudad -nunca han sido muchos, la verdad sea dicha- y es a lo que se dedica también, en buena medida, Ohatton, pintor desconocido en el mundo artístico local -al menos para los integrantes del mismo consultados por este reportero-, que muestra estos días sus cuadros en los pasillos de la segunda planta de la Escuela Oficial de Idiomas de las Palmas de Gran Canaria (c/ Fernando Guanarteme, 51). Las Palmas: lugares, unos, representados hasta la saciedad por periódicos, televisiones, imágenes turísticas y redes sociales; ausentes, otros, o con una presencia residual en la iconosfera. Todos observados por Ohatton con una mirada que tiñe de enigma la ciudad y la interpela como una lengua extranjera.

Hay una pintura figurativa que atiende a los datos que le suministra el mundo exterior, y hay otra entregada a los placeres de la imaginación. La de Ohatton es del primer tipo. Hay también una clase de arte que se limita a confirmar estereotipos perceptivos y otro que busca perturbar el ojo del espectador. La pintura de Ohatton, quizá un artista principiante, oscila entre estos dos extremos: algunas de sus obras acreditan nada más que un correcto, y académico, desempeño de su oficio, pero otras, la mayoría, entre ellas el grueso que toma por motivo a Las Palmas, transmiten subyugación ante el misterio de lo visible.

Uno de los cuadros de Ohatton puede ser considerado como piedra de toque de toda la muestra, tanto por su motivo como por su enfoque: se trata de una pintura que representa el escaparate de la óptica Hernández Verdugo, en la calle Mesa de León, un establecimiento situado en el casco histórico de Vegueta que, sin embargo, no responde a la idiosincrasia del barrio histórico, con sus edificios antiguos, tan restaurados en tantas ocasiones que se han quedado sin marcas de tiempo. Con todo, este escaparate es tan distintivo ya de la zona como lo puede ser una casa con siglos de existencia, por su singular remarque curvilíneo. Por lo demás, desde Vermeer son constantes los intercambios entre la óptica y la pintura y es probable que Ohatton no ignore el dato.

El pintor Juanjo Valencia, que ha visitado la exposición, afirma que, a juzgar por sus tipos de pincelada, una suelta y otra "engurruñada", la de este pintor parece la obra de dos pintores. Por lo demás, Valencia encuentra "muy interesantes" los cuadros de Ohatton sobre barcos atracados en el Puerto de La Luz, en tanto que confrontan el motivo de "manera íntima, más atentos al detalle que al gran escenario".

Gopi Sadarangani, historiadora del arte y crítica, que también ha contemplado la muestra, destaca por su parte que Ohatton "no se regodea en la postal", ya sea cuando pinta el risco de San Juan con el rectorado delante, ya cuando representa la Playa de Las Canteras con un tono apagado. En este último cuadro la perspectiva conduce hábilmente la mirada no hacia el mar, sino hacia el Muro Marrero, lo que enlaza con otro de los aspectos que destaca Sadarangani en la pintura de este artista: "los planos insólitos que escoge", entre los que hay igualmente una vista de "la ingeniería descomunal del Puente del Rincón", observada desde el Barranco de Tamaraceite, o del Hotel AC, contemplado desde "un suelo intransitable": una franja de césped en la Avenida Marítima.

La réplica de la Carabela la Niña III, emplazada entre solemne y ridícula en la trasera del Museo Elder; una barca en la arena de la playa de Las Canteras, en La Puntilla, desprovista de estereotipos pintorescos por el rótulo luminoso de la Avenida que aparece tras ella; un buque escuela atracado de noche que resulta insólito, no se sabe muy bien por qué; unos chicos de espaldas que caminan por una de esas calles decadentes que hay tras el escaparate de la playa principal de la ciudad? Ésta es una exposición rara. Hay que ir a verla a la segunda planta de la Escuela Oficial de Idiomas de Las Palmas de Gran Canaria.