La Provincia - Diario de Las Palmas

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Memorias (II)

"Con 14 años fui a matricularme a Cádiz a la Universidad, el sitio más barato"

"En Cadiz había dos casinos, el de los señoritos y el de los empleados, de menor categoría", rememora Valeriano García Vilela

Valeriano García Vilela, en su domicilio particular del Paseo de Chil. JUAN CASTRO

Valeriano García Vilela (San Sebastián de La Gomera, 9 de septiembre de 1917), fue presidente del Colegio de Médicos de Las Palmas desde 1970 a 1983, y cirujano de la antigua Clínica de Lugo desde 1955 hasta 1964, cuando pasó a la Clínica del Pino, donde fue su primer jefe de Cirugía y se jubiló en 1993. Ayer relató sus orígenes humildes y hoy sigue con sus estudios.

Como comenzó la carrera muy joven, de adolescente, en la Facultad de Medicina era conocido como el 'niño Vilela'. A él no le importaba porque en las prácticas de disección se atrevía con cualquier cadáver sin provocarse ni desmayarse, como le ocurría a otros compañeros más talluditos.

"En la Facultad de Medicina antigua de Cádiz había una sala que daba al patio, que era la sala de los señores alumnos. Estaba llena de escupitajos, colillas, letreros insultando a los profesores. Esa era la sala de los señores alumnos. Y enfrente estaba la calle Santa Rosalía, que era donde estaban las casas de putas. Unas eran baratas, las que costaban un duro, y luego la de la esquina, la Barquillera, costaba dos duros. Y después el Petit Cursal, que esas costaban cinco duros. Claro, los estudiantes solo podíamos ir a las de a duro, cuando podíamos. Fíjese usted qué vida".

La sala de disección

"La antigua sala de disección era de cuando se fundó la Facultad de Medicina y resulta que había un patio, donde hacían las autopsias judiciales, y al otro lado el hospital militar. Tenía una puerta redonda, como de una iglesia, con clavos y todo, para entrar en la sala de disección . Para llegar ahí había que ir por un pasillo, al que le decían el callejón de los muertos. A los estudiantes nos repartieron en grupos de cuatro y a mí me tocó con tres hijos de médicos, con el del oculista famoso don Buenaventura Carreras, que era catedrático; el hijo del médico del consulado cubano y otro señor que era mayor y le decíamos don Tomás, hijo de un médico de Málaga. Yo era el niño Vilela y al hospital se asomaban los del segundo curso porque allí estaban las mesas de mármol con un cadáver encima de la época antigua".

El niño Vilela

"Entonces dijeron: vamos a ver lo que hace el niño Vilela. Yo tenía un amor propio por dentro tremendo. Yo dije: no, vosotros empezad, que sois hijos de médicos. Empieza el hijo del catedrático Buenaventura Carreras y pom, solo hizo tomar un bisturí ante el cadáver y se cayó al suelo. El segundo también y el tercero también. Y desde las ventanas gritaban los alumnos: ahora le toca al niño Vilela, dile a mamá que te traiga los pañales, que te vas a cagar. Entonces voy yo y no me pasa nada. Era una mujer a la que había que sacarle los huesos porque toda la disección se limitaba a dejar los huesos pelados y lo demás tirarlo. Cuando vi que no me pasaba nada me volví para los que estaban observando desde la ventana y le solté un corte de mangas. Se quedaron jodidos".

Ceballos, cebolletas

"En aquellas disecciones las salas estaban llenas porque Ceballos, el catedrático de Anatomía, estaba loco. Como que aquel año terminó en enero porque afortunadamente se jubiló y nos libramos de él. Estaba completamente loco y era un viejo verde además. Iba al teatro Falla en primera fila para echarle piropos a las chicas y nosotros lo observábamos desde el gallinero. Se llamaba Ceballos pero lo llamaban Cebolletas. La palabra mogollón la empleábamos para el profesor que aprueba fácil. Él decía que era un hueso y se molestaba cuando lo llamábamos mogollón. Cuando llamaba al alumno era terrible. Fui el primer día de clase, me había empollado la articulación sacro lumbar, la columna sacra con la lumbar, las dos vértebras. Entonces dijo: vamos a ver el niño Vilela lo que sabe. Bajé las escaleras y me puse enfrente del viejo con la barba, que estaba en una mesa. Al lado había uno que no tenía ni puñetera idea, don José Aguinaga, que era un médico de pueblo que lo pusieron de auxiliar. Y luego había otro que era maricón y comunista, que se ligaba a los estudiantes. Era una cosa tremenda. Llego yo y me pregunta por la asignatura. Me dijo: vamos a ver lo que tú sabes de anatomía, háblame de la articulación sacro lumbar. Yo me había estudiado a fondo el día anterior esa parte del temario, me la sabía de pies a rabo. Entonces dijo: ah, carajo, parece que el niño sabe. Y me preguntó: ¿a qué articulación se parece la sacro lumbar? Me quedo pensando y le respondo: a las dos sacras anteriores. Y me contestó: ¿se parecen la cuarta con la quinta? ¿y por qué no la tercera con la cuarta? Me armó un follón y me puso un cero, aunque él lo llamaba huevo. Eso suponía el suspenso".

