"No faltará en el cielo un chiste y una sonrisa". Este es uno de los muchos mensajes que ha recibido hoy Santi Cerrato Cáceres, párroco del Corazón de María, después de que se diese a conocer la noticia de que el padre Antonio Morcillo Martínez había fallecido, a los 87 años, en Granada. Y es que si hay algo por lo que se recordará al claretiano que estuvo más de 20 años en Las Palmas de Gran Canaria, será por su gran sentido del humor. Generoso de corazón y alegre de espíritu, la próxima semana será homenajeado con una misa funeral en el templo donde todavía resuenan sus "homilías estilo minifalda: cortitas y que enseñen mucho".

Morcillo Martínez nació el 5 de septiembre de 1930 en el pueblo murciano de Moratalla donde tiempo después se convirtió en el mayor de dos hermanos. A los 16 años comenzó a estudiar Magisterio en su región natal antes de alcanzar a los 23 el cargo de alférez de infantería en Ronda y ser destinado posteriormente al grupo de los Regulares en Ceuta, según recordó Pedro Fuertes, con quien compartió congregación y comunidad durante décadas en la capital grancanaria, en Una gran aventura, el artículo que le dedicó tras su marcha a Sevilla en septiembre de 2013. Esta sería la última vez que el cura de la sonrisa pisaría Canarias, donde fue destinado hasta en tres ocasiones, si bien sus inicios vocacionales y pastorales estuvieron alejados del Archipiélago.

Cuenta Fuertes en su texto que Dios "se cruza en su camino" en su propia tierra, en Caravaca de la Cruz, "tras muchos años de búsqueda". Fue este el lugar en el que entró en contacto con los claretianos y decidió "abrirse a la misión". De este modo, en 1955, entró como postulante de la congregación en Extremadura, donde se formó como religioso entre Jerez de Los Caballeros y Zafra. Al finalizar, se marchó un año a Sevilla donde explica Cerrato Cáceres que hizo prácticas de pastoral antes de especializarse, precisamente, en esta materia en Madrid. Durante su etapa de estudiante también realizó sus primeros votos, en 1956. La profesión perpetua le llegó en 1960, el mismo día del Carmen en el que se fundó la orden que por aquel entonces tenía un gran teologado en Salamanca en el que ingresó ese mismo año.

En la ciudad castellanoleonesa estuvo hasta 1964, cuando puso el broche final a una etapa tras ordenase primero, como diácono en marzo y, posteriormente, como sacerdote en julio. Poco después, llegaría a Las Palmas de Gran Canaria donde ejerció de 1965 a 1966 como profesor y director espiritual. Volvería décadas después para quedarse por más tiempo, no obstante, tras su primera partida comenzó un tour de destinos que le llevaron de nuevo a pisar Extremadura, pasando también por Andalucía, hasta recalar en Argentina.

Latinoamérica le haría entrar de lleno en el carisma misionero claretiano a 3.500 metros de altura. Humahuaca es uno de los tantos proyectos en los que trabaja la congregación y ahí, el padre Morcillo, como le conocen cariñosamente, desarrolló una importante labor durante casi dos décadas, desde 1978 hasta 1994. Una experiencia que le acompañó en su vuelta a la capital grancanaria, apenas dos años después. Su regreso supuso una auténtica revolución, no tanto por manera de hacer, sino por su forma de ser. Pedro Fuertes cita a Rubén Darío en su escrito para referirse al difunto sacerdote: "Generalemente, los hombres risueños son santos de corazón". Y si algo desbordaba en Antonio Morcillo, era la alegría.

A pesar de su edad, "era una persona con una gran frescura evangélica y con mucho humor", asevera el actual párroco claretiano del Corazón de María, quien no puede contener la carcajada al recordar algunas de las ocurrencias que tenía el octogenario cura que no pasaron desapercibidas ni para el viñetista de LA PROVINCIA/ DLP, Padylla, que le dedicó en 2013 una de sus creaciones. Eso sí, "lo que más le gustaba en el mundo era comer y todo lo que conlleva la comida, la fraternidad en torno a la mesa, pero como por salud no podía comer mucho, siempre estaba haciendo chistes sobre eso". No solo sobre la alimentación había bromas.

Sus "homilías minifalda "también estaban cargadas de palabras divertidas que a día de hoy siguen provocando el mismo efecto en muchos de las que las recuerdan. Y es que las personas bondadosas son difíciles de olvidar y Morcillo lo era. Prueba de ello son las condolencias que ha recibido la comunidad tras su pérdida, la pasada jornada, por una insuficiencia cardíaca. El corazón llevaba años dándole problemas de salud y terminó parándolsele cargado aún del amor y la alegría que hasta el último día transmitió a los que le rodeaban. Ya lo decía Fuertes en su despedida: "Su vocación es hacer felices a los demás y es un gozo estar a su lado porque el pasado lo hace cercano y el futuro lo llena de esperanza". Que así sea.