Canarias quiere importar el caso de éxito de Barcelona en la náutica para hacer del Archipiélago un actor de relevancia en un sector que en otras partes del mundo es capaz de generar cultura de mar e importantes nichos de empleo. Las empresas e instituciones participantes en las mesas de trabajo que el Clúster Marítimo de Canarias así lo dejaron en sus más recientes reuniones, celebradas la semana pasada en las dos capitales canarias.
La capital catalana transformó antes de los Juegos Olímpicos de 1992 las zonas más viejas del Puerto, que habían quedado obsoletas. El Port Vell, incluido ya en la trama urbana de la ciudad, dejó atrás sus viejos usos a través de un modelo por el cual una gerencia de urbanismo desarrolló un plan especial. Los cambios permitieron crear en esta zona, cercana a las Ramblas y al barrio marinero de la Barceloneta, un gran puerto deportivo en pleno centro de la ciudad.
Hoy el Port Vell cuenta con tres dársenas en las que pueden atracar 441 barcos con eslora de hasta 40 metros y otros 170 para megayates de hasta 180 metros de eslora. La ciudad cuenta además con otros dos puertos deportivos y el conjunto de la comunidad autónoma suma 44 dársenas deportivas.
El número de amarres en Cataluña no ha parado de crecer desde la década de 1980. En la actualidad hay más de 30.000 y las administraciones tienen planes para aumentar esta cantidad en algunos miles más. Esta progresión ha generado, de acuerdo con un estudio de la Cámara de Comercio de Barcelona, 8.300 empleos directos e indirectos, algo que no ha pasado inadvertido en el Clúster Marítimo de Canarias. "Es una posibilidad económica muy grande para Canarias", resalta su gerente, Elba Bueno, que reclama superar la concepción de la náutica como un sector elitista.
En Barcelona hay unas 350 empresas que se dedican a la náutica y facturan unos 836 millones de euros. El Clúster Náutico de Barcelona, en el que está representado más del 60% del sector, aspira a multiplicar por seis su volumen en los próximos años y para ello tratan de adelantarse a las tendencias planteándose cuáles serán las claves que harán moverse al negocio.
Entre ellas se encuentran los servicios chárter en sintonía con otras tendencias que se dan en la economía -el uso será más importante que la propiedad, consideran los expertos-. En Barcelona se manejan datos que indican que las licencias de barcos que se alquilan por horas han aumentado un 50% en el último año y elevan a las administraciones propuestas como la retirada de matriculación del 12%.
Otra clave del éxito barcelonés que se mira con lupa en Canarias es el turismo náutico, que genera en Cataluña unos 320 millones de euros anuales, 38 de ellos solo en Barcelona. Las regatas, estiman en el Clúster Náutico de la ciudad condal, generan entre dos y tres millones de euros.
Para aumentar esa cantidad se plantean vincular el sector de las actividades náuticas con el de las grandes esloras, el tercer elemento que ha dinamizado Barcelona. Los 350 amarres de este tipo con los que cuenta la ciudad están acostumbrados a recibir a buena parte de los 5.000 megayates que existen en el mundo, lo que da impulso a todo el sector náutico, desde las reparaciones hasta las consultorías.
En Barcelona se trabaja con los cálculos de la asociación estadounidense de superyates, que cifran en 2.979.037 los costes anuales de un yate de 55 metros de eslora, de los cuales un tercio se queda en la ciudad huésped. Toda esta actividad genera nueve empleos por cada superyate que llega a alguna de las marinas barcelonesas.
A Canarias le queda mucho trabajo por hacer, reconoce Bueno, que defiende el papel que el sector privado está teniendo en el impulso de la náutica insular. "Es al sector público al que tenemos que llegar y hacérselo ver", considera. Por ahora tanto los puertos públicos estatales como los autonómicos y los de gestión privada forman parte de las mesas de trabajo del Clúster Marítimo, que tras la doble reunión de la semana pasada ya están definiendo quiénes son los líderes del sector que puedan llevar a cabo planes de acción que permitan superar las dificultades presentes en las islas. Entre ellas, la baja disponibilidad para todo tipo de esloras, la ausencia de servicios y comodidades en muchos de los puertos o la escasa cultura de mar que hay en la sociedad.