Profesor sin estudiar

"Yo con catorce años fui a matricularme a la universidad. El plan que tenía mi padre para mí era que me fuera a estudiar: estudia lo más que puedas y en septiembre te examinas de dos asignaturas, y así pasas el curso. Pero yo le dije que iba a estudiar más, que no me iban a suspender ninguna y que en verano me lo iba a pasar en la piscina. Era la piscina municipal donde yo jugaba al waterpolo muy bien. Y tenía una fuerza impresionante en los antebrazos. Cumplía los quince años el 9 de septiembre y el período de matriculación empezaba el día 1, cuando aún no los había cumplido. Fui a matricularme con un señor que después estuvo de médico de la piel aquí. Fue profesor pero no había estudiado en su puñetera vida. Era un profesor que había hecho las oposiciones de administrativo para la Facultad en Granada. Como pasaban por él las listas de las clases, al final se ponía él y así hizo la carrera de Farmacia que nunca ejerció. Por allí se descubrió y salió pitando para Cádiz. Y en Cádiz hizo lo mismo con Medicina. Como era un adulón terrible del decano y demás, nadie le dijo nada. Y no solo eso, sino que después fue profesor auxiliar. Son cosas increíbles".

Franco no fusila

"Terminé la carrera en Cádiz. Mi padre hubiera querido estudiar Medicina, pero como ya llegó a cierta edad y murió su primera novia, no lo hizo. El padrino iba a ser Bastarreche, el hermano del almirante, que fue fusilado por Franco. Bueno, no por Franco porque Franco no fusilaba a nadie, sino por el Régimen. A las mujeres de los que fusilaban no les daban pensión, las pelaban al cero rapado y las hacían ir todos los días en Cádiz al cuartel de Falange, que estaba precisamente en la plaza de san Antonio, que era el casino de los señoritos. En Cádiz había dos casinos importantes: el de los señoritos y el de los empleados, de menor categoría. El de los señoritos era para los doctores, los médicos y los generales. Ese casino estaba al lado de la casa donde iba a estudiar yo, donde vivía un amigo que se llamaba Fernando Nieto Ruiz de Castroviejo, que era un magnífico estudiante y una excelente persona. La hija está aquí. Él se hizo con la especialidad de niños y la hija se hizo oculista, ya está jubilada y es abuela. Vive aquí en Las Palmas".

"Como la madre era viuda, se casó con otro hombre y tenía unos celos horribles de su anterior marido. Yo iba a la casa a estudiar, nos reuníamos estudiantes buenos a estudiar juntos. Uno era balear y otro luego se hizo especialista de laboratorio y llevaba el laboratorio del hospital militar de Marina. Había un catedrático de Anatomía buenísimo, pero a mí no me tocó ese sino el otro, el Cebolleta mogollón. Menos mal que me cogió solo medio curso".

