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Aquí la tierra Campo de extrañeza

Pasaje de risco

El arquitecto Fernando Navarro construyó entre 1900 y 1910 un torreón de transformación eléctrica en San Nicolás, que miraba hacia el futuro y que contrasta con las viviendas tradicionales del barrio, que evocan un tiempo anterior

Pasaje de risco

En el paisaje de Las Palmas los riscos históricos evocan un tiempo pretérito, no sincronizado con el resto de la ciudad. Así fue desde el principio -sus habitantes, como sus viviendas, fueron percibidos por las gentes de la ciudad baja como arcaicos -y así ocurre en la actualidad, cuando son promocionados entre propios y foráneos como postales con resabios rurales, descolgados del pulso de la urbe moderna. Por eso, la presencia en el Risco de San Nicolás de este vestigio industrial que es el torreón de transformación eléctrica del pasaje Juanito Pérez Vizcaíno, reviste un doble interés: por sus valores arqueológicos y por su contraste con el entorno, al que, como se ha dicho, una cadena de representaciones suplementarias sitúa en un tiempo anterior.

Erigido en el tramo alto de la escalinata del Lomo de San Lázaro, que conecta con lo que hoy es la avenida Primero de Mayo, el torreón, según consta en la ficha 381 del Catálogo Municipal de Protección, fue construido por el arquitecto Fernando Navarro entre 1900 y 1910. Levantado como parte de la red de suministro eléctrico de la ciudad, encandilada entonces, como todo Occidente, por el mito del Progreso, el torreón genera un campo de extrañeza a su alrededor: recuerdo de la proyección hacia el futuro de un tiempo pasado, disloca este lugar del Risco porque no conjuga con la tradición popular.

En esta época de tecnología satelital -signada también por la amenaza atómica, el mercado desbocado y el horizonte de colapso medioambiental-, el torreón del pasaje Juanito Pérez Vizcaíno, irradia el candor de un logo de los estudios RKO o el de aquellas máquinas de Tesla, que la mayoría de quienes las contemplan en fotos ignoran para qué fueron inventadas, sin por ello ser inmunes a su poder hipnótico. Tienta imaginar, en los albores del siglo XX, a los habitantes de esta parte del Risco asistiendo al levantamiento del torreón con el mismo fervor con el que, pocas décadas antes, el mundo había asistido a la construcción de la Torre Eiffel.

Por lo demás, este torreón no sobresale solo por su contraste con las viviendas populares aledañas, sino también porque su aspecto es de signo opuesto al de los demás torreones de transformación eléctrica de Fernando Navarro, con los que comparte la ficha en el Catálogo Municipal de Protección. Si este del Lomo de San Lázaro no oculta su condición de objeto industrial, los de Tafira, Vegueta y Ciudad Jardín, con sus arcos en mitra y sus remates de almenas, se dan un aire de fortaleza medieval que disimula su función. Y es que, el comienzo del siglo XX, como todo el siglo XIX, estaba fascinado por la Historia, a un punto tal, que vestía muchas de sus construcciones con ropajes arquitectónicos sacados alegremente de estilos pasados, ya fuese el gótico, el mudéjar o el chino antiguo. Así, Fernando Navarro, que había introducido en las fachadas de algunas casas modernistas de Triana elementos compositivos de La Alhambra, construyó los torreones de los barrios nobles de Vegueta, Tafira y Ciudad Jardín, como pastiches adornados con el prestigio de la Historia. Siempre en aras de lo que el arquitecto, como sus principales interlocutores sociales, entendía por buen gusto.

En este humilde risco, en cambio, en este torreón, que es pura ingeniería, sin aditamentos arquitectónicos, Navarro apenas se esforzó en disimular su dimensión funcional. Piénsese que, por entonces, los Riscos no tenían el carácter de emblemas urbanos que han adquirido de unas décadas para acá. Los Riscos eran percibidos simplemente como aglomeraciones caóticas de infraviviendas pintadas de colores vivos que no podían sino producir repulsión entre las clases cultivadas. Aún en los años 30, cuando Oramas realizaba sus cuadros sobre esta parte de la ciudad, que tardarían décadas en convertirse en representaciones canónicas, otro artista, Néstor Martín-Fernández de la Torre, este sí con gran predicamento entre sus coetáneos, propugnaba que se pintaran de blanco las casas de los Riscos como condición necesaria para hacer de Las Palmas un destino atractivo para los turistas europeos.

De modo que, cabe colegir, que, si Fernando Navarro optó por levantar aquí un torreón de transformación eléctrica, no con aspecto de fortificación medieval sino con el del artefacto funcional que era, no lo hizo como apuesta por la mostración de los nuevos materiales y las técnicas constructivas industriales, que desembocarían poco después en la arquitectura de vanguardia, sino porque el Risco de San Nicolás no era digno de miramientos estéticos. Aún así, como es propio de tanta arquitectura e ingeniería de entonces, Navarro tuvo la debilidad de rematar el torreón con una forma ornamental. Dicho esto y para concluir: en la perspectiva de este reportero, este torreón de transformación eléctrica del pasaje de Juanito Pérez Vizcaíno es, con mucho, el más interesante de cuantos construyó Fernando Navarro en Las Palmas entre 1900 y 1910.

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