Los transeúntes van y vienen por Las Palmas, deambulan por sus calles. Anónimos, para la mayoría de los demás, solo revelan algo de sí mismos mediante su rostro, su ropa y el ritmo de su desplazamiento; pero, habitantes de su cabeza, están en la ciudad y a la vez fuera de ella. Cubiertos por su derecho a la reserva, deambulan pues ocupados en sus asuntos, así hasta que Lía Ateca los interrumpe: "Perdone, estoy realizando un proyecto artístico. Si le digo la palabra soledad ¿qué otra palabra le sugiere?"

Cuando los transeúntes sienten que la artista traspasa su zona de resguardo con una pregunta de semejante tenor, su reacción instintiva es con frecuencia de desconfianza. No pocos sopesan la posibilidad de que sea una pícara o una voluntaria, o comercial, de una ONG dispuesta a poner a prueba los límites de su paciencia. "Si le digo la palabra educación, ¿qué otra palabra le sugiere?".

Ateca, que comenzó en este proyecto que llamó Díme que piensas en enero de 2016, mientras disfrutaba de una beca para un espacio de creación artística en el centro La Regenta, intentaba con él superar una fase de bloqueo y escapar de su propia zona de confort. La interacción con desconocidos de su propia ciudad, quebrantando suavemente las pautas protocolarias que rigen el cruce habitual por la calle con desconocidos, habría de servirle para agitar sus propios pensamientos a base de tamizarlos por los pensamientos de los demás. "Si le digo la palabra política, ¿qué otra palabra le sugiere?".

A su manera, Ateca entiende la cultura como un proceso de traducción. Aunque comparte lenguaje con otros, su obra incide en la doble brecha que hay entre las palabras y las cosas y entre hablante y hablante. Así, después de recopilar en internet seis términos que resumen las preocupaciones de la sociedad contemporánea, le pregunta hace seis meses a Marta por el vocablo estabilidad y Marta le responde que sueño. Con ello, en su proceso de traducción mental, Lía Ateca hace en su bloc de notas un dibujo esquemático: una nariz, una ceja y un párpado bajado, cuyas pestañas están formadas por repeticiones de la letra z, onomatopeya del silbido que emite alguien que duerme.

"Proyecto artístico que, por medio del dibujo, da voz a las calles de Las Palmas", indica en su microblog de la plataforma Tumblr (http://dimequepiensasgc.tumblr.com/) esta creadora que, tras años de residencia fuera, entendió que para pensar el arte debía de volver a pensar su ciudad. De este modo, además de las hendiduras entre las palabras y las cosas y entre las palabras y sus hablantes, operaba en una tercera grieta: la que impide que las palabras y las imágenes sean plenamente intercambiables.

"Si le digo la palabra religión, ¿qué otra palabra le sugiere?". Xerach responde hace un año que energía. Lía Ateca dibuja entonces una espiral con alambre de espino que atrae unos rayos misteriosos. Mayka, por su parte, contesta, hace un año también, que amén y la artista esboza una escalera sobre la que hay una llave suspendida. Cuando le pregunta hace un año por soledad, Axier dice vacío, palabra que tiene su réplica en un dibujo a lápiz de Ateca, digitalizado luego con una tableta gráfica, que representa a un hombre con un agujero negro a la altura del corazón. A Mariana la misma palabra, en el mismo plazo, le convoca en su mente el término bosque, que tiene su reflejo en uno de los pocos dibujos de la artista que tienen color: un conjunto de hojas verdes que remata un grupo de árboles.

Hace seis meses, cuando Ateca le interrogó por la palabra le sugería la palabra sanidad, Liduvina respondió con la palabra vergüenza, que fue debidamente traducida por la artista con un dibujo que representa una cara femenina, con la boca tapada por una mano, que se prolonga en un brazo y que concluye a su vez en su otro extremo en una pequeña casa. Y Nira, cuando Ateca la colocó ante la palabra estabilidad, respondió hace seis meses con la palabra aburrimiento, lo que la artista, en su juego de traducción permanente, convirtió en los trazos esquemáticos de dos flechas curvas, cada una de las cuáles apunta al comienzo de la otra. Pero esto fue, como se ha dicho, hace seis meses. Quizá ahora, si a Nira le volviera a preguntar por la misma palabra, ésta contestaría la misma u otra distinta y Ateca, por su parte, haría un dibujo igual o bien haría otro diferente.