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Valeriano García Vilela | Memorias (y IV)

"A las dos chivatas de Olarte les dije: a mí no me da órdenes ni mi madre"

"Armando Torrent operaba en la clínica Lugo y el apéndice se lo tiraba a dos perros de Mariquita a la puerta del quirófano", rememora Valeriano García Vilela

"A las dos chivatas de Olarte les dije: a mí no me da órdenes ni mi madre"

Valeriano García Vilela (San Sebastián de La Gomera, 9 de septiembre de 1917) siempre ha sido un hombre de carácter. A sus ien años sigue reflejándolo. Después de sus recuerdos iniciales de familia y su pasado como hijo de telegrafista y estudiante de medicina, hoy concluye este relato de cuatro entregas. No la historia de su vida, que continúa.

"En la estudiantina teníamos dos flautistas: uno, el hijo del médico héroe de Filipinas, don Rogelio Vigil de Quiñones (un médico militar que formó parte de los últimos de Filipinas), que ese es otro episodio mío porque yo lo amortajé. Yo iba a la casa del hijo, que era malísimo tocando, pero luego teníamos otro flauta que era peor todavía. Nosotros les decíamos que no tocaran. Me acuerdo que íbamos tocando por la calle Triana y una señora dijo: hay que ver, parece una sola flauta. Y era verdad, los dos no tocaban, solo lo hacía un tercero".

La flauta de la estudiantina

"En el Gabinete Literario, Vigil quiso tocar la flauta y yo se la rellené de hojas de geranios para que no pudiera tocarla. Soplaba y no podía, no sonaba nada. Nosotros traíamos a uno que llamábamos el Barítono. El barítono tenía unas purgaciones del carajo y desde el primer día decía que tenía anginas y no podía cantar. Nosotros estrenamos el hotel que estaba frente a la plaza de la iglesia, donde estuvo la Caja de Ahorros. Ese hotel era de unos alicantinos y allí no se comía porque cuando llegamos no lo habían inaugurado todavía y solo se dormía. Íbamos a comer a una calle que baja y donde había un restaurante. Se anunciaba la actuación del barítono y teníamos un médico guitarrista que era extraordinario. Él nos salvaba de la quema y era tan buena persona que le decíamos el padre Benito".

La operación

Pasado el tiempo y ya con estudios de medicina, aunque sin poder acabar la carrera por culpa del inicio de la guerra civil, también se las vio y las deseó. "En la guerra, recién tomada Tarragona, al equipo quirúrgico militar se lo llevaron a Barcelona y se quedó sin operar. El gobernador militar tenía un soldado de asistente al que le tenía un cariño enorme, como si fuera hijo de él. Resulta que a un soldado se le escapó un tiro de un fusil y le entró la bala por el culo y le salió por delante. Había que operarlo y quien tenía que hacerlo era oficialmente el cirujano de Tarragona, Guash, más bruto que una puñeta. Yo le pregunté qué iba a hacer y me contestó que una laporotomía. Le dije que yo había visto la herida y que iba de arriba abajo, por lo que la vejiga de la orina no la había tocado, no había entrado en el peritoneo y si se lo abríamos iba a haber infección. Se enfadó conmigo y yo le dije que no le iba a ayudar en esa barbaridad. Entonces tomé café con el gobernador militar de Tarragona. Le dije que yo lo operaba porque si al chico lo trasladaban a Barcelona se moriría por el camino. Yo cogí, hice lo que tenía que hacer y esperé 24 horas a ver si no tenía peritonitis. Las pasé negras pero no ocurrió nada malo. Me glorificaron de una manera terrible, y fue cuando dije que montasen el hospital militar en el sanatorio de La Malvarrosa. Allí fue donde empecé a operar".

Horroroso

"Cuando yo vine a Las Palmas esto estaba en la edad del Paleolítico superior. Era horroroso. En los quirófanos entraban fumando y se suspendían operaciones porque se iba la luz. Estábamos en una clínica porque el Seguro no tenía clínicas. La primera clínica fue la de Lugo, que era una finca en la calle de Lugo, donde había plataneras. Por ahí pasaba un canal de agua que venía de la montaña y llegaba hasta Santa Catalina. Cuando me dieron la plaza puse orden. La que manejaba aquello, una tal Mariquita, tenía dos perros y entraban en la clínica. Los perros se ponían en la puerta del quirófano y Armando Torrent, el mejor cirujano que había aquí, operaba de apendicitis y tiraba el apéndice. Los perros se tiraban y se lo comían. Todo eso lo prohibí y entonces empezaron las enemistades pero a mí todo aquello me importaba tres puñetas".

Doctores y colegio

"Yo fui doce años presidente del Colegio de Médicos. La etapa al frente del Colegio fue muy bonita. En primer lugar obligué a que todos los que no fueran doctores no se pusieran ese nombramiento, y eso me creó muchos enemigos porque aquí solo estaba el doctor Mejías y los médicos que se habían formado en Francia. Porque cuando haces la licenciatura tienes que hacer una tesis doctoral y entonces si la califican bien te dan esa categoría. A mí me costó doce años ser doctor".

