Muchas veces nos referimos al maestro, a aquellos que transmiten conocimientos y no tanto a esos que tienen un comportamiento ejemplar y un modo de vida conforme a la ética, tanto en lo humano como en lo profesional. Pero ésta es una de las personas que reúne las dos características. Días atrás nos dejó de manera prematura, con tan solo 53 años, un maestro de esos que hacen escuela, no solo por su buen hacer sino por su personalidad.

Genaro Pulido era un maestro y una persona de los que les cogías cariño sin querer, porque se lo ganaba a pulso. Tenía la ingenuidad de un niño, lo que le hacía estar más cerca de ellos. Un amante de la lectura y de la conservación del medio ambiente y no se perdía ninguna acción que se encaminara a la conservación del patrimonio natural. Fue uno de los primeros objetores de conciencia, pero de los de verdad, no por "escaquearse" de la mili sino de los que no creían en la fuerza para resolver los conflictos.

Su amor a la naturaleza lo llevó a estudiar Geografía, estudios que se sufragó trabajando en el servicio de limpieza, donde estuvo hasta que le llamaron desde la Consejería de Educación. Llegó a finalizar sus estudios en Tenerife, con mucho esfuerzo económico pero con el entusiasmo del primer día.

Mi relación con Genaro se remonta a nuestros años de Magisterio, donde desde la última fila veíamos y analizábamos a los grandes profesores que teníamos, y aprovechábamos para hablar de temas tan diversos como la agricultura hasta los últimos aconteceres políticos. De él aprendí mucho, pero sobre todo a ver la vida de otra manera, sin problemas, sin preocuparte por lo que dijeran los otros. Se ganaba a los demás con pequeños detalles y fue un compañero genial.

Su manera de ser era la misma con el paso de los años, y con ese mismo talante trataba a sus alumnos con dificultades, a los que mimaba con el cariño que desprendía.

Después de 25 años organizamos hace bien poco un encuentro de antiguos compañeros y ahí estuvo Genaro, el mismo Genaro de siempre, por él no habían pasado los años. La misma jovialidad, la misma simpatía, el mismo encanto. Le encantaba Alemania y desde allí nos enviaba fotografías orgulloso de su acontecer en tierras bávaras.

Genaro no se ha ido, gente buena como él no puede marcharse de este mundo de un día para otro, porque su sombra siempre estará entre nosotros. Su eterna sonrisa, esa que siempre nos brindabas, irá con nosotros siempre, pero sobre todo tu ejemplo. Adiós maestro, amigo, compañero.