La Provincia - Diario de Las Palmas

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La rueda del navegante

La piratería en el Caribe

Desde Colombia hasta las Islas, este era un problema que traía de cabeza hace algunas décadas a los navegantes y a los países implicados

Veleros atracados en Cartagena de Indias. Turismo de Cartagena de Indias

Por las décadas de los setenta y principio de los ochenta, este era un muy serio problema que traía de cabeza a los navegantes y a los países implicados, fundamentalmente, Colombia, Venezuela, Perú y algunas islas del Caribe.

Casi todos los yates se veían obligados a llevar armas como prevención ante un posible asalto. Estos no eran frecuentes, pero tampoco aislados, por ello se imponía el ir armado. Personalmente llevaba una escopeta de caza de dos caños; jamás la he usado ni para dispararle a una mosca, pero en mi primer viaje en solitario y al arribar por aguas próximas a Venezuela, ante las agresiones a compañeros que navegaron por aquellas costas, tenía la costumbre de cargarla hasta llegar a puerto, en que la depositaba ante la autoridad local junto con mi licencia y previo recibo.

Tengo muy claro que ante una eventualidad de tal calibre, primero son mi mujer y mi hijos, es decir, mi vida, que es la de ellos, y por tanto no me iba a temblar el pulso lo más mínimo al meterle dos tiros al pirata de turno. Esto lo tengo fríamente asumido, luego vendrán todas las explicaciones que se quieran, no eludo mis responsabilidades, pero tampoco estoy dispuesto a asumir las del contraventor y más aún teniendo en cuenta que ellos primero disparan y cuando han acabado con todo ser viviente pasan al robo; es decir, no intimidan antes y se van después con lo robado, no, matan y luego roban; no quieren testigos. Para esa gente, la vida humana tiene menos valor que una pulga.

Pasemos pues a narrar las peripecias de un científico español. Omitiré su verdadero nombre, así como el de su barco y otras cosas, que por circunstancias que se verán más adelante, me veo obligado a ello. Lo que haré fundamentalmente es transcribir su carta que obra en mi poder desde 1.981, con algún comentario intercalado por mi parte.

Conocí a Agustín por la radio en su periplo por las Antillas y Caribe. Era una delicia hablar con él por lo instruido y ameno en sus relatos de los lugares que iba visitando; parecía que estaba viviendo lo que él veía por lo exhaustivamente descriptivo en sus narraciones. Luego de pasar el canal de Panamá le perdí la pista, hasta que hace unos cuatro años volví a saber de él por otros navegantes que lo habían localizado en Nueva Zelanda, en donde está establecido desde entonces con su mujer y dos o tres hijos. Allí encontró el paraíso que buscaba con tanta ansiedad y allí sigue, pero sin desconectarse con España en donde tiene sus intereses y a donde viene con relativa frecuencia.

Quise, en uno de sus viajes a estas islas, traerlo al Club de Prensa Canaria a dar una charla, pero su natural modestia me lo impidió; le tiene miedo a todo lo que exceda de una tertulia de más de seis amigos u oyentes.

Hago también la advertencia, de que gracias a la drástica intervención de los EE UU y también de los propios países involucrados, que veían ante tamaña inseguridad, como se les iba o no llegaba el maná turístico, se acabó o casi, este terrible problema que ustedes evaluaran.

"Querido Rafael: Hoy es día 24 y acabo de hablar contigo. Lamento no haberte escrito con más cuidado porque va todo embarullado y después de lo que me dijiste hoy, de que hablabas de mí con tus amigos, me daría vergüenza que algo se leyese por lo mal redactado y deslavazado que está todo. Cuando vaya por ahí, tendré gran satisfacción en conocerlos y charlar, pero por favor no me hagas nada oficial o protocolario. Yo no sirvo para discursos o conferencias, a todo lo más que llego es a una charla de café alrededor de una mesa con un máximo de seis u ocho personas. Todo lo que suene a conferencia o ponencia me hace escapar; yo no sé si por timidez o porque mi manera de ser es la de la sencillez y siempre me abruma un público o algo distinto a un grupo de amigos. Te digo esto, porque en mi vida he hecho algunas cosas, he escrito y no he publicado ni dado conferencias a pesar de que tenía sobrado tema para ello, todas las situaciones públicas me abruman.

Quizás por esta forma de ser es por lo que he escogido esta vida que en cierto modo es un pasar, no un huir, pero de la cual solo me puede hacer escribir o manifestar mis experiencias, el hecho que concordábamos el otro día, el de poder ser útil a los nuevos navegantes.