El vademécum

El doctor Vilela enseña un vademécum con los presidentes del Colegio de Médicos de Las Palmas. "Estos son todos los presidentes del Colegio de Médicos que ha habido. Aquí está don Rafael González, que sí era doctor. Después está un señor que vivía al lado de mi casa. Cuando la guerra pusieron a este señor, que era del cuerpo de Sanidad: don Delfín Roldán Tapias. Era un hombre tan honrado que lo pasó tan mal que no fue presidente más que una temporada. Cogió una depresión tremenda porque, claro, empezaron a perseguir a los que eran de izquierda y las pasó canutas. Después de él vino éste, don Silvestre Bello. Un hijo de él estaba en Córdoba cuando el bombardeo rojo; estaba en un bar y una bomba lo mató. ¿Pero qué culpa tienen los demás? Este vino aquí, hizo un monumento para el hijo en el cementerio, y a todos los que eran de izquierda los trituró. Después siguió don Juan Bosch Millares, que no era doctor pero tenía dos carreras porque era licenciado también en Ciencias Naturales, además de Medicina. Y éste, Mejías, fue el que compitió conmigo. Era doctor y dueño de la clínica Santa Catalina. Tenía mucho dinero, bueno, él no, la mujer, que era de Valencia. Hizo la casa que está frente al Cabildo, donde hay una consulta que era de este señor".

Canarias y la OTAN

"A mí se me ocurrió presentarme después de que un amigo me animase. Le dije que yo no porque me habían aceptado para hacer un curso internacional de quemaduras en Bruselas por la OTAN. Lo pude hacer porque era canario. Cuando me dijeron de qué nacionalidad era no dije española sino de Canary Islands. Éramos tres españoles los que habíamos: otro de aquí de Las Palmas, que era hijo de un dentista famoso. El dentista era muy bruto y llegó a ser nada menos que rector de una Universidad alemana. Damián Hernández, que me sucedió a mí en el Colegio de Médicos, ya falleció. Fue el número uno de las oposiciones de médico titular. Vino a mi despacho y le dije que con el número uno no podía ser médico de cabecera, que se especializara y que para eso había que pasar un poco de hambre. Entonces se unió con Rodríguez Navarro, que fue el primer radiólogo de verdad que hubo aquí. A este Rodríguez Navarro, que venía magníficamente preparado, yo le decía que comprara un aparato bueno. Porque el primer aparato de Rayos X se lo compré al Hospital Insular, era el que usaban allí desde el año del catapún".

Se casó en Gandía

"Yo me casé en Gandía y tuve dos hijas. Una la conocerá usted: una concejala que tenía el pelo rojo (María Isabel García Bolta), una persona con gran cultura. Tiene el doctorado y libros escritos, es una admiradora de Benito Pérez Galdós. Mis dos hijas se casaron al mismo tiempo. Hay una foto en la que están conmigo las dos vestidas de novia. La pequeña, María Consuelo, se parece más a la madre. Cuando llegó la hora de casarse, a mis hijas les puse como condición que tuvieran asegurado el porvenir por si acaso el marido se les moría o les daba por marcharse. La mayor siguió la carrera e hizo el doctorado y la cátedra. Y la otra hizo oposiciones al Cabildo y sacó el número uno. Ahora está jubilada".

Consejero cabildicio

"Yo fui consejero del Cabildo de Gran Canaria cuando Carmelo Artiles lo presidia. Olarte fue el que organizó la cosa y vino a buscarme porque yo era presidente del Colegio de Médicos; estaba en el CDS. Es el único partido al que he pertenecido. Él tenía dos chivatas que un día fueron a decirme algo y yo les contesté: dígale al señor Olarte que a mí no me da órdenes ni mi madre; dígale de mi parte que se vaya a hacer puñetas. Y me marché. Me dijeron que tenía que dimitir y yo les contesté que no porque a mí me eligieron como persona y no como partido. Y por eso les dije: sigo hasta el final, hasta donde me de la gana. Carmelo Artiles era una buena persona pero tenía al lado a un mal bicho. Carmelo era de Arguineguín y muy educado".

El eterno parado

"Yo coloqué a Román Rodríguez. En el Colegio de Médicos le llamábamos el eterno parado porque siempre estaba en el colectivo Médicos en Paro. No dio golpe nunca. Él nunca ha trabajado como médico, siempre ha estado como político. Lo introduje. Hubo unas oposiciones a las que se presentaron varios médicos y él las ganó. Él tenía 500 pesetas mensuales de sueldo. Si yo me marchaba, él y otro más que estaba medio ciego, que fueron los dos que salieron, lo iban a pasar mal. Cuando me marché yo, quisieron echar a Román. Yo dije que no, que yo seguía para que él pudiera cobrar porque no tenía otra cosa. Y aguanté, lo cual me ha agradecido de una manera tremenda".

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