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Luchar contra la droga en la cárcel

Interior otorga una Medalla al Mérito Penitenciario a las integrantes del Proyecto Plataforma, que ayudan a los internos de la prisión del Salto del Negro a superar sus adicciones

Componentes del Proyecto Plataforma junto a la presidenta de la Asociación Calidad de Vida.

Trabajan con reclusos y los ayudan a superar su adicción a las drogas. Es la labor que realizan Mari Carmen Caballero (abogada), Nerea Marrero (trabajadora social), Patricia Bautista (psicopedagoga) y Carmen Batista (psicóloga y coordinadora de equipo), cuatro canarias que trabajan en el Proyecto Plataforma que la Asociación Calidad de Vida puso en marcha en el año 2010, y que recientemente el Ministerio del Interior ha premiado con la Medalla al Mérito Social Penitenciario por la actividad que realizan en la cárcel del Salto del Negro.

La presidenta de la Asociación, Lidia Rodríguez, orgullosa con el premio recibido, explica que el programa empezó a funcionar porque muchos de sus usuarios acababan en prisión y tenían que seguir tratándose. "El Proyecto Plataforma surge porque detectamos esa exigencia. Muchos de los usuarios que acudían a la Asociación, en algún momento terminaban en prisión, porque ser drogodependiente y tener problemas con la Justicia es un binomio que suele darse. La persona que necesita consumir una droga es capaz de delinquir con tal de conseguir dinero para comprar esa sustancia. Así, ocurre normalmente en la población masculina. En la femenina, que es minoritaria, suele ser más frecuente recurrir a la prostitución. No es habitual que una mujer cometa delitos para satisfacer su adicción", indica. En la actualidad, la Asociación cuenta con cuatro Unidades de Atención a la Drogodependencia (UAD). "Cualquier persona puede acceder a nuestro centro. Ahora mismo, nos encontramos en cuatro puntos de la Isla, San José, Tamaraceite, Guanarteme y La Aldea, siendo esta última UAD la única que se encuentra dentro de un centro sanitario", explica.

En cuanto al perfil de los presos que solicitan asistencia, la psicóloga, Carmen Batista, asegura que "suelen ser internos que ya han cumplido anteriores condenas, con una media de edad de que oscila entre los 20 y pasados ya los 50 años, a los que se les asocia con el consumo de benzodiazepinas, hachís, heroína y cocaína", explica. Sin embargo, las integrantes del Proyecto aseguran que es imprescindible trabajar en equipo para que la terapia sea tenga buenos resultados. "En prisión trabajamos de manera conjunta y de una forma individualizada con cada persona. Es fundamental conocer los aspectos psicológicos y sociales del sujeto en cuestión. Cada ser humano es un mundo. Entonces, en base a ese análisis, hacemos un tratamiento personalizado. Una vez el individuo queda puesto en libertad, lo derivamos a una de nuestras UAD y ahí se continúa el trabajo. La persona puede lograr llevar una vida normalizada y tener un seguimiento menor, o todo lo contrario", apunta la trabajadora social, Nerea Marrero.

Por lo que respecta a la asignación de las UAD, la presidenta explica que "la Dirección General estableció unos criterios residenciales y se les deriva a una Unidad u otra en función de la proximidad al lugar donde viven. Sin embargo, existe una flexibilidad, porque si una persona no quiere ser asistida en un centro cercano a su domicilio para que no lo vean sus vecinos, por ejemplo, se le puede asignar otra sin problema alguno", sostiene. Y añade que, "el Proyecto no solo es accesible para nuestros usuarios, también puede darse el caso que desde prisión contacten con nosotros para pedir ayuda. Es cierto que nació por el hecho de tratar con usuarios que previamente habían solicitado nuestros servicios y acababan en la cárcel, porque no podíamos permitir que después de haber invertido recursos públicos y privados en una persona que se había decidido a dejar el mundo de las drogas y prácticamente lo hubiera conseguido, de repente, llegara una sentencia que ordenara su ingreso en prisión por un delito que había cometido hacía cinco años y abandonara la terapia. No obstante, el Proyecto Plataforma va más allá y tiene la vocación de que se pueda beneficiar cualquier interno que voluntariamente quiera", asegura.

En cuanto a los logros conseguidos en lo que respecta al abandono de las drogas por parte de las personas que se benefician del Proyecto, la presidenta manifiesta que "no se puede medir la validez de un programa, por el número de altas terapéuticas que se conceden. Tenemos objetivos previos a la abstinencia total. Precisamente, nos llamamos Calidad de Vida porque entendemos que nuestro principal objetivo es mejorar las condiciones de vida de las personas que tienen problemas con adicciones y darles una segunda oportunidad. Conseguir que una persona abandone totalmente el consumo de drogas no es nuestra meta principal. La adicción es un tema muy complejo. Muchos consiguen dejarlas, pero en otros casos, se convierte en algo crónico y cambian su adicción, llegando a sustituir las drogas duras por otras más blandas", explica.

Asimismo, garantiza que la obtención del reconocimiento es un auténtico logro para Calidad de Vida. "Para nosotras es todo un hito. En poco tiempo, hemos conseguido un premio que otras organizaciones que llevan más años que nosotros trabajando en prisión, no han conseguido. Lo valoramos muy positivamente, no solo porque sea un reconocimiento a Calidad de Vida y al Proyecto Plataforma, sino porque también lo es para este sector, para todas las organizaciones que trabajamos a nivel penitenciario, por lo que queremos hacer extensible el premio hacia todas ellas. No es nada fácil desarrollar proyectos en la cárcel", concluye la presidenta.

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