?Para confirmar lo anterior, te diré, que después de haber estado unos catorce años en diversos países del mundo trabajando en laboratorios de investigación sobre cultivos en hábitat artificial de moluscos y crustáceos, lo único que he escrito, está muy reservadamente entregado al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Patronato Juan de la Cierva, que durante años financió mis estudios y experimentos. Siendo unos de los mayores expertos de Europa en este tema, jamás he dado una conferencia ante el público ni publicado libro o similar, salvo artículos en revistas científicas españolas y extranjeras de esta especialidad.

?Yo soy un apartado aunque no un huido; un apartado escéptico en cierto modo por lo que la vida moderna entraña como alejamiento de la naturaleza y de lo que yo considero como la verdad. De esa misma verdad y de esta misma sencillez de vida es de lo único que quisiera haceros participar?

Gracias por tu comprensión y un fuerte abrazo. Agustín".

Esta carta fue el epilogo de la que sigue y que tratará del tema del encabezamiento, que en cierto modo fue la causa del retraimiento de muchos navegantes españoles y extranjeros por aquellas tierras. Suprimiré lo que crea intranscendente o personal.

"Marzo 15-1981"

A bordo del VIEJO. Bahía de Chiriquí- PANAMA

"Querido Rafael:

Pongo un poco de petróleo en la lámpara Tilley, saco la vieja Underwood de su tambucho, pongo un cassete (Bach) y le pido a Fina unas tapas de aceitunas y paté: cuando todo está listo, la noche invita a charlar con los amigos, los importantes amigos de la radio.

El barco está inmóvil en esta ensenada, solamente la algarabía de los monos y loros en el manglar va a turbar la paz hasta dentro de una hora en que quedará todo en silencio, salvo el canto del urogallo cada quince minutos en llamada de amor a su necesitada hembra.

?Bueno, me pides que te cuente un poco de barcos, vida a bordo, navegación, los malditos problemas con la piratería, etc. Voy a hacer una mezcla de todo sin mayor orden, lo principal es la intención y dejemos el estilo para los artistas".

Me describe Agustín de una forma muy exhaustiva su barco y otros detalles concernientes con el mismo, su vida y milagros para vivir a bordo junto con su esposa norteamericana, de la que tuvo un hijo en Panamá antes de seguir su viaje hacia el Pacífico.

"Bueno, no voy a continuar con más descripciones y paro. Tú lo que querías era datos sobre la piratería en estas latitudes y para no hacerme farragoso voy a ello.

El problema por el cual hay piratería es sencillo. No hay ninguna clase de control una vez que se sale de las aguas territoriales de estos países. Y aún dentro de estas aguas, hay un gran número de ellos, que no son capaces de controlar sus problemas internos y por tanto, lo que sucede en el mar les tiene sin cuidado. Hay incluso gobiernos que les interesa que continúe el descontrol porque sus ministros o dirigentes están involucrados directa o indirectamente en operaciones de tráfico de drogas o contrabandos diversos.

En el Caribe, el principal problema es el tráfico de drogas entre los países de Centro y Sudamérica, con destino al mercado consumidor de USA.

El tráfico tiene una arteria principal que va desde Cartagena de Indias a Miami, pasando por Cuba, República, Dominicana y las Bahamas, en donde repostan los barcos y avionetas hacia los EE.UU.

Este vértice inferior del celebre triángulo de las Bermudas es el de mayor casuística en cuanto a siniestros de todo tipo y sobrevolando las islas es corriente ver aviones hundidos en las playas y barcos embarrancados o hundidos próximos a estas, por docenas, en los muy peligrosos arrecifes y pistas improvisadas de las Bahamas.

He volado y navegado por esta zona durante un año y he podido comprobar personalmente cuanto te transcribo y lo que realmente constituye el misterio del triángulo de las Bermudas. Estriba, en barcos hundidos o desaparecidos por piratería, aviones derrumbados en vuelos nocturnos, aterrizajes forzosos por falta de fuel, o bien aviones que se derriban a propósito, para despistar y efectuar un transbordo. Todas las combinaciones son válidas, como lo son siempre en el contrabando y los hechos más inexplicables se encadenan con un solo fin: pasar el producto.

En cuanto a barcos de recreo, que es el tema que nos interesa, te diré que el motivo por el cual los piratas ametrallan a las tripulaciones y se hacen con el barco es porque el velero les permite más radio de acción que la lancha a motor que tiene que ir repostando continuamente fuel hasta llegar a Miami. En segundo lugar, porque es la "mercancía" (el velero) que más se encuentra ahora y que más disimulada pasa y eso les permite hundir el barco una vez que han hecho dos o tres viajes y presumen que pueden ser reconocidos.

