Aún no conocía, ni siquiera los manuales recomendados a los primerizos en las lecturas marxistas, cuando ya en 1967, con puntualidad sacerdotal, acudía todas las tardes a la antigua y triste sala de lecturas del Museo Canario para leer, con voracidad de caimán, los dos o tres tomos de Espartaco, semanario que editaban los comunistas palmeros, allá por la primera mitad de los años treinta.

D. Carlos Naranjo, persona entrañable, responsable de la hemeroteca, guardaba las ediciones de Espartaco como quien cuida un tesoro, ocultas en estantes polvorientos, confundidas con otras colecciones que nadie había consultado nunca.

D. Carlos se lo tomaba con sigilo y bien que advertía que nos andáramos con mucho tiento, que éstos, nos decía refiriéndose a falangistas y colaboracionistas, que eran los que mandaban, y siguieron mandando más de diez años después, son capaces de encender una nueva pira con literatura de rojo y conmigo dentro, para que me tueste… si sabré yo de lo que son capaces.

No sospechábamos, hace cuarenta años, que aquel colaborador del semanario palmero, que escribía la columna Noticias del Movimiento Obrero Internacional, había sido una de las glorias que ha dado nuestro pueblo en el momento más difícil y sangriento, en el Madrid de la Guerra Civil, aquel Madrid rompeolas de todas las Españas.

El interés por el personaje creció entre alguno de nosotros cuando en 1970 el querido Rafael Roca nos abasteció con Memoria de la Melancolía, en la edición argentina de Losada, preciosa obra de María Teresa de León que circulaba clandestinamente.

De la magnífica pluma de María Teresa León, leímos: ¿Quién era el comandante Ascanio? Pues un ingeniero a quien no le gustaba dejar paso libre a la traición. ¡Con qué altivez levantó su pequeña estatura ante el pelotón de fusilamiento y gritó ¡fuego!

Tuvimos acceso, después, a una edición soviética, en lengua española, de El único camino de Dolores Ibarruri.

Con Ibarruri supimos de aquella consigna estremecedora que, en la misma víspera del anunciado final de la República, dio el comandante Ascanio a sus milicianos: para hacer frente a una traición como la de Casado, no se necesitan órdenes de nadie …que cada comunista cumpla con su deber. Ibarruri dijo de Ascanio fue el alma de la resistencia contra la Junta de Casado.

Durante tres años interminables y heróicos la suerte trágica de España y de Europa fue detenida por un puñado de milicianos en el Puente de los Franceses, y el Puente de los Franceses, mamita mía nadie te pasa. La resistencia la ordenó un comunista, canario y gomero.

La reivindicación del comandante del Batallón Canarias se convirtió en una obsesión para muchos de nosotros. No por cuestión de gratitud, que también; ni por la poesía que está en los objetivos mismos del movimiento comunista, que también, sino, fundamentalmente, por reivindicar para el presente, en la figura de Ascanio, la grandeza de la ideología y del movimiento que lo hicieron posible. Un movimiento que sin duda tiene en su cuenta extremas miserias, pero culpar de ellas al marxismo es como echarle la culpa a los hermanos Lumiere por la película Raza.

Ascanio no estaba tocado por el dedo de Júpiter, como él hubieron miles, centenas de miles, millones, que combatieron al nazifascismo en todas las tierras de Europa, desde el Puente de los Franceses hasta el molino de Stalingrado. La inmensa mayoría de ellos se fraguaron con la misma pasta.

La razón de la extraordinaria personalidad de Ascanio no hay que buscarla en su horóscopo personal sino en la fuerza histórica que refleja. Es la ideología avanzada que expresa el progreso en cada momento, el movimiento de las clases, de los pueblos y de las naciones, cuando se colocan en la proa de la historia, los que crean los héroes.

El texto nos descubre, con fuentes de lectura apasionante, que cumplió, como los mejores, incorporándose al combate desde el primer día de la sublevación fascista, en el 5º Regimiento, histórica creación de los comunistas, en el patio de un convento, y espina dorsal de la resistencia republicana.

Con el quinto, quinto, quinto, con el quinto regimiento fueron derrotados los facciosos de Madrid y fueron rechazados los moros que trajo Franco y que en Madrid querían entrar.

La obra nos revela al Ascanio, corazón del Batallón Canarias, y al propio Batallón Canarias, del que hasta ahora teníamos una información muy precaria; nos da noticia, igualmente, del destacado ingeniero, en la formidable fortificación del no pasarán…, de lo que no sabíamos nada. Y de un comandante que llegó a jefe de la 8ª División, una de las unidades mas eficientes del ejército republicano. Para ella Miguel Hernández escribió un himno.

Pero además advertimos a un Ascanio lúcido dirigente comunista isleño. Resulta francamente asombroso que con sólo 26 años, en 1932, fuera autor del extenso artículo La crisis económica y el proletariado canario, que se nos ofrece, completo, en el apéndice documental y nos revela a un Ascanio precoz, lúcido, el más prometedor dirigente.

El libro nos ofrece las memorias de quienes vivieron directamente, como combatientes de primera línea, el mayor abismo de nuestra historia; memorias que documentan, de manera inapelable, la enorme estatura, política y moral, de un canario, comunista y gomero. Estremece su lectura. Unas memorias tratadas, comentadas y complementadas con maestría de orfebre. Un espléndido trabajo de investigación.

No estoy, ciertamente, entre los mejores lectores, pero tampoco, quizás, entre los peores. En todo caso, hacía tiempo que no tenía en mis manos un texto que me despertara semejante interés y que me reconciliara tanto con la historia de un movimiento del que siempre me he sentido parte.