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La rueda del navegante

El caso del 'Point D'orgue'

El yate, de bandera francesa y con un único tripulante a bordo, había partido el palo camino de Francia el 10 de agosto de 2000

Ojo del huracán Alberto. LA PROVINCIA / DLP

Creo que fue el día 10 de agosto del 2000, más o menos, cuando recibí una llamada de un amigo francés radicado en la marina de Mogán, en el sur de Gran Canaria. Michel había contactado con el yate Point D'orgue, de bandera francesa y con su único tripulante, Philipe, que hacia el transporte por cuenta de su propietario, desde el Caribe a Francia, costa atlántica.

El problema era que había partido el palo. Hizo un aparejo de fortuna para tratar de llegar a las Azores pero, bien por las calmas o por los vientos contrarios; y después de varios días dando tumbos a unas 500 millas al oeste de aquellas islas, le quedaban solamente 60 litros de gasoil, muy pocos víveres y agua. Ante esta situación que empezaba a ser limite, se decidió a pedir ayuda formalmente.

Cuando me llamaron para intervenir en el auxilio de este barco, con el cual no tenía contacto directo pues llevaba una radio de Banda Ciudadana que solo transmite en 27MZ, lo primero que pedí fue su posición. La sangre se me heló al comprobar que estaba en la trayectoria del primer huracán de la temporada, el Alberto, que a una velocidad de unos 15 nudos y con vientos máximos de 110 iba derecho hacia el barco sin que su único tripulante, ni sus contactos en tierra, tuvieran la menor idea.

Lo venía observando, vía internet, pues daba la casualidad que también tenía en ruta desde Gijón a Terranova al gran Buby Sansó, quien a bordo del Old Spice se dirigía en practicas preliminares de la Vendeé Globe, regata en solitario alrededor del mundo, hacia aguas canadienses. Después de un meticuloso seguimiento, le dije que siguiera adelante, que no iba a tener problema alguno, y así fue, le pasó a unas doscientas millas por la proa.

Rápidamente me puse en contacto con nuestro corresponsal en Azores, Altino, para explicarle lo peligrosísimo de la situación del Point D´orgue; si el huracán lo alcanzaba no había escapatoria. Inmediatamente Altino le pasó aviso a la marina portuguesa y una patrullera con base en Punta Delgada, salió a toda máquina a su rescate.

Por otro lado, continuaba haciendo otras gestiones por si hubiera algún barco más próximo que le pudiera dar un remolque y sacarlo de la trayectoria del huracán por lo menos.

Siempre he dicho que en la 'Rueda'. y en estos casos, hay que ser constantes y machacones. Los milagros existen ¡Ya lo creo!

Algunos pesqueros españoles que andan por diferentes latitudes nos llaman con cierta frecuencia, bien para saludarnos y decirnos que están a la escucha por si necesitamos algo; bien para pedirnos información meteorológica y saber si pueden continuar su faena; o por si tienen que salir por piernas a mejores latitudes por la proximidad de un huracán o violenta borrasca.

Uno de estos, cuyo nombre no recuerdo, a la llamada de: "¿hay algún pesquero a la escucha?", me contestó inmediatamente. Le conté el caso, que ya conocía por haber estado siguiendo toda la conversación, y me dijo que iba a dar un aviso a todos sus compañeros en la frecuencia habitual en que ellos se contactan, por si había alguno cerca de la situación del citado yate. Y, aquí viene el milagro,: unos de estos pesqueros me confesó que hacia muchos días que no contactaba con sus colegas. Justo ese día le dio por encender la radio para hablar con sus compañeros y comunicarles que iba de regreso hacia Vigo. Este barco, el Ramsés II, avisado de lo que acontecía a las dos horas de navegación y tras un pequeño desvío, lo encontró por la misma proa. Se comunicó a la patrullera portuguesa esta incidencia y regresó a puerto.

Se le pasaron víveres, agua y gasoil y se le dio un remolque hasta dejarlo, después de varios días, en la bocana de Punta Delgada en donde entró ya con el motor.

Posteriormente, me llamaron el dueño y su patrón para agradecer efusivamente a la 'Rueda' la labor realizada con su barco.

Quiero en nombre de todos los navegantes agradecer a los pesqueros que intervinieron en este feliz desenlace, en especial al patrón del Ramsés II, por su generosa, profesional y magnifica actuación. ¡Hermanos siempre y más en el mar!

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