Un jurado popular comenzó ayer el juicio contra el joven que mató a su vecina en la calle Pérez del Toro de Las Palmas de Gran Canaria. Alberto Montesdeoca Pérez, de 20 años, estudiante de Ingeniería Informática en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, se enfrenta a una pena máxima de 25 años de cárcel por asesinato con alevosía y ensañamiento. Su abogada, en cambio, reclama la absolución o, en el peor de los casos, una condena de sólo tres años de prisión. La letrada considera que Alberto es víctima de la "violencia extrema" de los videojuegos porque es "adicto" a ese fenómeno y vive en una "realidad paralela", con la "presión" de alcanzar el éxito social que no tiene en la vida real.

"Ahora soy consciente de que tenía un problema con los videojuegos. Sé que no me van a perdonar, pero no era yo. Lo que hice no lo pensé", asegura Montesdeoca sobre los motivos que le llevaron a matar a golpes a Saray.

El acusado, que cometió el crimen unos meses antes de cumplir los 18 años, se ha negado a responder a las preguntas de la Fiscalía y de la acusación particular. Sólo ha contestado al interrogatorio de su letrada, con la finalidad de incidir en la idea de que sufrió una enajenación mental transitoria, molesto porque su vecina le había arruinado la partida al interrumpir su concentración para reprocharle el ruido que hacía con el ordenador.

Motesdeoca, al terminar la partida en línea con otros usuarios de Internet, subió al piso de arriba y golpeó a su vecina más de diez veces con unas tijeras tipo cizalla, tras coger la herramienta metálica del taller de su padre, que está en el bajo del mismo edificio.

Saray, de 27 años, vivía con una compañera desde hace tres años en la parte alta del edificio, que es propiedad de la familia Montesdeoca. Era natural de La Palma y vino a la capital grancanaria a cursar Relaciones Laborales en la Universidad. Ese día estaba preparando un examen y bajó para reprocharle a Alberto el ruido que hacía. Luego, al subir y comprobar que seguía la escandalera, golpeó el suelo. Eso enfureció a Alberto, que subió con la herramienta oculta en la espalda y la agredió nada más abrir la puerta, sin posibilidad de defenderse. Después encubrió su responsabilidad durante dos semanas, hasta que finalmente reconoció los hechos ante la Policía Nacional en un interrogatorio como testigo.

El acusado apenas dio detalles ayer del crimen porque no respondió a las preguntas del fiscal, Pedro Gimeno, que, para contrarrestar ese efecto, pidió al jurado la lectura de su declaración en instrucción ante posibles contradicciones. Los únicos detalles que ha dado Mostesdeoca, a preguntas de su abogada, están orientados a reforzar la supuesta adicción a los videojuegos y la teoría de la enajenación mental transitoria.

Asegura que estaba jugando al GTA: San Andreas, con misiones y objetivos a cumplir, siempre por la fuerza, con todas las armas de la "vida real" a su alcance, explica Montesdeoca sobre los entresijos del juego. La presión, en ese momento, era alta, porque las partidas son en grupo y si falla alguien no puedes lograr la tarea asignada, con denuncias y penalizaciones temporales para no dejarte participar en el siguiente reto. Así se van pasando los desafíos hasta llegar a lo más alto.

"Estaba cerca de llegar a ganar dinero. Mi objetivo era tener reconocimiento para ganar dinero", asegura Montesdeoca. Los videojuegos, añade el procesado, han dejado de ser un "entretenimiento" para convertirse en un "trabajo" o un "deporte" que la gente usa para sacar dinero con la grabación de vídeos o de partidas en streaming.

El joven dio a entender al jurado que subió al piso de Saray como una especie de prolongación de la partida, como un efecto del videojuego, enfadado porque había perdido las posiciones conquistadas con sus amigos virtuales en ese mundo "paralelo". Sus padres, ese día, estaban en el campo.

Montesdeoca alega que "no tiene muchos amigos" en la vida real porque apenas sale de casa a divertirse y la mayor parte de su tiempo libre lo pasa frente al ordenador. Por eso jugaba de doce de la noche a cuatro de la madrugada, siempre a escondidas, para luego ir a clase de primero de Ingeniería Informática por la mañana. Tenía problemas con su madre porque "le presionaba" para que saliera de su cuarto, incluso le apagaba el ordenador o se llevaba el router para que no pudiera conectarse a la Red, según su declaración.

Ese día no parece que tuviera esos problemas con sus progenitores. Afirma que "jamás" había hablado con Saray, pero esa tarde "tocó de forma insistente, hasta que me levanté e interrumpí la partida", agrega el acusado. Luego, tras perder "los logros" cosechados durante la partida, sobre las 16.30 horas, subió al piso de su vecina. Antes cogió "lo primero que vio" de la carpintería de su progenitor. Tras cometer el homicidio escondió la cizalla en un maletín, lo cerró con un candado y se lo dio a un amigo sin que éste supiera lo que había en su interior.