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'The black phone': el mal y las máscaras de la violencia

El director Scott Derrickson regresa al terreno que mejor se le da, el del terror conectado con la realidad | Y lo hace con una película de culto instantáneo en la que Ethan Hawke se convierte en un monstruo de carne y hueso

Ethan Hawke, en un fotograma de ’The black phone’, de Scott Derrickson. Universal Pictures

Cada vez que el director Scott Derrickson hace una película de terror, da miedo de verdad. ¿Por qué? Tiene una habilidad especial para indagar en las raíces del mal primigenio e insertarlo en la realidad cotidiana, como si de verdad se pudiera colar en cualquier momento en nuestras vidas y sumergirnos en la más terrible de las pesadillas.

El concepto de puerta que separa nuestro mundo de lo sobrenatural siempre ha estado presente en sus películas. Puede que sea una casualidad, pero se estrenó dirigiendo una de las muchas secuelas de 'Hellraiser', cuyo germen concebido por Clive Barker se basaba precisamente en esa idea de punto de entrada a lo desconocido en el que no había marcha atrás para la persona que lo traspasara. 

Sin embargo, sería con su segunda película, 'El exorcismo de Emily Rose' cuando sentaría las bases de su estilo aunando el drama judicial con el elemento demoníaco. Es decir, los hechos constatados, con los inexplicables. El director se basó en el caso de Anneliese Michel, una ejemplar estudiante alemana que aseguraba haber sido poseída por seis demonios y que terminó dejándose morir después de haber sido sometida a varios exorcismos. Derrickson utiliza este hecho real para llevárselo a su terreno y reflexionar sobre la fina línea que separa la enfermedad, la locura y la creencia en fuerzas oscuras que nos rodean a través de los personajes de una abogada agnóstica (Laura Linney) y un sacerdote (Tom Wilkinson). El escepticismo frente a la fe. 

El mal tiene rostro

En su nueva película, 'The Black Phone', el villano no es ningún espíritu intangible, sino un pederasta y asesino de niños. El mal en este caso tiene rostro, aunque él lo oculte tras una grotesca máscara. Estamos en los años setenta, en la época de explosión de los serial killers, cuando se estrenó en cines 'La matanza de Texas' y la monstruosidad adquiría una forma humana incomprensible, cuando la sombra amenazante de John Wayne Gacy, el payaso asesino, se encontraba en activo. De repente, nadie estaba seguro ni a salvo. El director ambienta la película en una población de Colorado, donde él mismo nació, como una forma de recrear sus propios recuerdos de infancia. 

El protagonista se llama Finney (Mason Thames), tiene 13 años y forma parte de una familia desestructurada. Su padre (Jeremy Davis) es alcohólico y su madre se suicidó, supuestamente por culpa de una enfermedad mental, pero, como se dice, tenía unas capacidades especiales para ver cosas que no habían ocurrido, algo que ha heredado su hija Gwen (Madeleine McGraw, qué gran revelación). La violencia en la comunidad es palpable desde el inicio. Finney sufre acoso escolar y domina la ley del más fuerte. No hay juegos de niños, sino peleas callejeras para demostrar quién manda en ese microcosmos asfixiante donde los más pequeños se encuentran totalmente desprotegidos. Al mismo tiempo, comienzan a desaparecer chicos de la escuela, uno detrás de otro y Gwen tendrá visiones perturbadoras sobre los casos. 

Son varios los elementos que conectan 'The Black Phone' con una de las obras más reconocidas de Derrickson, 'Sinister'. Por supuesto, la presencia de Ethan Hawke, pero también la noción del ‘hombre del saco’, en este caso de carne y hueso, ya que, en la primera, se trataba de una entidad maligna de nombre Bughuul que devoraba las almas de los niños después de matar a sus familias. 'The Black Phone' está basada en un relato de Joe Hill, hijo de Stephen King, experto en esa materia (véase 'El Coco' o la más reciente, 'El visitante') y Derrickson se encarga de trasladar todo ese universo que comparten, el de los niños y los monstruos solo que, en esta ocasión, se produce una vuelta de tuerca y el asesino no es un ente sobrenatural, pero sí sus vengadores, es decir, los espíritus de los niños que ha matado y que ahora, a través de un teléfono negro, se comunicarán con Finney en el sótano insonorizado donde lo ha encerrado El Captor. Como dice Ethan Hawke, uno de los elementos más atractivos e inesperados del film es la mezcla entre el cine de asesinos en serie y el de las casas encantadas, en una fusión tan original como repleta de hallazgos, tanto narrativos como visuales. Una especie cruce macabro entre Hannibal Lecter y 'Poltergeist'.

Con esta película, Scott Derrickson regresa a la factoría Blumhouse y se quita el mal sabor de boca tras su experiencia con Marvel en 'Doctor Extraño', después de abandonar la segunda parte por discrepancias con el estudio. En 'The Black Phone' vuelve a poner de manifiesto su capacidad para crear atmósferas malsanas, para introducirnos en un universo único que es capaz de crear desde cero con su poderosa imaginería repleta de ideas que se quedan en la retina del espectador. Y de seguir abriendo puertas posibles a lo desconocido, sin perder el contacto con la realidad y los males que la asolan.

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