(Artículo del 11/07/2010) "¡Cuide sus ojos! Trabaje con buenas gafas. Óptica sucesor del oculista don Santiago Barry. Dirigido por su ayudante y alumno (quince años a su servicio). Conservamos su archivo y recetas de gafas y cristales. El máximo de conocimiento y perfección técnica en la óptica de las Islas. El único laboratorio-taller de tallado de la provincia". Estamos en 1935 y José Herrera Cerpa (Tejeda, 1909) publicita su recién estrenado negocio de la calle Torres de la capital grancanaria con este mensaje ilustrado con un gran ojo abierto. Hace unos meses acababa de tomar una decisión transcendental para su futuro: comprar a la familia de su mentor y maestro, el oculista Santiago Barry Hernández, fallecido hacía un año, el negocio.

Así comienza la historia empresarial de este óptico optometrista que en los años 40 decidió trasladarse a Triana, la arteria principal de la ciudad. 75 años de vida profesional que, gracias a su afición por la fotografía y por su gusto archivero, conforman un legado patrimonial excepcional para entender los cambios experimentados por esta ciudad desde la mirada de un pequeño empresario que con su filosofía de "servir al cliente" logró delegar a sus hijos un negocio solvente. Su biografía novelada Los ojos de Triana, escrita por el profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria Jonathan Allen, ya ha visto la luz. En la mente de su familia palpita la creación de un pequeño museo en la sede principal de la sociedad, Triana.

Pero retrocedamos al pasado. La Guerra Civil ha terminado y José vuelve a la ciudad del frente, en el que ha estado como enfermero. El negocio se ha sostenido con el stock de lentes pero hay que hacer reformas. Es hora de casarse y de formar una familia. Lo hará en 1940 con Rosa Peñate.

El local de la calle Torres, 30, ya no se ajusta a sus inquietudes empresariales. No corren buenos tiempos, España está en plena posguerra y en Europa gotean los muertos con la II Guerra Mundial. Pero José se arriesga y echa un órdago: arrienda por 500 pesetas -una fortuna para la época- un antiguo local de almacén de cereales en Triana. Lo tiene claro. Sabe que es el corazón de la ciudad.

En Triana, 101, desplegará toda su sabiduría empresarial. Las relaciones públicas las hacia el mismo ofreciendo su propia tarjeta de visita a cada persona que conocía, publicitaba su local, dedicaba el tiempo que fuera preciso a la clientela y ofertaba calidad. En una carta familiar llegó a establecer el decálogo de lo que debía ser un buen empleado: "Presencia pulcra, buen talante, amabilidad absoluta, cumplimiento escrupuloso del horario, formalidad y, sobre todo, ausencia de malos consejos y compañías".

Era un hombre "trabajador, adelantado a su tiempo, intuitivo", recuerda Allen. Un hombre que se había hecho a sí mismo con el apoyo de su padre, pues era huérfano de madre. Un hombre que "perdió mucho dinero haciendo favores" pero que nunca incluyó en ese tándem a su óptica, explican sus hijos.

Recto, pero flexible. Serio, pero divertido, que ideaba artilugios mientras guardaba documentos personales en un "ropero", y que se adelantó al negocio inmobiliario.

También lo ha hecho el negocio familiar. La primera tienda fue en el Puerto en 1952, a los pocos años surgirán las de Arucas, Guía y Gáldar. La calle Triana va transformándose y también la óptica. El art déco se mantiene en el interior del local pero la fachada se recubre de mármol. No será hasta 1970 cuando el local sufra una gran transformación. Precursor del escaparatismo, tuvo que quitar un año la imagen de una señorita por orden del obispo Pildáin. Respeta a la curia.

Fue un hombre muy ligado a la calle mayor y a sus colegas de profesión. "No comulgaba con la competencia desleal" ni con la política, aunque sí con otros empresarios de la zona como la relojería Fugger, los textiles Arencibia y otros comerciantes como los Pulido, Cardones. En el asociacionismo está la clave.

La empresa va pasando a la segunda generación y José Cerpa se apaga, aunque se le puede ver octogenario en el local en el final de siglo (1997). No supera que Triana vaya perdiendo su "idiosincrasia". Pero eso ya pertenece a otra generación.