Jorge Cantero del Río, se nos fue hace unos pocos días sin despedirse de sus amigos. Sus hijos, fieles con el mandato de su padre, no comunicaron su viaje definitivo ni lo arroparon con gesto alguno. Estuvieron en su derecho. Sin embargo, la memoria de un ser humano, aparte de ser patrimonio familiar, también es patrimonio de la comunidad en la que ha vivido. La suma y la acumulación de todos los recuerdos, que estos seres hemos compartido comunitariamente, es lo que conforma la historiografía del lugar, en nuestro caso, de nuestra querida isla de Gran Canaria. Y Jorge Cantero del Río ha sido una importante piedra angular, en ese edificio, que entre todos, hemos estado levantando, aun no terminado, a través de los últimos cinco siglos.

Algunos pocos lo conocíamos como don Reglamento, tal era su obsesión por el orden y las buenas formas. En su balandro, “entre bromas y veras”, lo había dejado plasmado claramente, en una placa estratégicamente colocada, en la que había gravado en dos artículos, las normas de convivencia durante la navegación. En el artículo primero se establecía que la máxima autoridad en la embarcación era su patrón, cuyas órdenes eran irrevocables. Y en el artículo segundo se especificaba, que para todos los casos no previstos en este reglamento, se aplicaría el artículo primero.

Esta forma de ser estaba arropada con un fuerte carácter (el “carácter de los Canteros”, decíamos sus amigos) que hacían más evidentes sus convicciones, que desde muy joven fue reconocido por su entorno. Mi amistad con Jorge se inició hacia finales de los años 50 del pasado siglo, en el viejo edificio del Club Náutico en el muelle de Santa Catalina, por mi parte, integrado en el sistema, como directivo con el Presidente José Luís Benjumea. Jorge, como cabecilla de la oposición activa en aquellos difíciles años para la subsistencia del Club. En un Junta General nos sorprendió a todos, acusando a Benjumea de la irregularidad de haberme nombrado directivo, sin ser ratificado en Junta General, circunstancia que era cierta, pero que nadie se había atrevido a denunciar.

En el año 1975 fue elegido Presidente del Club Náutico Juan Pulido Castro, que hasta hace poco había sido presidente del Cabildo de Gran Canaria. Me consta que, en ese nombramiento tuvo participación decisiva Jorge Cantero. La situación económica del Club era tan grave, que ningún socio se atrevía hacerse cargo de la sociedad. Jorge, consiguió persuadir a Juan Pulido, que gracias a su gran prestigio personal, logró conseguir los créditos necesarios que salvaron la situación.

Jorge sustituyó a Juan Pulido en la Presidencia del club, en los cuatro años siguientes hasta 1980. Dos gestiones suyas fueron también muy importantes para el futuro del Club. La primera fue modificar el sistema electoral de la Junta Directiva, unificándolo en una sola elección, ya que hasta entonces se hacía por mitades, lo que ocasionaba disputas permanentes, entre la fracción que se quedaba, con la que entraba de nuevo. La segunda, redactar el proyecto básico de lo que sería el ansiado muelle deportivo del Club, que ejecutaría otra Junta Directiva 25 años después.

En el período 2008-2014, fue presidente del Comité electoral del Club.

En su trayectoria profesional, podemos distinguir tres etapas. La primera como aspirante a ingresar en la carrera, entonces dificilísimo, de Ingeniero de Caminos en Madrid, su obtención del título de Perito Industrial en Las Palmas, en la que continuó como profesor, a petición de su director de entonces, Juan Pulido Castro. La segunda como jefe de los Talleres de la fábrica de tabacos “Rumbo” y de la “Fosforera Canariense” del grupo salmantino Fierro, en donde se fabricaron, bajo una patente inglesa, maquinaria para la elaboración de cigarrillos, que se destinaban a las numerosas fábricas que tenía los Fierro en toda sudamérica, actividad poco conocida en la historiografía canaria. La tercera, como perito de varias compañías de seguros. En todas estas actividades, fue siempre un ejemplo de competencia y dedicación.

Durante estos tres o cuatro últimos años, todos los jueves del año, unos cuantos nostálgicos (Miguel Díaz, Emilio García, Pepe Valencia, Pipo García Tuñón, Manolo Conde, el que esto suscribe y de vez en cuando algún que otro “colgado” de la misma estirpe) nos hemos venido reuniendo para almorzar juntos y tertuliar a continuación. Echaremos de menos Jorge, tus largas peroratas sobre tus temas vitales y en mi caso particular, tus detalladas explicaciones, que no te cansabas nunca de repetir, de cómo se enciende y se fuma un cigarro puro y, desde luego, no te vamos a regañar porque de hayas ido sin despedirte, cuestión que ninguno de los presentes, podemos garantizar para el futuro.