Cuando Rosi Sánchez comenzaba a asomarse al primer equipo del CB Islas Canarias, tras una progresión increíble, algunos nombres seguían rondando por su cabeza. Entre esa lista de personas a las que seguir figuraba Patricia Hernández. Aunque sólo era cuatro años mayor que ella, su estela era larga ya en la Isla. Y es que Patricia Hernández se encontraba a punto de cruzar un límite hasta esos momentos nunca antes alcanzados: ser la primera mujer olímpica del baloncesto canario.

En 1992, la grancanaria Patricia Hernández lo hizo. Durante los Juegos Olímpicos de Barcelona elevó al básquet del Archipiélago a otro nivel. Ese año consiguió debutar con la selección española femenina en la cita deportiva más seguida del mundo. Un testigo que, 12 años más tarde, recogió Rosi Sánchez en la edición de Atenas 2004. Ellas fueron las pioneras, las primeras mujeres que abrieron el camino del baloncesto olímpico femenino en Canarias. Un hito que, a pesar de los años que van cayendo, sigue muy vivo dentro de las canteranas del CB Islas Canarias.

Juntas, tras casi una década sin verse, Patricia Hernández y Rosi Sánchez rememoran su paso por los Juegos Olímpicos. Antes que la Villa Olímpica, el desfile inaugural o los partidos de la competición llega un recuerdo que precede a todo eso. Se trata del sacrificio personal que implica llegar a una cita de ese calibre.

Las formas en las que alcanzaron Barcelona y Atenas fueron muy distintas. Tras los Juegos Olímpicos de Seúl'88, la próxima estación del evento era Barcelona'92. Por primera y hasta ahora única vez, los Juegos Olímpicos se iban a organizar en España. El país no sólo se preparaba logísticamente, sino también en el apartado deportivo en busca de maximizar el rendimiento.

Fue entonces cuando el Consejo Superior de Deportes, a través de la Asociación de Deportes Olímpicos, creó el Programa ADO, un sistema para el desarrollo de deportistas de alto rendimiento. Todas las modalidades deportivas, durante cuatro años, recibieron una instrucción orientada a poder hacer un buen papel en casa. Unas disciplinas olímpicas donde también estaban los deportes de equipo y, por ende, el baloncesto.

"Hicieron una elección de las chicas que consideraban más prometedoras de aquella época para empezar a trabajar con ellas de cara a los Juegos Olímpicos de Barcelona durante cuatro años. Y ahí, me eligieron a mí", explica Hernández, casi 30 años después de aquel momento en que la eligieron para estrenar el Programa ADO.

Del Rodríguez Monroy, donde evolucionaba al regazo de Domingo Díaz y Begoña Santana, sus padres deportivos, pasaba directamente al Centro de Alto Rendimiento en Madrid. No fue lo único que pescó la Federación Española de Baloncesto en Gran Canaria. Blanca Ares, madrileña, pero criada en Las Palmas de Gran Canaria y formada también en el club de Ciudad Alta, se iba con ella. "Éramos las más pequeñas del grupo. Nos fuimos juntas los cuatro años y creamos un vínculo especial, una relación más afín", apunta.

Cuatro años enteros donde, al son del seleccionador Chema Buceta, trabajaron con un solo objetivo: los Juegos Olímpicos de Barcelona'92. "Estar ahí suponía un sacrificio enorme tan lejos de casa. Teníamos tres entrenamientos diarios, con salidas de varios meses a Estados Unidos para competir contra universidades norteamericanas muy potentes. Fue duro, pero la recompensa fue disfrutar de unos Juegos, lo mejor que me ha pasado deportivamente en la vida", comenta.

El Toledo 92

Aquel grupo de chicas compitió en Liga Femenina bajo el nombre de Toledo 92, aunque de manera ficticia. "Para no desvirtuar la competición, jugábamos, pero nuestros resultados no valían. Eran unos partidos que valían para llegar a aprender de cara a los Juegos Olímpicos, pero de manera interna. Entrenábamos en Madrid y jugábamos en Toledo", narra Patricia Hernández.

