¿Qué significó para Carmelo García Gancho ser olímpico en Roma 1960?

Sin duda, ha sido una de las mayores alegrías deportivas de mi vida. Éramos deportistas amateurs y estar allí era un gran reconocimiento a nuestro trabajo.

Junto a usted también participaron en Roma 1960 los asimismo grancanarios Cesáreo Barrera y Eusebio Mesa Monsta. ¿Era tan grande la superioridad del boxeo del Archipiélago?

Cuando fuimos al torneo preolímpico de Valencia, nuestra hegemonía de victorias sobre los contrarios fue tal que nos pusieron el mote de Las Escobas Canarias.

¿Añora los tiempos de los llenos hasta la bandera en la Grada Curva del Estadio Insular?

Antes no te dabas cuenta de las dimensiones que aquellos llenos tenían. Ahora me han comentado que llegué a pelear ante más de 12.000 espectadores en el Insular. Solíamos pelear los sábados y yo era un enamorado del fútbol, por lo que el domingo no me perdía el partido de Las Palmas aunque tuviese un ojo totalmente cerrado.

¿Por qué decidió comenzar a boxear?

Gracias a mi hermano, que fue el primero en mi familia que se dedicó al boxeo. Peleó en un par de ocasiones pero vio que no era lo que más le gustaba. Sin embargo, yo me enganché rápido en el Nuevo Club de Schamann. Si volviera a nacer seguro que volvería a ser boxeador.

¿Quién le apodó como García Gancho?

Fue Pascual Calabuig, que radió los combates desde Valencia para Canarias. Allí hice cuatro peleas en ocho días. El primer combate lo gané en menos de dos minutos con mi gran golpe, el gancho. Con el segundo sucedió lo mismo. En el tercero otra vez complete un KO con el gancho. Cuando regresé a Las Palmas me preguntó si quería que me empezara a llamar así. Me gustó y lo adopté para toda mi carrera.

¿Fue la inauguracion de los Juegos uno de los momentos más emocionantes en Roma 60?

No cabe duda, fue un sueño. Sé que es algo de lo que nunca me voy a olvidar, al igual que la bendición que nos dio el Papa en la Plaza de San Pedro. Fue algo impresionante. Me sigo emocionando cuando veo desfilar a los deportistas.

¿Se preparó de alguna manera especial para ir a Roma?

La verdad es que no. Nunca cogí unas pesas. Mis dorsales eran de trabajar en una empaquetadora de plátanos subiendo cajas al camión. Trabajaba por las mañanas y entrenaba por las tardes. A las nueve estaba en la cama.

¿Cómo fue su combate en aquellos Juegos Olímpicos contra Kasprzyk?

Fue un combate muy duro. Nuestra preparación estaba bastante limitada. Antes no había concentraciones previas ni nada parecido. Mi contrincante llevaba más de 200 peleas. Era un amateur totalmente profesional. Yo, con 28 peleas, ¿qué podía hacer? La experiencia era clave. Me tiró dos veces y me levanté, pero en el cuarto asalto caí por KO.

En Roma, la gran estrella sobre el ring fue Muhammad Alí, por aquellos tiempos Cassius Clay. ¿Qué recuerda de él?

No tardamos mucho en darnos cuenta de su potencial. La primera entrevista que me hicieron al llegar aquí ya lo comenté. Sus Juegos Olímpicos fueron un auténtico espectáculo. Tres combates, tres golpes, tres rivales a la lona.

Aparte de Cassius Clay, ¿qué otros deportistas fueron los que más le impactaron?

Los rusos. Eran muy grandes y parecían ir siempre desfilando. Nunca se les veía entrenar fuera. Nos llegaron a decir desde el COE que no habláramos con ellos.

¿Sigue viviendo los Juegos Olímpicos como cuando usted participó?

Sí, porque es un reconocimiento a muchos deportistas amateurs. Creo que es el evento deportivo más puro y bonito que existe.