La Provincia - Diario de Las Palmas

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La ciudad de ayer La Cícer en los tiempos sin surferos

En las aguas calientes de La Cícer

Los niños se bañaron durante décadas en las pozas del agua refrigerada de la fábrica eléctrica

Vista aérea de la central eléctrica de La Cícer, a orillas de Las Canteras en 1950. FEDAC

Es domingo por la tarde, una familia numerosa va cargada con la merienda a la orilla del mar. Hay un instante en el que la sombra de un torreón oscurece el suelo, aunque ya de por sí la arena torna su color del rubianco al negro. Las olas se vuelven más bravas y las piedras salpican el camino, ya no hay paseo ni casas alrededor. Aún así, este grupito de intrépidos ha decidido dar una caminata hasta unos charcones, conocidos como "el chupadero". Estas pozas estaban repletas de agua caliente, procedía de la aledaña fábrica de energía eléctrica, de sus sistemas de refrigeración. En sus paredes, luce el acrónimo de la Compañía Insular Colonial de Electricidad y Riegos, Cícer.

"Nosotros de chicos íbamos allí a bañarnos en el agua calentita, familias enteras íbamos de excursión a merendar y pasar la tarde", recuerda Francisco Bello, Pacuco entre los amigos, sus vivencias de niño. Su padre era un reputado ingeniero que llegó de estudiar en Alemania en la década de los años veinte. En aquel entonces, la ciudad se preparaba para inaugurar la fábrica que proporcionaría la electricidad a la capital grancanaria. En 1928 un ingeniero alemán, Gustav Winter, inauguró el edificio en primera línea de playa, en un solar de 16.000 metros cuadrados. En aquel entonces aquello eran las afueras de la ciudad, una zona deshabitada, donde batía la arena y el viento.

Este mastodonte industrial, hoy desaparecido, ocupó hasta la década de los setenta el solar donde hoy se levanta el gimnasio Go Fit de Las Canteras y varios edificios ochenteros. Eso sí, toda la zona lleva su nombre, pues esta parte tan particular de Las Canteras se conoce desde hace años como La Cícer. Su maquinaria estaba compuesta por turbinas de vapor que funcionaban por medio del carbón con una potencia de 9.000 kilowatios. Este material sería sustituido tiempo más tarde, sus máquinas quemarían fuel oil y gasoil.

Los días posteriores a fuertes marejadas y temporales, el mar redescubre aquellas pozas y tuberías en las que la familia de Pacuco disfrutaba de una excursión, como ellos lo llamaban. La fábrica utilizaba el agua del mar para refrigerarse y luego la expulsaba a estos lugares, donde los niños lo pasaban en grande.

Que el padre de Bello fuera ingeniero en la compañía eléctrica permitió al pequeño acercarse hasta las negras arenas de esta parte de Las Canteras, muy distintas del color claro que había en Playa Chica, donde él vivía. "La arena en esta zona es negra por las partículas de hierro que contiene, es más densa que la arena de concha y por eso no se la lleva el mar", explica Bello, recordando cómo su padre les demostraba a él y a sus amigos su teoría, pues atraía la arena con un imán. Desde la cercana desembocadura del barranco de La Ballena llegaba el oscuro elemento que teñía el suelo.

Con el paso de las décadas la fábrica desapareció. En su lugar quedó un solar donde todos los domingueros aprovechaban para encontrar un hueco y bajar a Las Canteras. La llegada de surferos y la renovación del espacio trajo una cara renovada y más actual a la zona.

Pero, el barrio de Guanarteme sigue aún con una cicatriz. Las últimas corporaciones municipales han lanzado sucesivos proyectos para convertir el antiguo solar en un espacio de ocio y deporte. Actualmente, allí se encuentra un gimnasio que gestiona Go Fit. Asimismo, las excavadoras y los obreros se encuentran dando la última pincelada a esta zona de la capital, pues están cambiando el paseo por una pasarela que permitirá ganar metros de arena.

Los días de San Lorenzo

Pacuco nació en 1936, más o menos en los límites municipales de Las Palmas de Gran Canaria y el antiguo término de San Lorenzo. El barrio de medianías era en ese entonces la capital de un extenso territorio que incluía casi todo el barrio de Guanarteme y, por tanto, toda la extensión de La Cícer.

En noviembre de 1939, justo después de la Guerra Civil, el gobierno franquista decide unilateralmente unir ambos municipios. Desde ese entonces, Guanarteme se convirtió en la zona industrial de la capital grancanaria. Multitud de fábricas se agolpaban en sus márgenes. A la factoría eléctrica se le unirían las industrias de la salazón de pescado, las conservas o la mecánica marítima y terrestre.

Junto a la Cícer se encontraba la central de Italcable, a la altura de la actual calle Gravina. En 1883 se inauguró el enlace telegráfico submarino entre Cádiz y el Archipiélago. La señal desde Tenerife llegaba a Gran Canaria por Las Canteras, concretamente a esta fábrica. Sus paredes desaparecieron con el tiempo, cuando su tecnología se quedó obsoleta y la construcción del paseo de la playa avanzaba imparable.

Bello, quien estudió en el desaparecido colegio Viera y Clavijo de Las Canteras, iba de pequeño hasta la desaparecida factoría de Caramelos Grosos, en Fernando Guanarteme. "El padre de un amigo era el dueño de allí y nos llevaba a veces a enseñárnosla y a comer caramelos", relata Pacuco.

En la década de los cincuenta la zona comenzó a progresar. La antes polvorienta y solitaria Fernando Guanarteme se urbanizó. Los empresarios Lloret trasladaron sus fábricas hasta la punta donde hoy se sitúa el Auditorio Alfredo Kraus. Toda la costa de El Rincón hasta pasada la desembocadura del barranco de Tamareceite se llenó de industrias. Mientras, en el solar que ocupa hoy el centro comercial Las Arenas crecían bien frondosas cientos de plataneras.

Aunque a finales de los cincuenta Bello practicó contra las corrientes marinas con un cayuco que le trajo un amigo desde África, aún faltarían unos años para que los locos del surf llegaran a Las Canteras. Fue en los años sesenta cuando se disparó el lema del "Hawai del Atlántico" entre los amantes de las olas de todo el mundo.

El nuevo deporte se popularizó de tal manera, que hoy da vida e identidad a La Cícer. Desde la década de los noventa los caminos de tierra fueron sustituidos por un paseo, las plataneras por Las Arenas y las industrias por campos de fúbtol y bloques de apartamentos. Es más, en la punta del Lloret se erige firme el Auditorio Alfredo Kraus desde 1998, de esta manera ha cambiado por completo la entrada a la capital desde la costa norte.

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