Cinco años, cinco meses y 14 días. Ese es el tiempo que los seres queridos de Antonio Quesada Díaz y Ana María Artiles García han estado sin conocer su paradero. Una auténtica pesadilla que comenzó cuando se les perdió la pista el 6 de marzo de 2012 en su barrio de residencia, Guanarteme, y que acabó el pasado domingo después de que el cachorro de un cazador encontrase sus cuerpos semienterrados en la ladera del barranco de Las Vacas de Agüimes. El hallazgo ha supuesto "un descanso" para la familia que en todo este lustro nunca ha dejado de luchar para que los septuagenarios no cayesen en el olvido. A la espera de que la investigación esclarezca las principales preguntas sobre el caso que ha conmocionado a la Isla: ¿quién? y ¿por qué?, esto es lo que se sabe sobre la desaparición del matrimonio.

El 3 de marzo de 2012, la pareja disfrutó de una jornada familiar. Era sábado y junto a sus hijos y algún nieto, los ancianos fueron a comer a uno de los restaurantes que hay en el barranco de Guayadeque. Aquel día su prole tomó fotos para preservar en el recuerdo el momento sin saber que sería el último que pasarían de una forma similar. Tan solo tres días después el rumbo de sus vidas dio un giro de 180 grados.

El 6 de aquel mismo mes, la pareja salía de la casa de una de sus hijas, ubicada también en el citado vecindario capitalino, en dirección a Mesa y López. Iban a comprar un sonotone para Ana María, pero antes, decidieron hacer un alto en el camino en la churrería de la calle Castillejos a la que solían acudir con frecuencia cada semana. Allí tomaron un café junto a otro señor que, según declaró la camarera del establecimiento, rondaba la misma edad que Quesada y Artiles que, por aquel entonces tenían, 77 y 74 años, respectivamente. Los tres salieron del local entre las seis y las siete de la tarde, relató la trabajadora. Nunca más se les volvió a ver.

Las horas pasaron y al no tener noticias de sus abuelos, a las seis de la mañana del día 7, una de las nietas acudió a la comisaría para interponer una denuncia por desaparición. Nada se sabía de ellos más allá del relato de la persona que atendió al matrimonio en la cafetería, no obstante, los familiares siempre tuvieron claro que los septuagenarios no se habían marchado por voluntad propia. Antonio, que había recibido dos años antes un transplante de riñón, estaba enfermo de diabetes y necesitaba medicarse con insulina diariamente tres veces. Asimismo, su mujer había sido operada de la cadera y llevaba una prótesis por lo que la preocupación fue en aumento a medida que las aguas del reloj fueron pasando.

Esa misma jornada, se realizó la primera búsqueda en la que inicialmente varios miembros de Protección Civil rastrearon distintos puntos de la Isla, especialmente en la zona Norte donde la pareja tenía otra vivienda en Santa María de Guía, su municipio natal. Los resultados no fueron los esperados. Tampoco habría más suerte durante los días, las semanas, los meses y los años siguientes. No obstante, sus seres queridos no cejaron en su intento por dar con ellos desde el principio. Así, 48 horas después de su desaparición se pusieron manos a la obra en el reparto de carteles con la fotografía de Antonio, que cuando desapareció llevaba una chaqueta azul y de Ana María, que llevaba una prenda de abrigo celeste. Asimismo, estaban incluidos varios números de teléfono de contacto. Comenzaron de este modo los turnos familiares para hacer guardia a la espera de recibir alguna llamada que pudiese aportar esperanza. Al principio hubo muchas, pero ninguna con la información sobre el paradero de los patriarcas.

Una semana después del trágico acontecimiento, el dispositivo de búsqueda seguía activo. Se amplió el radio de rastreo a varias zonas de la ciudad, desde el Cuartel de Manuel Lois, a escombreras cercanas del barrio. Se llegó hasta Tinoca, en Arucas y se revisaron otras partes como la de Tenoya, Los Giles, Costa Ayala, Mondragones, el Palmital y Casa Aguilar. El 12 de marzo, el Grupo de Intervención Operativo de Rescate y Salvamento (Giors) se unió a la causa y revisó toda la costa entre Sardina del Norte (Gáldar) y la playa de Las Canteras y, posteriormente, entre El Rincón y Montaña Alta. Nada.

A finales de mes, después de que un juez decretase secreto de sumario para el caso, cesaron los rastreos. "Ya no sabemos dónde buscar", aseguraba la familia que necesitó apoyo psicológico, especialmente Antonio, el único hijo varón de los cinco que tiene el matrimonio, que tiene una discapacidad y residía con ellos en su casa de la calle Párroco Francisco Rodríguez Rodríguez. En ese momento, empezó otra batalla para él y sus hermanas Loli, Mercedes, Mirian y Mari Carmen: evitar que sus padres cayesen en el olvido.

Guanarteme no les ha desamparado en esa lucha que comenzó el martes después de la desaparición, con una sencilla concentración en la plaza del Pilar que se repitió el mismo día y a la misma hora durante las semanas posteriores. Le siguieron la colocación de carteles en La Barra de la playa capitalina y una manifestación que recorrió el 24 de abril de 2012 las calles del barrio bajo el lema: "Todos buscando a Antonio y Ana María".

Iniciativas a las que enseguida se sumaron los familiares de otros desaparecidos de la Isla, como los de Yeremi Vargas o Sara Morales, o los moteros de Gran Canaria que realizaron el recorrido que debería haber hecho la pareja para comprar el sonotone. El listado fue aumentando cada año cuando, en fechas próximas al aniversario, el acto volvía a repetirse con la misma finalidad: mantener vivo el recuerdo de las más de 30 personas que todavía siguen en paradero desconocido en la Isla. Siempre también la misma demanda: "que exista en el Archipiélago el mismo protocolo estatal de búsqueda que hay en la Península". La última vez que se hizo esta petición fue hace unos días, tras conocerse la noticia del hallazgo de los cuerpos de Quesada y Artiles.

Durante todo este tiempo, la investigación sobre la desaparición siguió su rumbo con escasas novedades hasta hace una semana. Tan solo en noviembre del mismo año en el que se les vio por última vez, la aparición de un cadáver en Las Canteras hizo saltar las alarmas que en esta ocasión resultaron ser falsas. No lo fueron el pasado 20 de agosto cuando Canaria, la cachorra de galgo de cinco meses de Carlos Díaz le alertó de la presencia de unos huesos en el barranco de La Vaca de Agüimes. El cazador avisó a los cuerpos de seguridad sobre el hallazgo, lo que motivó que un agente de la Guardia Civil y otro de la Policía Judicial se personasen en el lugar. El forense se sumó posteriormente al confirmarse que se trataba de los restos óseos de dos personas adultas que, tras ser desenterrados el lunes, fueron trasladados al Instituto de Medicina Legal donde se realizan las pruebas de ADN y se buscan indicios de la causa de la muerte que ya han revelado que existen golpes en los cráneos.

A pesar de que todavía no ha habido confirmación oficial desde el anatómico forense, la policía le dijo a la familia que se trataba de Antonio Quesada y su esposa Ana María Artiles, como así contó su hija Loli el pasado martes durante el minuto de silencio que se convocó en homenaje a la pareja en la plaza del Pilar. Y es que junto a los cuerpos también se encontraron algunas de sus pertenencias como sus documentos de identidad, así como unas gafas, una prótesis dental y otra de cadera, así como prendas de ropa similares a las que llevaba el matrimonio el día que fueron vistos por última vez. También aparecieron sus carteras sin dinero por lo que todavía queda por esclarecer cuál pudo ser el motivo del crimen.