La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Fiestas Fundacionales Hijo Adoptivo

"Las nuevas generaciones de médicos son más prácticas que vocacionales"

"Me crié en las Alcaravaneras y una de las cosas que recuerdo es el olor de las sardinitas y de lo que traían los pescadores", cuenta Gerardo Garcés, catedrático de Traumatología

Tiene una agenda apretada, ha sido difícil concertar esta entrevista.

Demasiadas cosas (ríe) y menos mal que la Unión Deportiva está de vacaciones (ríe).

¿Dónde le dieron la noticia?

Creo que en casa. Me llamó el alcalde para contármelo.

¿Y cómo lo vivió?

El que te nombren Hijo adoptivo de una ciudad en la que no has nacido pero que has vivido toda tu vida es siempre muy agradable, te hace sentir muy orgulloso. Más si el alcalde de tu ciudad te llama.

Cuando uno recibe un título como éste, ¿reflexiona sobre sus méritos o también sobre el esfuerzo que hicieron sus padres?

He tenido la gran fortuna de que por mis trabajos de investigación me hayan dado unos 14 premios nacionales y un par de ellos internacionales, pero todos ellos fueron buscados. Me presentaba para conseguir un reconocimiento; no ha sido así en este caso. Y, sin embargo, me ha hecho muchísima ilusión, más que los premios científicos. En la vida, el aspecto profesional es importante, pero quizás soy especialmente sensible en lo humano. El hecho de que te premien en el sitio en el que vives, y que lo hagan públicamente, es reconocer que eres de ese lugar. Y, eso es motivo de orgullo; son premios que tienen una impronta especial en el corazón. Yo provengo de una familia de siete hermanos. Mi padre era un obrero cualificado y, a base de los esfuerzos de mi padre y de mi madre, todos hemos estudiado. Yo con becas. Esto se debe en gran medida a cómo mis padres nos educaron, cómo nos hicieron valorar las cosas importantes de la vida; desprender la paja del grano. Y, como tu dices, nadie hace solo el camino de la vida.

¿Por qué medicina?

Mi padre, como persona humilde que era y con ganas de que mejorase, me dijo siendo muy pequeño que tenía que ser médico. Soy el mayor de mis hermanos y aquello se me grabó; me inculcaron la responsabilidad y lo vi como una forma de ayudarles. Afortunadamente, no me costaba mucho estudiar, tenía muy buena memoria y comprensión, y nunca, desde que tengo uso de razón, me plantee otra cosa. Es curioso (ríe). Lo de traumatólogo fue por algo similar. Siendo estudiante de segundo de medicina, el que entonces era jefe del servicio de Traumatología del hospital Insular, Francisco Navarrete, me dijo que fuera por allí y viera como era aquello. Y mi primer contacto fue con la Traumatología y, hasta hoy (ríe). Tuve un buen número en el MIR para hacer otra especialidad, pero me planteé ser traumatólogo y he llegado a ser catedrático de Traumatología.

Fue becado para estudiar en Oxford, ¿no le tentó quedarse?

Fui hacer un postdoctorado por dos años con una beca del British Council. Allí conocí a un profesor de Harvard que incluso me invitó a irme para EEUU. En mi casa de Londres tenía un póster de la playa de Las Canteras y discos de Los Gofiones y Los Sabandeños, que oía todos los días. Miraba por las ventanas y veía la nieve, salía muerto de frío y observaba el póster. Llegó un momento que me planteé qué era más importante en la vida, la profesión o los sentimientos. Decidí por el corazón, y me vine.

¿Nunca se arrepintió?

Nunca. Donde me siento a gusto es en esta ciudad. ¡Es más! Volvería a hacer lo mismo si tuviese una segunda oportunidad.

Ha compaginado la docencia con la investigación y la consulta. ¿Es muy difícil decantarse?

