Cada 14 de septiembre, desde hace ya varios siglos, Vegueta parece atrapada en un temblor muy hondo, muy propio, cargado de sentimientos, de antiguas devociones, de recuerdos, de tradiciones y costumbres antiguas.

Se celebra este día la festividad del Cristo de la Vera Cruz, una devoción que nació en los primeros tiempos de esta ciudad, sin fecha determinada, pero que pronto arraigó y hasta se le vinculó a la desaparición de una grave enfermedad que, a principios del siglo XVI, asoló la pequeña urbe durante varios años -algunos autores de forma imprecisa hablan simplemente de "modorra"-, por lo que se levantó en su honor una pequeña ermita, tras un acuerdo municipal de 1524, en el mismo solar donde existió una mancebía cuyas rentas -por disposición Real de mayo de 1503- disfrutaba el Concejo de la Isla para atender sus gastos corrientes, por lo que el pueblo consideró que la enfermedad era un castigo a tal pecaminosa situación y exigió su demolición y la construcción del mencionado templo como acción reparadora.

Hoy al Cristo de la Vera Cruz aún se le venera en la Parroquia Matriz de la ciudad, la de San Agustín, y desde hace ya algunos años su sagrada imagen se expone en la nueva Capilla del Santísimo, de la que también sale cada Viernes Santo para procesionar por las principales calles del centro histórico de la ciudad.

Esta devoción llegó a contar, siglos atrás, con una denominada "Esclavitud de la Vera Cruz", hermandad piadosa de penitencia y oración, cuya hopa roja vestían los regidores capitalinos cuando acudían a la procesión del Cristo, pues el Ayuntamiento ostentaba, y ostenta hoy, el patronazgo de esta imagen tan laspalmeña, diría irrenunciablemente laspalmeña.

Cada 14 de septiembre ya en la pequeña y primigenia ermita, ya como templo adscrito al desaparecido convento agustino, construido a partir de 1664, o ya en la iglesia actual desde su edificación, según el proyecto trazado por el canónigo Diego Nicolás Eduardo, nunca faltaron en torno al Cristo de la Vera Cruz multitud de velas y cirios, flores, oraciones y muchas devociones que arropaban tanto a la primitiva imagen, que, según recoge en sus afamados "Recuerdos de un noventón" Domingo José Navarro, "era de cartón bien modelada, y tenía la cabeza cubierta con cabello natural, cuyos bucles, cayendo sobre el cuello, al moverlos el aire, producían respetuoso temor" (en realidad, y como ha resaltado el investigador José Miguel Alzola, no se trataba de "cartón", sino que estaba modelada con una pasta extraída de "la médula de la caña de maíz e importada de Michoacán, Méjico", material y procedencia de otras muchas imágenes existentes en el Archipiélago), como a la imagen actual, una magnífica obra de José Luján Pérez costeada por el Ayuntamiento capitalino (que no sólo ejerce su patronazgo, sino que es propietario de la imagen, como ha reseñado la profesora María de los Reyes Hernández Socorro en su minucioso inventario de bienes muebles municipales) y que fue colocada en el templo después de 1814, aunque el cambio de la antigua, ya tan deteriorada que era necesario que el culto se ofreciera con la imagen cubierta por un velo verde, lo que contribuía a un tenebrismo innecesario, provocó más de un desencuentro e incluso serias disputas entre el Obispado y el Ayuntamiento.

Pero todo ello evidenciaba el profundo arraigo y la enorme tradición de esta imagen y devoción en la historia de la ciudad; de una ciudad que siempre lo ha tenido como su Patrón (junto con el patronazgo definido y asentado de Santa Ana), y como tal en muy diversos documentos de los siglos XVIII, XIX y XX lo consideraron los frailes que se encargaban de su culto, el Obispado, el propio Ayuntamiento y muy diversos autores en sus libros y artículos de prensa.

Hoy, de forma clara el Ayuntamiento lo tiene como Patrón de la Institución, y acude en pleno a su procesión con maceros y banda de música, y la Policía Local también lo adoptó como su Patrón desde 1974, por lo que asiste, junto con el Ayuntamiento en Pleno, a una función solemne cada 14 de septiembre en la iglesia de San Agustín, y escoltó en motos, desde el Aeropuerto, al Cristo a su regreso de Madrid, a donde tuvo que ser trasladado por su Mayordomo, Miguel Rodríguez y Díaz de Quintana (cuyos constantes y altruistas desvelos por atender el patronazgo del Cristo se le reconocieron siendo alcalde Juan Rodríguez Doreste que le nominó como "Concejal Honorario") para ser restaurado por los mejores especialistas, tras la caída que sufrió desde su trono procesional en 1987, ante la Catedral de Canarias, y que originó grandes desperfectos en esta valiosa talla lujanera.

Cada 14 de septiembre tiene Las Palmas de Gran Canaria un día señero en el calendario de su historia, de sus tradiciones y de sus sentimientos, aunque en la actualidad no tenga la repercusión que merecería que todos le diéramos, no sólo las autoridades, sino todos y cada uno de los laspalmeños, de sus familias y de sus instituciones socioculturales. Muchos, ayer y hoy, le han considerado, junto con Santa Ana, Patrón de la ciudad; lo es de su Ayuntamiento que ostenta el patronazgo de su imagen, lo es de la Policía Local, y para todos Patrón de una historia de cinco siglos en la que muchas de las vivencias de sus vecinos tuvieron lugar con la vista puesta en su Cristo de la Vera Cruz.