A la edad de 92 años, en Las Palmas de Gran Canaria, nos abandonó Antonio Bueno Ramos. El "maestro" de las matemáticas. Las circunstancias hicieron que se casara con mi tía Mª Dolores, hermana de mi madre y, por lo tanto, desde que nací hace ya 57 años tuve el privilegio de ser sobrino de D. Antonio, Antoñín como familiar y cariñosamente le llamábamos.

Su faceta docente, ampliamente reconocida por compañeros, alumnos y padres, fue brillante. No he conocido a ningún alumno de D. Antonio que no haya tenido palabras de elogio hacia él, supieran o no que yo era su sobrino.

Los amplios conocimientos que atesoraba de la asignatura y, su cariño hacia la misma, le hicieron ser un profesor que hacía que te engancharas a la asignatura; metódico, apasionado, cariñoso y exigente con sus alumnos, pero con una forma de explicar la asignatura difícilmente superable por otros colegas.

Basta con decir que sus apuntes de matemáticas de Económicas o Ingeniería llegaron hasta EE.UU.

Mucho podríamos estar hoy aquí hablando de D. Antonio, el maestro, el profesor, el profesional de la docencia€ pero seguramente no les contaría prácticamente nada nuevo; prefiero hablar de Antoñín, mi tío.

Si espectacular fue como docente, aunque no se lo crean, todavía más espectacular fue como persona.

Y eso que le tocó lidiar con adolescentes como su hijo Antonio Juan y yo. Verano tras verano me quedaba unos cuántos días en casa de Titi y Antoñín, en la C/ Portugal, al ladito de la playa de Las Canteras.

Recuerdo que no sé muy bien cómo cabíamos allí pues la casa no era muy grande. Pero allí me acogían como uno más. Seguramente mi madre en esos días estaba feliz por librarse unos cuantos días de mí.

Y así pude conocer en profundidad a Antonio Bueno como persona, y no como docente.

Un trabajador incansable, apasionado de su trabajo pero, a la vez, un gran marido, un gran padre, un gran tío-político y, últimamente, un magnífico abuelo; una persona rígida, pero cariñosa y amable; exigente, pero con mucha mano izquierda; riguroso, pero siempre te daba una salida; enseñante también en casa y caballeroso y honrado hasta la médula€

Apasionado de la U. D. Las Palmas -su hermano era Yayo Bueno, defensa, capitán del equipo del primer ascenso a primera división-, entablaba, siempre que podía, largas conversaciones con mi padre hablando de fútbol.

La perfección es prácticamente imposible de alcanzar pero Antoñin estuvo a punto de rozarla en muchísimos aspectos. Mi admiración hacia él tal vez me hace exagerar algunas cosas, pero ¡qué le voy a hacer!, es lo que siento.

Gracias Antoñín por tu generosidad, por tu grandeza, por tu ayuda en todos los aspectos (personal y profesional), por ser una excelente persona.

La suerte es que ahora estarás en el Cielo hablando de fútbol con tu hermano Yayo y con mi padre, o tal vez resolviendo, con algún colega, una de esas integrales, ¡de las difíciles!, y por eso nos tranquiliza un poco tu adiós.