La Provincia - Diario de Las Palmas

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La ciudad en fiestas Schamann

Las telas del árabe de Schamann

Adel Faleh e Hijos lleva con los escaparates repletos de confecciones hace más de 60 años

Félix Faleh en la tienda fundada por su padre como Confecciones Faleh e Hijos.

A principios de los años 50 las calles de Ciudad Alta eran de tierra y los servicios urbanos brillaban por su ausencia. Eran pocas las casas terreras que se repartían por la loma. Ni rastro de los grandes edificios que hoy hacen sombra a la plaza de Don Benito. Emigrantes provenientes en su mayoría de los pueblos del interior de Gran Canaria formaron sus familias en esta zona, en los altos de la capital. Pero no todos eran de Teror, Moya o San Mateo. Algunos llegaban desde muy lejos, en un intento por sortear el convulso mundo a comienzos de la Guerra Fría.

Adel Faleh Mukbel llegó a Las Palmas de Gran Canaria en 1950 desde Palestina. Fue poco después de crearse allí el estado de Israel por parte de la ONU, fruto de las oleadas de judíos europeos de los años cuarenta que huyeron del Holocausto nazi.

Faleh descubrió una ciudad portuaria que vivía en gran parte del comercio internacional. Al principio se dedicó a vender retales con una maleta en los aledaños de Triana, la única zona comercial de la época. Parte de la mercadería la traía desde su Oriente Medio natal, por lo que tenía material de gran calidad. En 1952 decide fundar una pequeña tienda en un barrio que era, en aquel entonces, parte de la periferia de la capital, Schamann.

Confecciones Adel Faleh fue uno de los primeros establecimientos que abrieron sus puertas en el nuevo barrio de Ciudad Alta. Lo hizo en la encrucijada entre Pedro Infinito y la calle Alceste. Al principio se dedicó a vender telas sueltas. "En aquella época la gente se compraba el material en las tiendas y luego en casa se hacían ellos los vestidos", explica Félix Faleh, su hijo y ahora dependiente de la misma tienda. "Eran tiempos muy difíciles, en los que la gente tenía poco poder adquisitivo", continúa.

Poco después, el mundo del textil llevó al padre de Félix a conocer a María Luisa Pérez, su madre. Ella, natural de Valsequillo, acudía a clases de corte y confección con una modista en Las Rehoyas. El destino los juntó y poco después se casaron. Fue en 1954 cuando nació el primero de seis hijos, Félix Faleh Pérez, hoy la gente del barrio lo conocen como "el hijo del árabe", un apodo que lleva con gran orgullo, por recordarle a su padre.

A lo largo de la década de los sesenta comenzaron a llegar los primeros modelos de ropa importada. Tanto de hombre como de mujer, conjuntos de adulto e infantiles. "Poco a poco se fue prosperando, fueron años muy chungos por lo que recuerdo, había una ayuda mutua entre mis padres, el resto de comerciantes y los vecinos", señala Faleh hijo. Hay que tener en cuenta que el suministro eléctrico tardó muchos años en llegar a las calles y viviendas de Schamann. "Nos alumbrábamos con velas y carburos", recuerda.

Años dorados

Félix y sus hermanos ayudaron con gran esfuerzo a sacar adelante el trabajo de sus padres. Con el progreso, la nueva zona comercial de Pedro Infinito empezó a tener un gran protagonismo en la cesta de la compra de los grancanarios. "Con las ocho manos de mi familia, más la de un empleado no dábamos abasto; ahora estoy solo y sobran hasta las mías", apunta, mientras rememora aquellos gloriosos años de los negocios en Ciudad Alta.

En las décadas de los setenta y los ochenta las calles de Schamann, en especial Pedro Infinito y Zaragoza, tuvieron un gran protagonismo en la vida diaria de los capitalinos. Fueron los años dorados del comercio en esta zona. Es en esta época cuando "el árabe", como lo llamaban en el barrio, cambió el nombre de su negocio por el de Adel Faleh e Hijos.

Incluso "desde Las Palmas", como denominaba antes la gente de Ciudad Alta a la ciudad baja, subían clientes a disfrutar de los precios reducidos y las gangas que tenían los negocios de Schamann, Pedro Infinito estaba de moda. "Aquello era una maravilla, las calles eran un hervidero de personas comprando", indica el dependiente del negocio textil.

Días de futuro

La prosperidad que trajo a los comerciantes esta época propició que los hijos del palestino lograran tener sus carreras y sus estudios. Menos Félix, quien prefirió a los 18 años seguir junto a su padre al frente del negocio textil. "Fui el único que quiso continuar aquí en la tienda, mis hermanos prefirieron seguir cada uno su camino", recalca. "Mi padre me lo enseñó todo en el mundo de las ventas, a él le debo todo", explica.

En los noventa la inauguración de La Ballena y la diversificación del comercio en otras zonas de la capital y alrededores propició el declive imparable de las tiendas de Pedro Infinito. Hoy, Félix Faleh, a sus 63 años está solo al frente de la tienda de sus padres. A la espera de poder encontrar un relevo en sus hijos. Aunque, al fin y al cabo, como él mismo afirma, sobran hasta sus manos.

Hoy su modesto negocio, con ropa para todas las edades y de todos los colores, intenta sobrevivir ante los problemas que sufre el barrio. "No hay que dejarnos caer, es necesario potenciar los pequeños comercios de barrio", asegura Faleh hijo. Siente la necesidad de mayor implicación por parte del Ayuntamiento en este sentido.

De momento, el esfuerzo de su padre y su madre, quienes fallecieron hace 10 y 22 años respectivamente, se ha visto recompensado en las Fiestas de los Dolores. En la noche del pasado miércoles, 13 de septiembre, Félix Faleh recibió el homenaje por ser uno de los pioneros del comercio en Schamann.

"Este honor no lo merezco, quien lo merece son mis padres, esos que con tanto esfuerzo y dedicación levantaron un negocio en unos tiempos muy duros", recalca, emocionado, Félix. "Estoy muy agradecido", finaliza.

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