Yo me dedico a la docencia en la universidad y a través de convenios veo a pacientes y opero. No tengo una consulta privada al uso. Muchos de mis trabajos de investigación se hacen con estos convenios. También he trabajado en la sanidad pública, en el Insular y en el Pino. De hecho, la decisión más importante que tomé en mi vida fue en el 89, cuando siendo médico adjunto de Traumatología en el Pino salieron las plazas. Me fui del Servicio Canario de Salud porque entonces era incompatible dar clase con trabajar en un hospital. Porque, ante todo, soy docente. Llevo 37 años en la docencia.

¿Y qué tiene la docencia para continuar tantos años en ella?

Vocación. Me gusta enseñar, transmitir conocimientos y, en mi caso, al ser médico, me gusta estar con mis pacientes. Hago las dos cosas, aunque mi vocación son la docencia y la investigación.

¿Cómo ve a las nuevas generaciones de médicos?

Desde el punto de vista teórico están más preparados de lo que salimos nosotros. Medicina tiene la flor y nata de los estudiantes y ese nivel se nota. Lamentablemente, la gran mayoría de ellos son excesivamente prácticos y no tan vocacionales. En mi época no había horas para aprender. Yo hacía 15 horas de guardia y seguía trabajando. Y hoy en día lo primero que te plantea un MIR es si se libra al día siguiente. Fui doctor con 25 años porque entendía que me tenía que esforzar. Mis hijos apenas me conocían, y no me siento orgulloso de ello. Entiendo que las cosas no tienen que ser con la locura que yo las hice, pero hay un punto medio y si quieres triunfar en la vida, hay que esforzarse. Intento convencer a las nuevas generaciones de residentes para publicar trabajos, investigar, y no encuentro respuesta.

¿No hay modo de motivarlos?

Probablemente estemos haciendo algo mal. Hoy somos solo ocho catedráticos de Traumatología en toda España y dentro de tres años se jubilan cuatro. Estamos intentando atraer a la gente joven para que se dedique a la docencia, pero si esto sigue así en menos de diez años no habrá profesores. Yo me he acercado a los hospitales a buscar gente que quiera trabaja e investigar, cuando antes ni te miraba el catedrático.

Que la investigación esté mal pagada no ayuda mucho.

Es cierto, pero ha estado mal pagada toda la vida. Alguien que se va a dedicar a la docencia necesita investigar, si no es imposible. Hoy se selecciona mucho a los docentes, te acredita una comisión de personas que no saben ni quién eres, solo valoran tu curriculum. Obviamente, hay que formarse durante años para ser profesor numerario de la universidad. Pero hay que reconocer que no está valorado desde el punto de vista económico, en cuanto al esfuerzo que representa llegar hasta ahí, si llegas. Por eso es tan importante la vocación, además, al no haber paro médico, hoy en día pueden elegir si seguir trabajando por poco dinero o hacer un par de trabajos. Al final, ¿qué se consigue? Que el incentivo por el que se mueven sea el económico.

La administración pública se tiene que poner las pilas.

Sí, se solucionaría si, en vez de primar años de servicio, primasen los méritos de docencia y de investigación.

Está muy relacionado con la Unión Deportiva.

Desde hace 11 años soy jefe del servicio médico deportivo.

¿Cómo ve al equipo, tanto desde el punto de vista de un aficionado y como de doctor?

A pesar de que hay mucha gente que critica a Miguel Ángel Ramírez, hay que reconocer que consiguió salvar con su junta directiva el proyecto y lograrlo con jugadores de la cantera; no nos olvidemos, y subir a Primera. Y que siete, ocho, jugadores de la cantera jueguen este año en esa división tiene un valor que nadie se lo concede. Estamos mentalizando a los jóvenes de que es posible; no se nace siendo Cristiano Ronaldo. Hay que reconocer también la cobertura médica del hospital Perpetuo Socorro, que ha apostado por darle una cobertura que yo, que conozco muy bien el fútbol español, ni siquiera los grandes la tienen.

¿Y qué tal los futbolistas?

Afortunadamente, tenemos muy pocas lesiones, y las que hay son de poca importancia, salvo algún caso concreto. Nuestros equipos de fisioterapeutas funcionan además requetebién. Entre ellos y el recuperador conseguimos que se recuperen rápido.

Compartir el artículo

stats