El nacimiento de la bandera olímpica se remonta a 1913. Fue Pierre Coubertin, el fundador de los Juegos Olímpicos, quien anunció oficialmente el famoso símbolo para el Congreso Olímpico de Paris de 1914.

El emblema seleccionado para representar el Congreso contaba con cinco anillos de colores (azul, amarillo, negro, verde y rojo) entrelazados sobre un fondo blanco. Estos anillos simbolizan la unión entre todos los países del mundo que han aceptado los valores del olimpismo y la competencia sana. Pero no fue hasta los Juegos Olímpicos de Amberes 1920 que dichos anillos fueron adoptados como emblema olímpico y se convirtieron en la bandera oficial de las Olimpiadas.

La elección de los colores que pintan los anillos no es casual. Combinando los diferentes tonos, se pueden representar las banderas de todas las naciones; el azul y el blanco de Grecia, el amarillo y el rojo de España, los colores estadounidenses o británicos... Lo que la convierte en un icono ampliamente internacional. A diferencia de la creencia popular, el color de cada anillo no nació para representar a cada uno de los cinco continentes.

A lo largo de los más de 100 años de los Juegos modernos, han existido tres banderas diferentes que han ilustrado el evento deportivo más grande del mundo. La primera bandera se usó entre Amberes 1920 y Seúl 1988. La segunda se trata de la utilizada en los Juegos de Invierno desde Oslo 1952 hasta la actualidad. La tercera y última, fue introducida tras Seúl 1988 y es la bandera utilizada en la actualidad.