Las maniobras de ver un barco pintado de blanco hoy y de rojo al día siguiente no son infrecuentes, y tanto ello como el cambio de nombre, documentos falsos de venta imitando la firma del antiguo propietario probablemente asesinado, como las conversiones de todo tipo, cortar un palo y pasar de Ketch a Sloop, en fin; todas las combinaciones están inventadas. Solo hay una forma de reconocer a un barco pirateado, esto es, por el descuido que en general presenta y por el aspecto y catadura de su tripulación.

Para conseguir suficiente número de barcos, los piratas suelen dirigirse a donde hay abundancia de ellos y como es lógico esto es en las pequeñas Antillas o islas de Barlovento, e incluso en islas que son de clara protección y dependencia americana, como las Vírgenes, Culebra y Puerto Rico.

El pirata suele disponer de buenas lanchas a motor o barcos que aparentan ser pequeños cargueros de cabotaje y la tripulación suele ser desecho de cárceles colombianas o de arrabal de Cali, Cartagena e incluso Bogotá. Colombia es la suministradora de la mano de obra; el reparto de beneficios esta en el norte a grandes alturas.

Te voy a contar el caso que nos sucedió en Puerto Plata (República Dominicana).

Llegué a este lugar escapando del huracán Allen y con la cabeza del mástil mayor averiado por un bulón que saltó a causa de los fortísimos vientos. Al cabo de unos días de iniciar la reparación, apareció un barco remolcado por el piloto del puerto. Este extraño barco, así me lo pareció desde el principio, no traía bote auxiliar ni velas: el aspecto era lamentable. Su casco era de hierro, de unos 11 metros, y en popa podía verse un nombre mal tapado con pintura blanca que decía 'Cayman'. Dos de los que venían se dirigieron a mí pidiéndome el bote de goma, pues de otra forma no podían bajar a tierra.

Se lo presté de mala gana, pero enseguida me di cuenta que eran piratas; no sabían remar, y ante mis protestas de como lo hacían, un individuo en tierra me observaba con mal disimulada rabia. En realidad era el contacto de una operación de contrabando de droga que estaba a punto de realizarse y para lo cual ya disponían de un avión que se encontró cargado esa anoche en el aeropuerto y a punto de despegar.

A la mañana siguiente un amigo pescador que es de Cádiz vino a avisarme de que eran colombianos, contrabandistas muy peligrosos, que tuviese toda clase de precauciones porque la vida de ellos o la mía les importaba menos que las nubes que estaban pasando. Mi amigo conocía el barco, me habló de la frustrada operación de contrabando, del avión y de los cadáveres hallados en la ensenada esa misma mañana.

Por si fuera poco, la Comandancia ordena que dicho yate quede abarloado al mío quedando confiscado y su tripulación detenida por la falta de documentos de ambos.

Nadie registró el barco, es curioso, y sus tripulantes, ahora cinco colombianos, presentaban a la luz del día claramente sus características de carne de presidio. Podían saltar libremente a tierra y andar por el puerto pues su detención era solo reclusión en puerto y le traían la comida de la cárcel, por cierto muy exquisita, esperando el resultado de las? laboriosas investigaciones que nunca acababan.

Lo que sí estaba claro es que esta gente poseía en tierra sus enlaces poderosos. Toda la falta de habilidad y práctica marinera que aparentaban por el día se convertía en agilidad y dinamismo por la noche, pues les fueron suministradas antenas que instalaron a la velocidad del relámpago para poderse comunicar con el resto de la red. Nunca he visto subir al palo de noche a nadie, sin guindola y a esa velocidad. Por otra parte mi amigo me notificó que estaban armados hasta los dientes: y yo tenía mis armas depositadas en la Comandancia.

Empecé a estar seriamente preocupado, pues mis averías estaban sin reparar y aún tardaría unos días. Los colombianos se deshacían en sonrisas y amabilidades; albergando serios temores de que quisieran cambiar de barco; temores que se iban haciendo más firmes ante la impotencia de ellos para marcharse y que los días en puerto les iba excitando por horas. "¿España porque no nos hablas? Somos unos pobres colombianos, España. ¿Porque no conversas con nosotros?