Rosi Sánchez admira a aquella generación, pionera en colocar a España en los Juegos Olímpicos. "Probablemente era mucho más sacrificada que la nuestra, con cuatro años exclusivos de preparación para eso", explica. El fascinamiento es mutuo. "La quinta de Rosi tuvo muchísimo mérito. Ellas fueron las primeras que se clasificaron con méritos deportivos", puntualiza Patricia Hernández.

A Rosi Sánchez no se le olvida aquel 28 de septiembre de 2003 que valió el sello en su pasaporte hasta la cita olímpica de Atenas 2004. Aquel día España se jugaba el bronce continental frente a Polonia y, además, una plaza en la edición de los Juegos del año siguiente. "Es lo primero de lo que me acuerdo. Llegamos a ir perdiendo de 20 puntos. Remontamos con un último cuarto perfecto. Mis recuerdos de los Juegos tienen que partir de ahí", explica la exjugadora que ese día anotó 15 puntos. El resultado final de 81-87 ponía a España en Atenas.

Rosi Sánchez ya era un referente del baloncesto por aquel entonces. Desde que arrancó su carrera en el CB Islas Canarias, tras dejar atrás las canchas de La Garita, donde jugaba cada verano, se convirtió en la líder de una camada que hizo historia. Su palmarés bajo el escudo de la entidad de Escaleritas lo dice casi todo: dos Copas de la Reina y una Copa de Europa Liliana Ronchetti.

Desde 1995 se alió con la camiseta de la selección española, con la que consiguió dos medallas de bronce continentales, la citada en 2003 y otra más en 2001. Una trayectoria como internacional que coronó con su presencia en Atenas.

"Fue un sueño hecho realidad. Sé que es lo que se suele decir, pero realmente fue así. El baloncesto en sí, es lo mismo, pero el envoltorio, todo lo que rodea a unos Juegos Olímpicos, es muy especial, lo máximo que puede vivir un deportista", concluye Sánchez.

Un hecho que con el paso de los años y el transcurso del tiempo adquiere otro valor. "Creo que en el momento estás tan abrumada que ni siquiera te das cuenta de lo que estás viviendo. Cuando te sientas y lo ves por la televisión y te dices a ti misma la suerte que tuviste por estar ahí", comenta la excelente tiradora grancanaria.

Hernández asiente y continúa. "Yo era poco más que una niña. Tenía 21 años y estar en aquel lugar era increíble. Verme viviendo en el mismo lugar que jugadores como Arvydas Sabonis o Toni Kukoc, es casi inenarrable", asevera. Rosi Sánchez tampoco se olvida de aquella sensación de verse con algunos de los deportistas más grandes de la historia. "Iba con la cámara de fotos para todos lados. Conseguí sacarme una foto con Ian Thorpe [nadador con cinco oros olímpicos entre Sidney 2000 y Atenas 2004] y todo. Son oportunidades que sólo pasan una vez", afirma.

La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos centra parte de esos recuerdos imborrables. De Barcelona'92, Patricia Hernández guarda todo el uniforme. Eso y una imagen para el recuerdo: una fotografía de todo el equipo femenino de baloncesto con el Rey Felipe VI -por aquel entonces Príncipe de Asturias-. "Fue el abanderado en Barcelona y me acuerdo que nos encontramos una vez con él en la bolera echando una partida", sentencia la exbase.

Rosi Sánchez también se acuerda de aquel día. Unos zapatos duros y tiesos para cada pie. "Me llevé unas chanclas colocadas entre la falta y la chaqueta, justo por la espalda", comenta. Ingenio para aguantar sostenida firme unas cuantas horas sobre en el Estadio Olímpico de Atenas.

El resultado de aquellas dos generaciones se saldó de la misma manera. Tanto el equipo de Hernández como el de Sánchez se llevaron un diploma olímpico. La selección del 92 acabó quinta clasificada; el grupo de 2004, sexto. Un certificado que está bien guardado en sus casas. Ambas siguen ligadas al baloncesto. Hernández, en el Cuarte de Huerva, club de Zaragoza, donde reside; Sánchez, en el Pintadera. Un espíritu olímpico que ahora hacen fluir hacia otras jóvenes manos.