La Audiencia Provincial de Las Palmas ha reanudado esta mañana en la Ciudad de la Justicia el juicio contra el joven que mató a su vecina en la calle Pérez del Toro de la capital gran canaria. Alberto Montesdeoca Pérez, de 20 años, se negó ayer a responder a las preguntas del fiscal Pedro Gimeno y de la acusación particular, pero los policías nacionales que llevaron la investigación sí han ilustrado hoy al jurado popular sobre los detalles de la confesión prestada en comisaría por Montesdeoca.

El acusado, tras cometer el crimen y ser detenido dos semanas después, no mostró a los agentes arrepentimiento ni lástima por la víctima o su familia, sino que se preocupó de su futuro porque "quería estudiar Derecho en la cárcel" y convertirse en policía para investigar los delitos tecnológicos, dijo ante los incrédulos agentes que le tomaban declaración.

Antes, sobre los detalles del crimen, reconoció a los policías que "no podía dejarla viva porque le iba a reconocer". Eso pensó el joven justo después de propinarle el primer golpe a Saray. La inquilina, que llevaba tres años en un piso alquilado a la familia Montesdeoca, fue agredida nada más abrir la puerta a su vecino, que escondió la herramienta metálica con la que mató a la chica detrás de su espalda.

Luego estuvo a punto de regresar a su casa en la planta de abajo, pero volvió sobre sus propios pasos para "golpear" a Saray "hasta que dejó de moverse", han relatado los agentes del Grupo de Homicidios que llevaron las pesquisas y que interrogaron al joven en la Jefatura Superior de Policía de Canarias.

Montesdecoca confesó los hechos el 10 de noviembre de forma espontánea, tras verse acorralado por la Policía Nacional, pues los agentes encontraron dos contradicciones importantes que echaban por tierra su coartada. Ese mismo día le comunicaron por teléfono que debía ir a declarar y le siguieron hasta el campus universitario, donde estudiaba Ingeniería Informática, con la finalidad de meterle presión y de forzar un error. El crimen seguía sin resolverse y no había parecido el arma homicida.

Alberto mató a Saray dos semanas antes con unas tijeras metálicas tipo cizalla que cogió del taller de su padre en el mismo edificio. Esa tarde, sobre las 16.30 horas, Saray, que estudiaba Relaciones Laborales en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, se estaba preparando un examen y había pedido a su vecino que dejara de hacer ruido a los videojuegos. Esa interrupción desencadenó su reacción.

La defensa pide la absolución por una eximente completa de la responsabilidad penal, con el argumento de que tiene una personalidad esquizoide y de que estaba enganchado a los videojuegos violentos. La Fiscalía de Las Palmas, en cambio, niega la enfermedad mental y reclama 20 años de prisión por asesinato, pena que eleva en cinco años la acusación particular al entender que concurre ensañamiento además de alevosía. El juicio sigue mañana con las testificales de la familia de Saray, entre otras.