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Aquí la Tierra La ciudad y los nombres

Democracia en la calle

En el barrio de Ladera Alta de la capital hay una vía llamada Manuel Galván Rodríguez (vecino del lugar)

Democracia en la calle

Pese a su estampa anodina, Ladera Alta es, para este reportero, uno de los barrios más embelesantes de Las Palmas. Así, un día va a conocerlo y se trae de vuelta la imagen de una especie de alfombra asfáltica y señalizada, en forma de minúscula y extraña carretera, que no conecta con ninguna otra vía (tardará tiempo en descubrir que se trata de una pista de aeromodelismo). Así, otro día, irrumpe de nuevo en el barrio y al poco se cruza con un tipo que monta a pelo en un hermoso caballo blanco y que se apea ante un estanco para comprarse un polo. Por ende, la calle de Ladera Alta donde está el estanco se llama "Manuel Galván Rodríguez (vecino del lugar)". De la pista de aeromodelismo y del tipo que fue a caballo a comprarse un polo se ha ocupado el reportero en ocasiones precedentes. Le cumple ahora, entonces, hacerlo de la calle "Manuel Galván Rodríguez (vecino del lugar)".

La mayoría de los rótulos de las calles de Las Palmas, a diferencia de lo que sucede en ésta, Manuel Galván Rodríguez (vecino del lugar), no indican la condición por la que el municipio homenajea a alguien en su nomenclátor. De este modo, si quien lee un rótulo callejero ignora quién es y qué méritos adornan al personaje que designa el nombre, lo único que verá en él es un nombre de calle. Le pasa a este reportero, por ejemplo, con calles como Albareda, Perdomo, Cebrián, Venegas o Eduardo. Además, hay en Las Palmas otras calles cuyos rótulos pueden referirse a más de una persona: para el viandante que lo ignore, y que, como este reportero, no esté por la labor de ponerse a hacer pesquisas en los archivos municipales, tal sería el caso de la calle León y Castillo, que puede remitir por igual a Fernando León y Castillo, ministro de Ultramar y de Gobernación en tiempos de Alfonso XIII y María Cristina de Habsburgo, o bien a su hermano Juan León y Castillo, ingeniero constructor del Puerto de La Luz.

Varias personas

Del mismo modo, hay en Las Palmas otras calles que rinden tributo a varias personas en un solo rótulo, sin aclarar ni a cuántas, ni en calidad de qué. Ejemplo elocuente de ello es el de la calle Los Martínez de Escobar, que recuerda, seguramente, a los hermanos así apellidados, a Amaranto, probablemente, poeta, jurisconsulto y primer secretario de El Museo Canario; a Teófilo, quizá también, sacerdote y creador de un colegio en La Habana, y quién sabe si, igualmente, al resto de los hermanos Martínez de Escobar, a Emiliano, a Adela, a Felisa y a Teodomira, que algún mérito acumularían en vida, si quiera el de haber sido vecinos del lugar. Sea como fuere, el munícipe que decidió que debían ser consagrados en la memoria colectiva, consideró simultáneamente que ninguno de los hermanos Martínez de Escobar era especialmente relevante por separado, puesto que, en vez de bautizar varias calles con su nombre propio, decidió que con su apellido en una sola, precedido por el artículo "los", iban más que despachados. De modo que, subrayémoslo, de Manuel Galván Rodríguez sabemos no solo que se llama, o llamaba, así, sino también que es, o fue, vecino del lugar y que, en calidad de tal, el Ayuntamiento le rinde homenaje.

Ahora bien, ¿de qué lugar es, o fue, vecino Manuel Galván Rodríguez? ¿De Las Palmas? ¿De la propia calle Manuel Galván Rodríguez (vecino del lugar)? ¿Del barrio de Ladera Alta, o de una parte del mismo? Esta última pregunta no es baladí, puesto que, en tanto que vecino, Manuel Galván Rodríguez es, o fue, miembro de un vecindario, pero un vecindario no es lo mismo que un barrio, en tanto que aquel implica una proximidad más directa que éste: una comunidad de vecinos de un edificio, o un conjunto de habitantes de plazas y calles cercanas, dentro de un mismo barrio. Por lo demás, la definición de vecino, referida a una persona, contiene, digamos, un rigor elástico: se adquiere la condición de vecino porque se vive en el mismo edificio que otros vecinos -aunque, claro está, en una vivienda diferente de estos-, pero también porque se está empadronado en un barrio, pongamos que Ladera Alta, o un municipio, digamos que Las Palmas. De modo que, a falta de más datos, podría conjeturarse que Manuel Galván Rodríguez puede ser, o haber sido, un vecino del lugar, que ha vivido, o vivió, toda su vida en Escaleritas y que nunca pone, o puso, un pie en Ladera Alta.

Es verdad que los nombres de las calles mantienen una relación compleja con la memoria, y que el mismísimo Borges decía que "es un error dar a las calles nombres de personas, porque eso hace que las personas se conviertan en las calles". Pero no es menos cierto que hay nombres de calles que resultan lacerantes cuando se escarba en la biografía del personaje al que homenajean. Así, estos días, durante un paseo colectivo por la calle Alfredo L. Jones de Las Palmas, el novelista y cineasta Carlos Álvarez recordaba el perfil de "colaborador necesario" de este individuo en un genocidio, el que orquestó en el Congo el rey Leopoldo II de Bélgica. Si no, como le gustaría, retirar su nombre al completo -dado que la medida podría no ser secundada por toda la ciudadanía-, Álvarez propone al menos que el Ayuntamiento segmente los tramos de la calle con nuevas rotulaciones, y que el denominador municipal les otorgue, a éstos, los nombres de Edmund Dene Morel y Roger Casement, principales denunciantes de este crimen contra la humanidad, uno de los mayores de la Historia. Por lo demás, solo podrá decirse que la democracia habrá llegado plenamente a las calles de Las Palmas, el día en que, como Manuel Galván Rodríguez, todos y cada uno de sus habitantes tengan su rótulo correspondiente, en una calle, una farola, un parterre o un semáforo, y que tras su nombre completo, obviamente, esté escrito también entre paréntesis: vecino del lugar.

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