De todos es sabido que hubo muchos intentos para que César Manrique dejara su huella en la isla de Gran Canaria y, sin embargo, no hubo posibilidad de que se materializara tal relación del artista con una Isla con la que mantuvo una estrecha relación. Su colaboración se limita a algunas obras singulares: un mural en el Hotel Folías, otro en el Riu Palace Meloneras, una escultura de viento (tras su fallecimiento en 1992, hace 25 años) en la plaza de La Puntilla junto al Paseo de Las Canteras, y poco más.

Sin embargo, Manrique era reconocido y respetado (incluso temido), con una presencia estable en la isla grancanaria, e invitado a participar como uno de los ponentes en la I Asamblea Provincial de Municipios Turísticos, o cuando se planteó su colaboración en la realización del Hotel Oasis por Manuel de la Peña, a lo que se negó por el papel que se le quiso otorgar y que, según el colaborador inseparable del arquitecto, Ulises Medina, el artista conejero rechazó con la frase: "Yo no hago trabajos de jardinería". Asimismo, fueron llamativos los contactos para que asesorara al municipio de San Bartolomé de Tirajana para reconducir el desaguisado que se produjo en los setenta y ochenta en la 'joya de la corona' del turismo en las Islas Canarias, atribuyéndosele la respuesta al alcalde, Francisco Araña del Toro, que él pondría una bomba en lo urbanizado y empezaría de nuevo.

Otro de los intentos, que ha sido recordado recientemente por el digital Miplayadelascanteras, fue el proyecto de parque marítimo en El Confital, una iniciativa que quedó en maqueta y que no pudo realizarse por inejecutable en su momento. Pero, lo que me mueve a escribir estas líneas no es el proyecto en sí, discutible, discutido y no ejecutado por no tener el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria fondos para realizarlo y encontrarse con el posible litigio con los propietarios de los terrenos (con compensaciones de suelo y demanda de devolución e indemnización planteada por sus antiguos dueños, la empresa Confital SA). Mi artículo se refiere a la crueldad con que algunos individuos opinan sobre el proyecto y no recuerdan la realidad en la que se produjo aquella propuesta.

Hemos de recordar que El Confital fue en 1991 el mayor barrio de chabolas del Archipiélago, donde las casetas de temporada que acogían a personajes como el exjugador de fútbol del Betis y el Real Madrid, Rafael Gordillo, a pesar de la insalubridad del lugar, y que año tras año se consolidaba como un espacio marginal donde habitaba todo tipo de personas y se traficaba con todo tipo de productos. En 1990 El Confital fue noticia nacional cuando los niños José y Celia Tacoronte, de dos y tres años de edad, respectivamente, murieron carbonizados al arder la chabola en la que vivían por un incendio que comenzó cuando los pequeños permanecían encerrados en el interior de la infravivienda ya que su madre, Candelaria, había acudido a ayudar a un amigo que tenía dificultades con su automóvil.

Ante ese escenario, la posibilidad de rehabilitar la gran bahía tenía que contar (en aquellos momentos) con un proyecto que supusiera un relanzamiento de la ciudad -a instancias del entonces alcalde Emilio Mayoral Fernández- y que, además, pudiera mantenerse económicamente, por lo que se apostó por el ejemplo de éxito de Lago Martiánez en el Puerto de la Cruz en Tenerife, donde César Manrique convirtió un espacio litoral de casi nulo valor en uno de los atractivos y reclamos turísticos de la isla hasta la fecha.

En aquella época era difícil concebir un espacio que no pudiera mantenerse económicamente, con un ayuntamiento sin recursos económicos. De ahí que se planteara un proyecto avalado por la experiencia y la firma del artista. Muy propio para la época, en el que incluía un campo de golf (ojo, en 1991 sólo había dos en la Isla, uno en Bandama y otro en Maspalomas. Hoy hay uno junto al Juan Negrín y otro en Jinámar, además de otros en el Sur).

Ahora casi nadie recuerda aquella situación y todo son elogios a una recuperación y tratamiento integrado en el paisaje de aquel litoral. Los surferos, bañistas y deportistas están encantados, incluso los nudistas. Todo un éxito. Pero eso no quiere decir que no reúna otras potencialidades como uno de los pulmones o el mayor parque marítimo de la Isla. Al igual que el conjunto de La Isleta, hoy en manos del Ejército y con incertidumbres sobre su titularidad en caso de que el Ministerio de Defensa abandone aquellos terrenos. Pero eso será otra historia.