Ganar por 50 puntos un partido de baloncesto al más alto nivel parece una historia de ciencia ficción. Mucho más si hablamos de España, de ese equipo moribundo, muerto para muchos, de un conjunto de "viejos", entrenado por un italiano que ni siente ni padece ni sabe del tema. Pero, al fin y al cabo, España, esa selección enterrada, como todos los veranos, como cada vez que sale a competir, dio una lección. La enésima. Hemos perdido la cuenta ya. De partidazos, hablo. El del Mundobásket del 2006 ante Grecia. El del pasado Eurobásket 2015 ante Francia. Por fijar sólo dos referencias. Y ante Lituania anoche. De un equipo por el que nadie daba un duro, como siempre en la Fase Regular. Y que volvió a ser España. Esa España que nos ha dado oros por doquier en los Eurobásket. Platas olímpicas. Y hasta un oro mundial. Esa España intrépida, genial, guiada por Pau Gasol, e incluso cerca del ocaso, pero competitiva siempre.

Puede que para muchos, aquellos Juegos de Los Ángeles, con Fernando Martín, con Corbalán, con Epi, con "Lagarto", con lo que España daba de sí, sea su recuerdo más glorioso. Luego España nos dio lo que jamás esperábamos. Y nos regaló partidos históricos, como el que nunca volveremos a ver, como el que urge guardar en vídeo. Como el España-Lituania de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Una España inerte contra una Lituania invicta. El resultado fue +50 para España. Sí, 50 arriba. España se sacudió fantasmas, miedos, críticas y lamentos. Ganó por 50. Que es lo mismo que ganar por uno, en realidad. Pero que despierta a los borrachos de ira, a los incrédulos, a los que, otro verano más, critican y critican y critican€

¿Que todo esto puede morir el lunes? Indudablemente. Pero ahora, España, tras el festival báltico, ya es otra cosa. España ya mete miedo. España ya es España. Como siempre lo ha hecho, como algún incrédulo visceral veía imposible. España ha demostrado, simplemente, que tiene el crédito que pedíamos y que medio país le restaba tras los tropiezos ante Croacia y Brasil. Como si los tres títulos europeos que atesora en los últimos años fueran un regalo. Como si las dos platas olímpicas consecutivas fueran una gran mentira. Es decir, que la mejor selección de baloncesto del mundo más allá del universo NBA fuera papel mojado. Hemos sentido la caída, como otras tantas veces. Y ahora, España, la España de Sergio Scariolo, vuelve a transmitir.

España será segunda de grupo si gana a Argentina el lunes. Una pelea bella y brutal entre dos generaciones. Y también puede ser tercera, dependiendo de los resultados que se den, evitando así a EEUU. Una orgía de placer pensar en una tercera final ante los yankees. Viendo a esta España, la que pasó a cuchillo a Lituania, la que hace todo posible. La que transforma el baloncesto en poesía. La España de siempre. Sin más.