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El tiburón 'Pepe'

A principios de los años sesenta un escualo se acercaba periódicamente a la costa de naciente de Las Palmas hasta que la construcción de la Avenida Marítima hizo que no volviera nunca más

El tiburón 'Pepe'

Hay visitantes que recalan una sola vez en una ciudad y otros que, en cambio, regresan en varias ocasiones. Los hay admiradores de sus cambios y se dan también, por el contrario, quienes son refractarios a los mismos. Igualmente existen quienes gustan de cambiar sus itinerarios en cada estancia y quienes, al revés, se ciñen siempre a un patrón de costumbres. De entre los visitantes que han recalado a lo largo del tiempo en Las Palmas, sin duda, el tiburón "Pepe" pertenece a los segundos.

Claudio de la Torre da noticia de este visitante en la guía turística Las Canarias Orientales (Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote), que publicó en 1966 la editorial Destino. El escritor, prolífico autor al que se deben excelentes novelas como Verano de Juan "el Chino", transmite la memoria de las visitas del tiburón "Pepe" tal y como se las contó a su vez un informante, Juan Boissier, "agudo comentarista de los sucesos de su tierra". Así pues, según el relato de Boissier, De la Torre cuenta que "hasta hace pocos años, y durante tres o cuatro, visitaba estas aguas un joven tiburón, al que la gente dio por bautizar con el nombre de 'Pepe".

Quizá entre los lectores de este reportaje figuren algunas de aquellas gentes que dieron en bautizar como "Pepe" a aquel visitante que llegaba a Las Palmas por vía marítima. Sea como fuere, la única fuente a la que tiene acceso este reportero es la de Claudio de la Torre, quien a su vez, como se ha dicho, transmitía la historia que le contó Juan Boissier. De modo que toca continuar con lo que dice el gran escritor sobre aquel escualo que, contra la aversión que provocan sus congéneres, se convirtió en una figura entrañable para los habitantes de Las Palmas durante el tiempo en que se acercó a la ciudad. Dice De la Torre: "Pepe' solía aparecer hacia finales de diciembre, cuando los mares de otras latitudes se enfriaban, frente al muelle viejo de Las Palmas. Entretenía las horas del día con unas veloces carreras entre el muelle y el teatro, y, al llegar la noche, se adentraba en el mar en busca de aguas más profundas para descansar seguramente de tanto ejercicio. Así cada año".

¿Por qué siempre el mismo recorrido entre el muelle de Las Palmas y el teatro? ¿Por alguna querencia especial por estos lugares cargados de ecos históricos? Esto último no resulta verosímil porque "Pepe", recordémoslo, era un tiburón, no una persona, y los tiburones, como todos los seres pertenecientes al grupo zoológico de los peces, no pueden subir a tierra por falta de patas y porque morirían prontamente de asfixia en ella, y, además, porque, como es sabido, los tiburones no tienen especial interés en la historia de los seres humanos. Es posible entonces que lo que atrajese a "Pepe" de esta franja del litoral fuesen los restos de animales sacrificados en el matadero que se vertían por aquí y que harían que el verdadero motivo de su visita fuese el gastronómico. Sea como fuere, el caso es que, como cuenta el autor de Las Canarias Orientales (Gran Canaria, Fuerteventura, Lanzarote), "Al terminar lo que podríamos llamar sus vacaciones, de unos quince días de duración, 'Pepe' se perdía en el horizonte, hasta la próxima visita".

Claudio de la Torre, siempre según el relato que le transmitió Boissier, cuenta que "Pepe" recaló en el borde costero de Las Palmas durante tres o cuatro años. Estos transcurrieron en la década de los sesenta, antes de 1966, en que se publicó su guía, y seguramente de 1965, año en el que la estaría escribiendo. "Pepe", pues, se acercaría a la ciudad entre 1960 y 1964. Entonces Las Palmas estaba en plena fase de desarrollismo y se construía la Ciudad del Mar y la Avenida Marítima según el proyecto del arquitecto Secundino Suazo. "Pepe", como se ha dicho al principio, pertenecía a ese tipo de visitante refractario a los cambios. Tan es así que De la Torre cuenta que "un año volvió y debieron de sorprenderle los trabajos de la Ciudad del Mar, que le reducían en parte su piscina".

Un acuario con tiburones

Difícil saber cuál hubiese sido hoy el parecer de "Pepe" si al acercarse a la costa de naciente de Las Palmas comprobase que lo que se está construyendo ahora en ella es un acuario en el que se exhibirán otros tiburones. Complicado también imaginar si "Pepe" hubiese dicho que las obras de la Avenida Marítima se podían haber hecho de otra manera, entre otras razones porque los tiburones no hablan. El caso es que, como Juan Boissier contó a Claudio de la Torre, cuando "Pepe" llegó aquel año y observó la construcción en marcha de la Ciudad del Mar, "se detuvo un momento ante las obras, como contrariado, y cambiando bruscamente de rumbo, sin nuevas carreras de alborozo, desapareció para siempre de estos parajes". En el parecer de Claudio de la Torre, el de "Pepe" fue un gesto de protesta contra el progreso. "Fue, dice, "el único voto en contra que tuvo la reforma urbana".

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