Buena se ha liado con las declaraciones de Rivero sobre la pretensión de Pepe Rodríguez de cambiarle el nombre a Gran Canaria por el de 'Canaria'. Rivero se había preparado su entrevista en su tele, para mayor gloria y lucimiento, y a una pregunta con respuesta obligada, no se le ocurrió otra cosa que responder con una no-respuesta. Es decir, con una respuesta que no responde a la pregunta realizada, sino a otra que nadie le hizo. ¿Por qué actuó así el presidente de Canarias? ¿Por qué no contestó claramente que está en contra de que a Gran Canaria se le cambie el nombre? No creo que lo hiciera por insularismo, afín que Rivero es el más insularista presidente que ha padecido esta región. Creo que lo hizo cediendo al reflejo del miedo: Rivero no se atreve a plantarle cara a Pepe Rodríguez, editor y director del periódico El Día, que se pasa un día sí y otro no reclamando un cambio de Estatuto que incorpore quitarle el 'gran' a Gran Canaria, a la que él se refiere siempre como 'la tercera'.

La verdad es que en Tenerife, nadie hace caso a los editoriales de El Día. Los únicos que parecen molestos por el disparate independentista que se ha instalado en los editoriales -una surrealista independencia sin Gran Canaria, por cierto- son los militares. Pero los militares tienen a gala no decir ni pío. El resto de los servidores públicos de Tenerife pasan por la editorial demencia cotidiana de Pepe Rodríguez como pisando huevos. Excepto algún universitario con narices, nadie censura públicamente los dislates de El Día. Lo que ocurre en Tenerife, donde toda la clase política disimula y silba no sólo ante el peripatético posicionamiento independentista de Pepe Rodríguez o sus editoriales xenófobos, sino ante el insulto recurrente a los grancanarios calificados editorialmente de "ratas que soplan y muerden", es algo impensable en cualquier otro lugar de España. Un periódico que se atreviera a calificar de tal manera a un colectivo de ciudadanos españoles acabaría inmediatamente en los tribunales, amén de ser sometido a la censura ciudadana y el ostracismo social.

Pero El Día está en Tenerife. Y la dirigencia política y social de Tenerife o enmudece o aplaude por lo bajini la repugnante agresividad anticanariona de Pepe Rodríguez con compadreo y babosería. Incluso el presidente del Gobierno de Canarias, en vez de defender a sus ciudadanos, juega un juego miserable: por un lado se hace el loco, y por el otro premia a Pepe Rodríguez con licencias de televisión (vendrán las de radio) para que siga haciendo región.

La respuesta huidiza y contemporizadora de Paulino Rivero a las agresiones de El Día a Gran Canaria, dan asco.

Siempre he creído que este presidente es un político de bajos vuelos y un demagogo, pero nunca pensé que además fuera un cobarde?