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Aquí la Tierra El poder de las imágenes

Tiempo de risa

Una fotografía tomada en 1900 de varios hombres en una casa de madera en la playa de Las Canteras tiene el poder mágico de poner de buen humos

Señores en una casa en Las Canteras, fotografiados por José Alonso García en 1900. FEDAC

Hay días en que uno solo ve nubarrones, jornadas en las que "la vida", como dijera el insigne escritor, parece "un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido". Uno de esos días, en que uno, pongamos que es un reportero, tiene que escribir un reportaje semanal, pongamos que sobre la ciudad en que vive, mientras por la cabeza solo le rondan pensamientos funestos. Afortunadamente, además de días abisales también existen imágenes que tienen el poder taumatúrgico de poner de buen humor. Imágenes leves, simpáticas y con un punto de nostalgia que no llega a ser empalagoso. Imágenes como la fotografía que se reproduce en este reportaje de una casa en la playa de Las Canteras, tomada en 1900 por José Alonso García, y que constituye una de las muchas perlas que custodia el Archivo de fotografía histórica de Canarias de la FEDAC.

En ella se ve una casa de madera rodeada por un muro en la que, con una vis cómica, unos señores saludan desde una ventana, un balcón y el torreón de la vivienda. Quizá a alguien que no haya vivido nunca en Las Palmas y que desconozca el peso de Las Canteras en su imaginario, la fotografía no le ilumine rincones hondos de su ser. Pero es difícil pensar que le pueda ocurrir lo propio a quien tenga vínculos afectivos con esta ciudad: el comportamiento bufo de los caballeros que posan ante la cámara se entrevera con el eco melancólico que porta la casa de madera, rodeada de un muro en la playa que entonces era un lugar casi desértico en las afueras de Las Palmas y hoy es uno de sus núcleos más bulliciosos.

La comicidad de la foto no está solo en las poses y los gestos de los hombres que aparecen en ella sino en su distribución a lo largo de la casa: dos de ellos están sentados en el torreón con los pies apoyados en una valla. Otro, que hace pensar en el pájaro de un reloj de cucu, se asoma por la ventana con las tablones de sus hojas abiertas mientras con un gesto solemne se descubre ante la cámara. Un cuarto, que parece sacado de un western, apoya el culo en el borde del balcón cubierto con un sombrero de ala ancha y está, como los demás, perfectamente trajeado. Aún hay un quinto hombre que permanece en un segundo plano dentro del balcón, como si no le hubiese apetecido formar parte de la comedia. La composición de la foto está perfectamente estudiada. Hace pensar en una escena de un filme de risa de los albores del cine.

Pero la fotografía en sí, como soporte que contiene una emanación de lo real, va asociada siempre a la prefiguración de la muerte. Estos hombres que aparecen ante los ojos de quien los contempla, que saludan a través del tiempo al observador, estos hombres están muertos. La encantadora casita de madera, con su lucernario y sus chimeneas, también desapareció en algún momento. Y esta imagen no es producto de la fabulación de un pintor o un dibujante, sino una huella que atestigua que, efectivamente, en algún momento esta escena tuvo lugar. El tiempo se enrarece ante en ella porque quien mira lo hace en el ahora pero se imbrica con un entonces.

Vale, los pensamientos sombríos se han vuelto a colar por la puerta de atrás: en principio no tocaba hablar de la muerte sino de la simpatía de esta imagen. Pero quizá es, justamente este, mezcla de los asuntos graves y las cuestiones leves de la vida, de la certidumbre de la finitud de la existencia y de lo eterno que puede parecer un momento risible, de la evocación de una playa de Las Canteras casi virginal y la imagen de esta casita de madera que parece una maqueta a escala 1:1, de la constatación del paso inexorable del tiempo y del saludo cómico que envían a la posteridad los individuos de jarana, es lo que hace que la sonrisa irrefrenable, si quiera por un instante, termine por instalarse sobre todo otro estado de ánimo.

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