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Aquí la Tierra Lo extraordinario

Conmemorar el futuro

Una placa municipal ante el Castillo de La Luz indica que "está llamado a ser sede de un futuro Museo Naval de Canarias"

Conmemorar el futuro

Dilucidar qué cosa es la memoria es asunto arduo, pues, aunque al primer golpe de pensamiento pueda parecer lo contrario, este es un fenómeno con múltiples dimensiones: Hay una memoria voluntaria lo mismo que una involuntaria, una individual tal que otra colectiva. Está la que localizamos en la mente -que, acostumbramos a situar en la cabeza- pero también la del cuerpo, que nos recuerda, por ejemplo, que tenemos que salir corriendo al baño, la memoria que depositamos en prótesis como libros u ordenadores, etcétera. Por lo demás, cuando, con ánimo de exaltación, una comunidad recuerda un acontecimiento, se dice que conmemora. Pero la conmemoración también tiene su aquel y, quizá, en ningún sitio resulte más complicado comprender su significado, que en Las Palmas -tantas y tan variadas son aquí sus manifestaciones-. Así, en vez de singularizar para realzar, esta ciudad ha erigido tres monumentos a mayor gloria de Benito Pérez Galdós -si la intensidad del reconocimiento radica en la cantidad ¿por qué no treinta, trescientos o tres mil quinientos?- y en la fachada de una antigua ermita, la de San Antonio Abad, una inscripción recuerda solemnemente que en ella "oró Colón", cuando no está acreditado que el famoso navegante recalara en esta muy noble y muy leal aglomeración urbana. Con todo, la expresión más compleja de todas cuantas manifestaciones conmemorativas existen en Las Palmas es, sin duda, la placa ante el Castillo de La Luz que indica que "está llamado a ser sede de un futuro Museo Naval de Canarias".

La humanidad siempre ha fantaseado con visitar el futuro y regresar para contarlo -piénsese, por ejemplo, en la célebre novela La máquina del tiempo de H. G. Wells-, y, por supuesto, siempre ha habido predictores, ya fuesen profetas bíblicos o filósofos marxistas, que se han aventurado a dar cuenta, tal que si de una certeza inapelable se tratase, de la forma del porvenir. Pero, por audaces que fueran, ni los literatos, ni los filósofos, ni los profetas, se atrevieron nunca a conmemorar los tiempos venideros, pues conmemorar, como se ha dicho, es un ejercicio de celebración colectiva de lo ya sido. Es esta cualidad, justamente, la que hace tan fascinante esta placa ante la fachada principal del Castillo de La Luz.

Naturalmente, el Ayuntamiento capitalino, institución que la instaló, acostumbra a comunicar sus proyectos de edificación en el espacio público, pero, o bien lo hace con un soporte propagandístico que se retira cuando concluye la construcción, o, bien, cuando la obra está en marcha o próxima a ello, con una valla que indica que en tal lugar se erigirá un parque biosaludable, un ascensor panorámico, una farola o un belén de arena. En cualquier caso, el contenido textual y el aspecto visual de tales anuncios se limitan siempre a eso, a anunciar. Y este, ciertamente, no es el caso de la asombrosa placa ante el Castillo de La Luz.

Mientras más concentra su atención en este objeto extraordinario, más multiplica su perplejidad el reportero: no es ya que un artefacto tal conmemore el futuro, sino que lo hace, además, al tiempo que conmemora el pasado. Así, bajo un epígrafe que reza significativamente "Historia de Las Palmas de Gran Canaria. Castillo de la Luz", se recogen datos como que la fortaleza comenzó a construirse en 1494, o que entró en combate ante corsarios como Francis Drake y Pieter Van der Does. Ya en sus líneas finales, la leyenda señala también que "como ya se propuso en la época del pintor Néstor Martín Fernández de la Torre, está llamado a ser sede de un futuro Museo Naval de Canarias". ¡Prodigioso! No es ya, como si esto fuera poco, que en esta placa pasado y futuro se conmemoren juntos, sino que en ella, además, se han activado extraordinarios poderes para transformar el pretérito a placer: Hasta dónde este reportero sabe, en un folleto titulado "Habla Néstor", que escribió hacia 1937, Néstor Martín-Fernández de la Torre propuso convertir el baluarte en un museo de historia -nada dijo en el texto de un museo naval de Canarias-, un reclamo para visitantes en el que lo verdadero habría de mezclarse sin conflicto con lo falso. "No hay que olvidar -decía al respecto el artista- que el turismo se alimenta de la admiración del pasado, que es necesario reconstruir ante sus ojos, inventando, si se quiere, para suplir la falta de lo auténtico, sabiamente y con fidelidad". A no ser que el propio Néstor tuviese facultades para viajar al futuro -lo que no es descartable-, cuesta pensar que vislumbrase que, con esta placa, un día su ciudad natal le rendiría este consumado homenaje, tan falso y a la vez tan fiel.

En fin, hay quien siempre pensó -es el caso de este reportero- que el Castillo de La Luz debía convertirse en museo de sí mismo, en un recinto que contara su propia historia, pero, en su momento, los munícipes de turno decidieron que estaba llamado a ser el "futuro Museo Naval de Canarias" y como tal lo conmemoraron. Finalmente, la fortaleza albergó otra cosa. Pero, ojo, el futuro no ha concluido y, quien sabe, a lo mejor algún día acaba convertido en museo naval. Entre tanto vale la pena darse una vuelta por la zona para contemplar los viejos muros del castillo y, sobre todo, la prodigiosa placa.

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