El espigón del Muelle Deportivo está a rebosar. Personas de todas las edades y diversas nacionalidades tiran de equilibrio y habilidad para llegar a los puntos más alejados de las rocas que se elevan sobre el agua. En una de ellas, de las más próximas a las escaleras, se encuentra Amalia Coppola. Gafas de sol y pañuelo en mano despide efusivamente a uno de los barcos que maniobra para salir del pantalán en el que ha pasado las últimas semanas. " My friends", le aclara Coppola a la señora que tiene al lado mientras da la última sacudida con el fular a la tripulación del Mad Monkey. El barco de sus amigos y compatriotas italianos que no tarda en perderse en el mar de velas que se dirige hacia la línea de salida imaginaria desde donde ayer, a la altura del parque San Telmo, pusieron rumbo al puerto de Rodney Bay, en la isla de Santa Lucía del Caribe, las más de 200 embarcaciones que participan en la Atlantic Rally for Cruisers (ARC).

A media mañana son pocos los navíos que quedan en el muelle. Apenas unas decenas que se reducen a medida a la par que se oye de fondo el ya tan famoso "see you my friend" de Pedro Texaco. La voz de la ARC por antonomasia que, a sus 77 años, no tiene intención de colgar el micrófono "hasta que Dios lo quiera y la Autoridad Portuaria lo permita", explica divertido sin perder de vista el movimiento de los veleros. "Un momento", solicita en voz baja antes de añadir un "Irlanda nos vemos pronto en el Caribe, goodbye my friend" tan efusivo que parece que los irlandeses son los primeros navegantes en salir.

Y es que han pasado muchos años desde que Texaco se convierte en speaker por un día para dar una despedida como se merece a quienes "van a estar semanas solos en la mar", y aún así se sigue emocionado. "La salida de los barcos es algo muy emotivo", reitera en varias ocasiones quien cree que cada año las embarcaciones "son más bonitas y elegantes" y conoce las historias prácticamente de todos aquellos que forman parte de la prueba que cumple su trigésima segunda edición en la capital. "Además, el día nos ha acompañado y solo hay que ver cómo está nuestra bahía", asegura antes de ponerse manos a la obra con los catamaranes de la categoría multicascos que son los últimos en partir.

Tal y como indica Pedro Texaco, la bahía es un auténtico espectáculo y no solo por los veleros. También lo es por el ambiente festivo que consigue contagiar hasta a los que como Ronald Ramírez han ido a disfrutar de la salida de la ARC por primera vez. "Se nota que es un acto que tiene solera", asegura desde la terraza del edificio de la Autoridad Portuaria desde el que disfruta de las vistas y de la música que emana de los altavoces que tiene en cada lateral. "Vamos que el año que viene me embarco yo y me tenéis que decir adiós a mí desde aquí", vaticina divertido quien acudió al Muelle Deportivo por curiosidad, animado por unas amigas.

En la misma azotea Fany Martel saca fotos durante un rato. También es la primera vez que ella ha ido a ver la salida de la regata y no puede estar más privada con la experiencia. "Esto está tremendo", asevera en lo que busca en su móvil la imagen que se ha sacado con uno de los navegantes con el que confiesa entre risas que no le importaría en absoluto partir hacia el Caribe. Martel, que ha ido sola a ver la partida de los participantes en la competición que tendrá punto y final en la isla de Santa Lucía, se ha recorrido las mejores ubicaciones para no perder detalle de la que para ella ha sido una experiencia llena de vida. "Trabajo aquí limpiando y poder ver como viven las familias ha sido muy bonito", cuenta antes de seguir con su tour particular.

La familia Del Rosario Santana también se ha estrenado esta edición, si bien para ello han elegido las rocas que hay nada mas entrar al recinto portuario desde donde el pequeño Néstor observa el panorama. "¡Mira ese qué grande!", avisa a su padre, Pablo del Rosario, antes de entrar en estado de timidez e indicar con los deditos que tiene cuatro años. A pesar de que es la primera vez que ve navegar tan cerca navíos de semejantes dimensiones, él ya acuña experiencia a su corta edad con el mundo del mar. "Yo ya he montado en un barco", aclara mientras se tapa la cara con el peluche de Simba que le ha acompañado a la aventura en la que también está su mamá, Estefanía Santana. Ella es quien precisamente explica que Néstor ya hamontado en barco "para ir a Tenerife".

No muy lejos de ellos, otro niño sigue muy atento los movimientos del navío con la bandera de Inglaterra que le ha cautivado por sus dimensiones. Se llama Carlos Espino Díaz, tiene siete años, y mientras sostiene a su cachorrito Pluto y su hermana de un año, Elena, mueve con brío la banderita de España que lleva en las manos , corre a subirse a las piedras del dique junto a sus familiares para verlo más de cerca. "Le encantan los barcos", cuenta su madre, Miriam Díaz. Ellos mismos tienen uno "pequeñito" de cuatro plazas con el que salen a navegar de vez en cuando. Nada que ver con los enormes vehículos marinos que tienen a apenas unos metros y que en cuestión de minutos estarán en la línea de salida. Ese también es uno de los momentos favoritos de Espino a quien le encanta oír el cañonazo que anuncia el inicio del viaje para los cientos de regatistas.

Esta parte supone el colofón de una jornada para quienes han señalado en el calendario la fecha en el que, una vez más, la ARC iza sus velas en la bahía capitalina. Una estampa que sigue cautivando a vecinos y visitantes de la ciudad que también encuentran en la Avenida Marítima, especialmente a la altura de San Telmo -donde está el punto de partida- el lugar idóneo para despedir a las más de 200 embarcaciones que, con suerte, volverán a navegar por aguas canarias en tan solo unos meses. Y es que la ARC se ha consolidado como el gran evento náutico de Las Palmas de Gran Canaria donde las tripulaciones han podido disfrutar de un amplio programa de actividades durante las semanas que han permanecido en el pantalán. Ahora les quedan por delante 2.700 millas náuticas de travesía transatlántica que se prolongará durante las próximas semanas hasta avistar nuevamente tierra firme.