La amenaza de un posible secuestro por estos cinco hombres que se veían sin escrúpulos se multiplicaba por el hecho de llevar a bordo una mujer joven y atractiva como Fina. Esto, unido al estado de privaciones durante meses de estos sujetos, convirtió mi pesadilla de secuestro en una clara obsesión. Consultado el caso con mi amigo andaluz, me confirmó que mi hipótesis no iba descaminada, por cuanto a mis vecinos nada les costaría saltar a nuestro barco, apoderarse de nosotros como rehenes y a punta de metralleta en la sien hacernos salir de puerto por la noche, ante la"impotencia" de la Armada dominicana que, claro está, nunca podían suponer que estas cosas sucediesen en su país?

Lo que pasaría después en el mar es fácil de suponer y no quiero ni pensarlo. Mi conclusión fue que ellos no cambiarían de barco mientras viesen que el mío seguía con la avería del mástil, así que me dije, voy a simular como que tengo para varias semanas por otras más en el motor. Después, el día más inesperado, hago que voy a tierra a comprar algo, pido los papeles y salgo arreando.

Las miradas, gestos de rabia y sorpresa cuando zarpamos a toda velocidad, me confirmaron lo acertado de mis sospechas para lo cual no hacía falta ser un lince. En efecto, mi barco se ve fuerte, bien equipado e idóneo para los que ellos quieren. No estuve tranquilo en varios días por una posible comunicación de estos sujetos a su red y tengo la certeza de que he escapado por chiripa de formar parte del cementerio submarino de barcos y tripulantes que cubren el fondo de estas aguas y que según estadísticas del Lloyds pasan de los 200 al año.

En revistas, leo casos de piratería de yates que son espeluznantes, apareciendo siempre el cuerpo del marido y no el de su mujer. El último fue el de un norteamericano que apareció su barco vacío, con manchas de sangre y en la zodiac su cadáver; el móvil desde luego no fue el robo, este hombre había visto demasiado.

Pero lo que resulta suicida es ir en yate a Colombia o acercarse a sus costas. Aún en el caso improbable de que se consiga llegar a puerto, el barco no sale de allí en la mayoría de los casos. Son las propias autoridades las que se encargan de confiscarlo y ponerlo rápidamente en subasta para que pase a buen precio a los contrabandistas de droga. Si llegaran a encontrar bien todos los papeles es aún peor, porque los que hacen el registro del barco tienen la misión de colocar un paquetito con droga en lugar estratégico, mientras los demás continúan disimuladamente efectuando la inspección. Por muy atento y próximo que estés es muy difícil agarrarlos con el cebo, que por otro lado no sirve para nada. Un par de días después aparecen con una orden de registro y claro, encuentran el paquetito con la droga. Se da el caso de que ya vienen con la orden de detención de tan seguros que están de su sistema infalible. Un barco con el que he hablado lo arregló con 5.000 dólares directamente al oficial, pero no todos tienen tan enorme suerte.

Hay casos para todos los gustos y colores, el último fue un barco de 30 metros ametrallado en las costas de Colombia. El único superviviente y que relató la operación estaba en el cuarto de máquinas, se escondió debajo del motor, sintió como ametrallaban a sus ocho compañeros y cuando abandonaron el barco, una vez saqueado, ganó la costa a nado y fue internado en la cárcel durante cuatro meses, porque nadie cree en ese país en los piratas?

Bueno Rafael, quiero poner esta carta aquí en Bocas de Toro, adonde hemos vuelto para conseguir agua y algún alimento vegetal fresco. Así que no quiero demorar más. Gracias por todas tus atenciones y deseando poder hablar pronto contigo, te enviamos un fuerte abrazo Fina y yo.

P.D. Por favor no hagas uso de los nombres y puertos que se mencionan aquí, porque podría acarrear consecuencias tanto a ellos como a mí. Esto es estrictamente confidencial y si algún día quieres alguna historia o relación publicable, ya tendré ocasión de hacerlo cuando te visite o en otra carta. He dado nombres como el del gaditano, que es allí muy conocido y una gran persona a la que no quisiera que por indiscreción le sucediese algo malo después de su comportamiento de hermano con nosotros".

Por supuesto que no hago mención de los nombres, pero sí he querido conservar el de los puertos y países de los sucesos, para aviso y prevención a otros navegantes; después de todo han pasado casi veinte años y no he vuelto a tener noticias de más sucesos de este tipo.

Hoy en día, gracias a la enérgica actuación de la Marina de los Estados Unidos, y de las presiones sobre esos países, ya se puede navegar seguro, o casi, por todas las aguas otrora conflictivas.

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