Lo que esconden las risas, escrita y dirigida por Santiago Escalante, es una historia de nuestros tiempos complicados y enredados fundamentalmente por nosotros mismos. Pino (Blanca Rodríguez), una mujer casada y cansada de estarlo, enganchada a todos menos a la vida, con “muchos” problemas de salud casi todos inventados por su cuerpo como defensa de una vida que le es hostil.

Pino cree padecer ella misma todas las enfermedades que existen en el universo, incluso aquellas que ni siquiera existen. Una vida en la que el dinero nunca sobra – y se le ansía mucho- y donde los sueños son siempre pesadillas acompañadas de un despertar al que se prefiere no llegar para no enfrentarse a la batalla perdida que es para ella su intento de sobrevivir a sí misma, a su compañero de viaje, ese al que juró amor eterno y que ahora se le hace eterno, un hijo que esconde tras una mentirosa sonrisa su verdadera y amarga realidad, y la madre de su amor “eterno” una anciana capaz de convertir la vida diaria de esos escasos metros cuadrados en un campo de minas.

Demasiado ruido para el silencio extremo que Pino necesita y que consigue con todo aquello que la sociedad ha inventado para anular su propia voluntad y olvidar y paliar su necesidad de borrar todo lo que le rodea incluso a ella misma y poner el punto de búsqueda en esa línea del horizonte que un día perdió para no volver a encontrarlo. Pino tiene una vida universal y común a millones de mujeres y hombres que soportan una existencia negra y cuadrada paliada por esa drogadicción legal que a golpe de receta hace sacar risas y sonrisas escondiendo la procesión que uno lleva por dentro, convirtiendo el malvivir en algo llevadero, mostrando un escaparate que oculta un edificio en ruinas.

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