Todo cambia y modifica aunque nuestra atenta mirada no pueda percibirlo. La roca y su promontorio, una montaña, se mueven, cambian a pesar de su apariencia estática, monolítica. Nosotros tampoco somos los mismos de hace, pongamos treinta años, y no precisamente por la apariencia, que a la fuerza va modificándose porque envejecemos ante el natural discurrir del tiempo. Nada es inmóvil, todo se mueve, y lo que hacemos y usamos en esta hora no es igual a lo que emplearemos mañana. Valga un ejemplo, que traemos por los pelos, para el caso que nos ocupa: ya no vemos en escritos, ensayos, comentarios y análisis periodísticos aquellos latinajos que tan bien supo poner de moda el recordado Juan Rodríguez Doreste. Ese intelectual y gran humanista que fue alcalde de la capital en los ochenta, silla que ocupó por su vasta cultura y sobrada facundia, uniendo a su natural socarronería una desbordante simpatía lo que hizo ganarse el respeto y el aprecio de todos sin importar ideologías.

Con el paso del tiempo pasó también la moda. Ya no decimos lapsus calami cuando cometemos un error escribiendo; ab aeterno, si queremos decir que desde la eternidad Dios lo tiene dispuesto; pro domo sua, cuando algo es en beneficio propio; mea culpa, si es por mi culpa; Primus inter pares, primero entre sus iguales; quid pro quo, cuando, por error, cogemos una cosa por otra; alter ego, mi otro yo, esa otra persona con la que me identifico. Cuando queríamos aliviarnos el sentimiento de culpa acudíamos al errare humanum est, que errar es propio del hombre. Hay latinajos que parecen latigazos: Non bene olet qui semper bene olet, advirtiéndonos que no huele bien el que siempre huele bien. Las Ciencias de la Naturaleza usan latinajos, y así, Solanum tuberosum esconde a una hermosa y delicada flor silvestre; el Derecho también lo hace para designar situaciones de las que debe entender: Ius privatum, derecho de particulares, Ius gentium, derecho de gentes. La medicina echa mano también del latín, y por citar algo, ese que nos da tanta grima, tanto temor, que es lo que el galeno escribe en un informe a la cabecera de nuestra última hora: Éxitus, salida de este mundo. Aunque, bien mirado, ¿qué se nos da post mortem?