Una de las salas de la Comandancia de la Guardia Civil de Las Palmas parece una armería en sus mejores tiempo. Sobre una mesa, cientos de armas. Bajo esta misma mesa, otro tanto de piezas. Alrededor, paredes sobre las que se apoyan los cañones de unas escopetas con la cantonera posada sobre el suelo. A un lado, otra mesa, más pequeña, en la que se exponen decenas de pistolas. Y en los pasillos, unos pocos interesados en pujar por alguna de las casi medio millar de unidades que el Instituto Armado pondrá a la venta el próximo lunes en una subasta. Son armas depositadas por a sus legítimos propietarios o sus herederos, que han perdido o carecen de licencia para su uso y que tienen como única vía para su venta esta puja. En cambio, el 90% irá a la chatarra. Son cada vez menos los que participan en esta subasta. Una de las explicaciones: la profunda depresión en la que vive la cacería en las Islas.

Juan Fernando Pérez y Jesús Gutiérrez acuden juntos a la exposición desde Santa María de Guía por curiosidad. Ambos son coleccionistas y miran con esmero una escopeta paralela de caza que puede tener una longevidad superior al siglo. "Esto es una reliquia", destaca el primero. "Los perrillos -gatillos- son lo que le diferencian del resto". Y añade el proceso que realiza para disparar: "Esto monta, aprietas el gatillo y el martillo le da al percutor, pica el fulminante, luego la deflagración de la pólvora y salen los perdigones". La pieza parece una obra de arte, de las que quedan cuatro o cinco si su fabricación es española, pero tiene un problema: "Su estado es muy malo, su valor es muy bajo".

Pérez es un aficionado a estas subastas y explica el motivo por el que cada vez hay menos pujadores. "Aquí [en Canarias], prácticamente el deporte era la caza y la tradicional siempre ha sido la de escopeta para conejo, y después para perdiz y paloma. La [escopeta] paralela es la que se utilizaba. Pero eso ya ha decaído. A final de este mes se termina la temporada y no se ha podido utilizar la escopeta para conejo". Gutiérrez añade que la enfermedad de la mixomatosis ha acabado con parte de los animales. Y, también, que los lugareños de las medianías y cumbres han vuelto a cultivar sus tierras debido a la crisis, por lo que se reduce el espacio para practicar esta actividad. Y con la decadencia de la cacería llega también la de las armas que se utilizan, que tiene como resultado un menor interés y, por ende, de compradores.

La situación se invierte si se habla de tiro deportivo. Rafael Cochambo, de Las Palmas de Gran Canaria, apunta que la afición está aumentando. Pero tiene un pero. "Todavía es un mundo muy cerrado, que hay que darlo a conocer un poco más. Pero si te gusta es bonito". Jesús Gutiérrez es uno de esas personas que abandonó la cacería por cuestiones de salud, "las rodillas ya no me dan para más", y se aficionó a este deporte. La modalidad que practica este último es el tiro al blanco, para el que utiliza una de sus cuatro carabinas.

Gutiérrez, sin embargo, acude a la exposición de las armas, que se celebró a lo largo de la presente semana, por curiosidad, para ver si encuentra alguna ganga que enriquezca su colección. Cochampo, por su parte, tiene un objetivo claro. "Busco una pistola para competir, pero ahora mismo no hay nada de intereses", cuenta. La única que ha llamado algo su atención es una pistola Walther, del calibre 22, que cuenta con un kit que permite instalar otro cañón. Su precio de salida asciende a mil euros. "Cuesta 1.500 ó 1.800 nueva", apunta Cochampo, que recalca el buen estado en que se encuentra el arma.

Esta pieza es una de las más cara de la exposición, aunque se queda lejos de una escopeta Miroku. Sus dueños legítimos lo valoran en 3.000 euros. Y es que son los propietarios, o en su caso los herederos, quienes tasan las armas y quienes después reciben el dinero si estas se adjudican. "El valor lo pone el titular. Se le explica bien que si nadie puja va a reducirse a chatarra. Muchas veces los precios son más sentimentales", explica el agente del equipo de intervención de armas de la Guardia Civil Javier Granados. El cabo de esta unidad, Juan Carlos Rodríguez Souto, añade que tampoco cualquiera puede pujar por alguna de las armas. Lo fundamental es tener la licencia para el uso de las armas. Y para ello el titular del permiso debe pasar primero unas pruebas teóricas y prácticas, junto a una comprobación de sus antecedentes y finalmente un reconocimiento psicofísico. "Una vez con eso, se le expide la licencia o permiso y puede comprarse hasta seis armas de caza en la subasta", comenta Rodríguez Souto.

Con la licencia en la mano y el dinero dentro de un sobre, los interesados pueden acudir el lunes, a las 10.00 horas, a las dependencias de la Comandancia de la Guardia Civil para participar en la puja de unas armas que en algunos casos tienen más de siglo y medio de antigüedad.