Cuando Noelia Torres Suárez era niña, tomaba clases de danza allá donde quiera que viajaba con su familia. "A mis padres les gustaba mucho ir de viaje", cuenta divertida. A ella, simplemente, le apasionaba bailar. Fue así como distintos estilos en diferentes países fueron forjando a toda una profesional cuyo "corazón" terminó decantándose por el jazz lírico y el contemporáneo por una sencilla razón: no concibe el arte de bailar sin emociones, ni las emociones fuera de un escenario. "Son como dos hermanas que terminan encontrándose", explica. Bastan apenas unos segundos de música para poder comprobarlo. Torres es una persona carismática, de esas que te atrapan con positivismo y sencillez y están cargadas de valores que pasan por la constancia, el esfuerzo y el saber tener los pies en el suelo aún cuando haya que elevarlos a diario en infinitas piruetas. Unos principios que ha transmitido y transmite a los más de 2.000 alumnos que han pasado por sus clases en el Estudio de Danza NT que este año celebra su vigésimo aniversario.

La andadura de la coreógrafa comenzó con apenas tres años, de la mano de su padre, quien siempre la acompañó en cada paso de su carrera. Era él quien la llevaba a tomar sus primeras lecciones de ballet clásico con Lorenzo Godoy en Agaete, el pueblo norteño donde pasó largas temporadas de su infancia y que todavía le sigue arrancando una sonrisa al recordar aquellos tiempos. Luego vinieron las experiencias veraniegas en distintos países a las que pronto se le sumó "la cita" anual que cada Navidad tenía con Gelu Barbu. "En los días en los que la gente descansaba yo tenía horas y horas de clases en su escuela".

Jazz lírico

Fue a partir de ahí, de su paso por la academia del bailarín rumano que falleció el pasado año, donde Torres Suárez empezó a "bifurcarse" hacia el jazz. De aquellos inicios resuenan en su boca nombres como Leticia Soria o Wica, de quien conoció la vertiente americana de un estilo que le marcó. Si bien sería su versión más lírica la que, junto con el contemporáneo, terminó por cautivarla después de pisar la Escuela Pineapple de Londres donde se marchó a estudiar sin haber cumplido la mayoría de edad y a donde sigue acudiendo cada año para formarse. "Hay que estar siempre renovándose", asegura. Y más si se tiene la firme intención de trasladar lo aprendido "a los chiquillos de la Isla".

En esa andadura se metió después de que falleciera su padre. "A raíz de su muerte canalicé la pérdida creando mi propio mundo y me encantaba la idea de enseñar lo que yo había aprendido a quienes igual no tenían o no habían tenido la posibilidad de salir a formarse como pude hacer yo". Y es que por bandera también tiene el compartir aquello bueno que le da la vida, así que se cortó el pelo e inició una etapa que acaba de cumplir 20 años y que sigue en constante evolución.

El primer centro de Estudios de Danza NT abrió sus puertas en la calle Doctor Llorente Matos por donde pasaron profesionales como Cristian González, Gsus Villau, Fernando Lázaro o Jason Beatle, entre otros muchos que han contribuido a enriquecer la formación del alumnado. "Un lugar chiquitito donde se hicieron grandes cosas", entre ellas, comenzar a fraguarse su "familia de gladiadores de la danza". Así es como llama cariñosamente a sus alumnos a quienes no solo enseña pasos de bailes latinos, urbano, clásico o prepara musicales; sino que también les transmite un estilo de vida. "Quiero que la danza sea como un punto de partida para otros valores". Se refiere al hincapié que hace en temas como la constancia y el esfuerzo, sobre todo en sus estudios. "En esta vida siempre hay que tener un plan B". Prueba de ello son los ejemplos de algunos de sus pupilos quienes como Miguel Cabrera o Silvia Pírez compaginan sus carreras con la danza en compañías de Sevilla.

Del primero conserva un bonito recuerdo en la nueva academia a la que se trasladaron hace ya tres años en la calle Carlos M. Blandy. En una de las paredes cuelgan, enmarcadas, las zapatillas con las que el bailarín pasó la audición que le hizo estar donde está. No son las únicas que decoran la sala con la que han ganado en espacio para seguir compartiendo y creando experiencias. En un rincón hay dos pares de tenis diminutos atados por los cordones a una especie de verja interna. La propietaria es alguien que le cae "bastante bien" a Noelia Torres. Se trata de su hija de cuatro años, Adriana, "un ser muy especial que luchó mucho por venir al mundo y que tiene mucho que decir". Lo cuenta con una mezcla de orgullo y admiración por quien para ella ha sido, es y será siempre un gran "regalo".

Adriana, que lleva en el ADN el arte, también baila, aunque "sin encasillarla". Como madre quiere que la pequeña desarrolle al máximo todos sus talentos, tal y como promueve entre su alumnado a través de coaching y de proyectos que van directos al corazón. Es el caso de la Gala Codo a Codo que desde hace años celebran en diciembre en el Teatro Juan Ramón Jiménez de Telde a favor de la Asociación Ya Era Hora que trabaja con niños enfermos de cáncer. Roberto Herrera es el maestro de ceremonias del evento que justo tendrá lugar este domingo en el citado enclave y que para su promotora no es un favor que se hace a la ONG, sino un deber que tienen desde la escuela "de compartir lo bueno".

Otra de las marcas de la casa es el Dance Forever Feat McCafé. Un curso de formación abierto a bailarines de todas las Islas que culmina con una beca para recibir clases en Madrid a principios de cada año. Mientras que el colofón de cada curso es la muestra de danza que realiza el alumnado y que es una forma de ver la evolución de los chicos y chicas. "Los hay que empezaron conmigo a los dos años y que ahora tienen 20", cuenta ilusionada quien además tiene segundas generaciones de aprendices, hijos de antiguos alumnos.

Asimismo, entre esos "gladiadores de la danza" existe un grupo de adultos "que está siempre comenzando". Son Las Black Ladies y gracias a Miriam Almeida reciben lecciones de Torres en el Club La Cornisa. La coreógrafa y directora tiene además otro centro en Santa Brígida donde Cristina Mosca se encarga de enseñar biodanza y de trabajar el bienestar en los círculos de mujeres.

Una familia amplia, que desde los 3 a los 50 años ha creado lazos más allá del tiempo y la pasión por el baile, a la que Noelia Torres aspira seguir viendo crecer. Un "gran proyecto" al que se sumará en 2018 el inicio de sus estudios de Psicología y que también pasa por "mantener la cabeza sobre los pies". Porque 20 años "no son nada y lo son todo" para quien sigue disfrutando de cada reto.