Los padres de la estudiante palmera Saray González asesinada el 27 de octubre de 2015 en la capital grancanaria, Martín y Nieves, han declarado este miércoles en la Audiencia de Las Palmas durante la tercera sesión del juicio que se celebra contra Alberto Montesdeoca Pérez, de 20 años, por un delito de asesinato con alevosía y ensañamiento. "Nos han destrozado la vida, este dolor no lo quita nadie", han testificado los progenitores ante el jurado popular constituido para enjuiciar los hechos.

La sesión ha sido muy intensa en emociones, con la sala de vista repleta de público y medidas especiales se seguridad adoptadas por el magistrado Miguel Ángel Parramón para prevenir incidentes, entre ellas un biombo que impedía el contacto directo entre los familiares de la víctima y el acusado, así como más policías nacionales de lo habitual y el "ruego" expreso del juez para mantener la calma, tanto al procesado como a los testigos.

Además de los progenitores de Saray, ha declarado su hermana, la compañera de piso que se la encontró tras la brutal agresión de Alberto, dos vecinos que trataron de ayudar cuando la joven aún agonizaba, y el amigo del acusado al que éste le dio una mochila con la cizalla usada en el crimen, entre otros testigos. La herramienta metálica, tipo tenazas, estaba envuelta en ropa y la maleta cerrada con un candado, sin que el chico conociera su verdadero contenido, según su declaración.

Todos, pese a la crudeza del momento, respondieron a las preguntas de las acusaciones y de la defensa, con unos padres rotos por el dolor que han necesitado apoyo psicológico diario para sobrellevar la tragedia. "La policía me dijo por teléfono que habían matado a mi hija. Casi no me da algo allí mismo. Desde entonces he sentido dolor, mucha rabia, ira y desesperación todos los días", añade el padre.

Tanto Martín como su esposa sostienen que Saray y su compañera tenían mala relación con el padre de Alberto Montesdeoca por los ruidos, pero no con el joven. "No les dejaban celebrar los cumpleaños, pero la niña se quitaba hasta los zapatos para no hacer ruido por la escalera con los tacones", declararon.

Ambos aseguran que su hija les llamaba todos los días, que tenía 26 años cuando la mataron y que nunca han tenido un problema con ella. Se desvivía por sus dos sobrinas y estaba "contenta" con sus estudios de Relaciones Laborales, carrera que había empezado en 2011 tras dejar empresariales.

Su padre, jubilado desde hace 13 años, con una paga de sólo 1.700 euros paga toda la familia, la ayudaba a estudiar con "mucho esfuerzo económico". Por todo ese daño, conscientes de que su hija "no va a volver" y el dinero tampoco servirá para calmar el desasosiego, reclaman la indemnización a la que tienen derecho.

El juicio sigue mañana con la pericial de los médicos forenses, una prueba clave para determinar si Alberto sufrió o no una enajenación mental transitoria asociada a su adicción a los videojuegos violentos. Eso, al menos, es lo que plantea la defensa, pues el joven mató a su vecina después de que ésta bajara a su casa para pedirle que no hiciera tanto escándalo. Saray se estaba preparando un examen para el día siguiente. El acusado subió luego a su piso y la golpeó con la herramienta metálica nada más abrirle la puerta. Más tarde volvió a rematarla para evitar que lo denunciara.