Anelio Rodríguez Concepción es uno de los valores más sólidos de la actual literatura escrita en Canarias. Doctor en Filología Hispánica y profesor de lengua y literatura en secundaria, es poeta, autor de libros de relatos cortos, ensayista y pintor. Entre 1995 y 2005 dirigió la revista La Fábrica y ahora compagina la escritura con la pintura, no en vano es sobrino de Francisco Concepción, el retratista de La Caldera de Taburiente. Ha ganado el premio Ciudad de Santa Cruz de Tenerife con un libro de cuentos y el Tiflos, convocado por la ONCE, con El perro y los demás. Recientemente ha publicado Vigilias, en la colección Atlántica de Idea. La iniciación de Anelio en el mundo de la literatura fue significativa: de chico ejercía de lector en una fábrica de puros. Ya se sabe que La Palma es casi Cuba. Los textos de Anelio son incursiones en lo fantástico, un derroche de imaginación, el reino de lo sutil, lo inteligente y lo emotivo. La crónica de la ausencia, de lo que se fue. La lluvia / parda de mis abuelos, / ese gozo del agua / cayendo hasta la boca del patio (?) no existe, / ya jamás / sino aquí / adentro.

La sombra de la memoria, el regusto de la infancia. Sus poemas parecen sencillos, directos. La fugacidad de la vida, el pragmatismo urbano: ¿Pero quién se llevó y adónde / el terrible redoble de los gallos / y el cruce de sus ecos en cascada / contra la madrugada imperceptible? La vigilia esencial, ese conjuro casi religioso, es por el gran ausente, el protagonista del epílogo: Mi padre solía soñar que volaba / sobre las casas y los bosques, / y yo ahora suelo soñar que vuela / y vuela a cada instante, / con su batín de cuadros? El insomne contempla su alrededor, se ve a sí mismo, radiografía sus desolaciones, los sueños y las pesadillas. Un hombre, / según refieren viejas crónicas, / sueña que toma impulso / y se arroja a los vientos / llevado por las alas del pájaro de barro / que cada cual arrastra como puede. Los cuadros de Anelio son literarios en sus azules, en sus cumbres, en sus perfiles de la naturaleza insular. Y la gaveta de la mesilla está llena de mar, / de aquel mar, / aquella negra playa de la infancia?