Telégrafos en Tenerife

""Cuando decidimos que yo iba a estudiar Medicina, empezamos a buscar el sitio más barato donde hubiera facultad porque no había en todos sitios. Entonces mi padre que trabajaba en Telégrafos en Puerto de La Cruz se comunicaba gratuitamente por morse con sus compañeros y les preguntaba sobre los precios de la casas. Al final el sitio más barato era Cádiz y por eso fui a Cádiz. Si a mi padre lo destinaban a la Península perdía el treinta por ciento de su sueldo. Míster Clarck tenía preparado, cuando yo terminara la carrera de Medicina, que aprendiera inglés y me mandaba con el profesor Morgan, que era el catedrático de Cirugía de Londres, un hombre de un talento extraordinario. Esa fue otra casualidad. Un día, pasados los años, yo ya era médico de la Sociedad Internacional de Cirugía. Soy el único canario que pertenece a esa sociedad. Iba con un catalán que se llamaba Llauradó. Fuimos a ver a Morgan porque se jubilaba. Nos interesaba ver cómo operaba para aprender. Y me dijo: ¿de dónde es usted? Le respondí: yo soy de Canarias. Yo pude ir, pagado por la OTAN, porque cuando me preguntaron de dónde era no dije que de España sino de Canary Islands. Hice hasta un curso internacional en Bruselas. El doctor Morgan empezó a preguntarle al compañero si era catalán. Y cuando se dirigió a mí y dije que era canario me dijo: ¿no será usted el canario que estuve esperando en la guerra del 36? Le respondí: sí, soy yo. Nos quedamos asombrados de la memoria de aquel hombre. Son cosas que parecen increíbles. Y aquel año se jubilaba él".

La guerra truncó la carrera

"La guerra civil española me chafó la carrera. Pensaba terminar la carrera en septiembre, cuando ya tenía cumplidos los quince años. Le dije que quería seguir haciendo waterpolo porque acababan de inaugurar la piscina municipal y yo jugaba muy bien. Mi padre me había entrenado muy bien. A mí no había nadie que me doblara un hueso. Tenía una profesora inglesa en Cádiz, era una divorciada de un inglés y de la familia aristócrata Sotomayor. Mi madre iba de visita y me llevaba a mí para que yo aprendiera modales y yo me aburría. Empezaban a correrme las tripas de los nervios, runrunrun, mi madre me miraba atravesada y la señora decía: eso es natural, no es un ruido feo. Qué cosas. Yo quería aprender bien el inglés y meterme en un barco de la Yeoward porque la jefatura de la Casa Yeoward estaba en el Puerto de la Cruz y la dirigía míster Clarks, que era íntimo de mi padre. Una vez apareció por allí un señor que estaba escribiendo un libro sobre la vuelta al mundo y le dijo a míster Clarks: yo quisiera perfeccionar el español, ¿qué me recomienda? Entonces le dijo que el jefe de Telégrafos era castellano de Castilla. El señor fue a hablar con mi padre y le dijo: ¿cuánto le pago? Le respondió: nada, yo le enseño a usted el castellano y usted me enseña a mí el inglés. Por eso mi padre hablaba perfectamente el inglés".

"La guerra estalló y me cogió en Cádiz viviendo en la calle de Cervantes número nueve piso segundo. Allí vivía con mi padre y mi madre. Resulta que uno que estaba con asignaturas que le faltaban pudo terminar porque le faltaban menos asignaturas que a mí. Los que éramos amigos se convirtieron luego en mis enemigos, y en mi jefe. Eso yo no lo toleré".

Escándalo

"Al cabo de los años organicé aquí en Las Palmas el Congreso Nacional de Cirugía, que nunca se había hecho fuera de Madrid y Barcelona, pero yo tenía mucha influencia en el Consejo General y conseguí que se hiciera aquí. Este me vino a saludar y lo mandé al carajo delante de mi mujer y de su mujer. Le dije: ahora me vienes a saludar, tipejo, no te pego dos trompadas porque soy un caballero. Mi mujer, la pobre, que era una persona educadísima, las pasó negras. Aquello fue un escándalo. Durante la guerra era yo el que hacía todas las operaciones y este se llevaba la fama. En la guerra decían: ustedes beben, se emborrachan y entonces son valientes. Yo no puedo beber ni emborracharme sino mantener la cabeza para operar. Y me hinché a operar durante la guerra, saqué metrallas, hice muchas amputaciones? Fue una etapa tremendamente dura".

Seguros Mapfre

"Pero antes de terminar la guerra, en el mismo año 39, hubo una convocatoria en la facultad para los que nos faltaran menos de tres asignaturas y pude terminar la carrera. Entonces de auxiliar segundo de sanidad en la Armada me pasaron a teniente médico de la Armada. El que me ayudaba a operar era el que tenía más influencia en Mapfre, tenía un cargo importante. Cuando me casé me dijo si quería ir a Canarias en representación de la Mapfre".

"Y efectivamente yo traje la Mapfre a Canarias. En Tenerife puse a un primo mío, al que le habían pegado un tiro en la cabeza y el pobre estaba medio chiflado. Fue un desastre. Luego se cabrearon y encima no me saludaban a mí".

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