Esta semana el sistema financiero internacional ha sufrido un terremoto con epicentro en Estados Unidos. El lunes se producía el colapso del banco de inversiones estadounidense Lehman Brothers, la mayor quiebra de la historia. El miércoles la Reserva Federal nacionalizaba American International Group (AIG), la mayor aseguradora del mundo, también al borde de la bancarrota, en un acuerdo sin precedentes en la historia del organismo, comprando el 80% de los activos de esta empresa por 85.000 millones de dólares (60.000 millones de euros), casi el 6 % del PIB de España.

Hace dos semanas la administración Bush ya había nacionalizado las sociedades hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae, firmas que avalaban la mitad de todas las hipotecas de EE UU, por 300.000 millones de dólares, ante la eventualidad de su debacle en el mercado. Continuaba así la política emprendida meses antes por la Reserva Federal comprando los activos "conta- minados" por las hipotecas basura del banco de inversión Bear Stearns por 29.000 millones (mientras que JP Morgan adquiría los activos solventes) y con la nacionalización del banco Indymac ante su hundimiento en Bolsa.

Todo ello se realiza con continuas intervenciones de la Reserva Federal en coordinación con el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra, especialmente esta última semana, inyectando enormes cantidades de dinero en los mercados monetarios para proporcionar liquidez y frenar la caída de las Bolsas y la desconfianza en el sistema financiero.

El presidente George W. Bush considera que estas intervenciones se han dado "para promover la estabilidad de los mercados financieros y limitar el daño en las economías del resto del mundo". Resulta cuando menos paradójico que se produzca este descomunal intervencionismo estatal en el país campeón de la economía de mercado y cuna de la doctrina neoliberal que además ha exportado a todo el mundo. Si el profeta del pensamiento neoliberal Milton Friedman resucitara estos días, pensaría que se ha equivocado de país.

CAOS DEL SISTEMA. Mucho más cuando en sus dos mandatos la actual administración Bush ha puesto en marcha un modelo de desregulación del sistema financiero, propugnando la autorregulación de estos mercados, que ha fracasado estrepitosamente. El actual caos del sistema financiero norteamericano y por extensión del sistema mundial, tiene como una de sus razones la ausencia de controles rigurosos por parte de las administraciones públicas a las entidades financieras, y de supervisión de sus operaciones de riesgo y de los sofisticados productos financieros que generan. Ya no hay duda de que el desmoronamiento del valor de los títulos de inversión sustentados en hipotecas con poca solvencia ("hipotecas basura"), que asciende a un billón de dólares, y la ocultación por los bancos de la importancia de estos títulos en sus balances ha sido la espoleta de la desconfianza interbancaria y de la actual crisis.

Porque parece difícilmente justificable que se defienda un modelo desregulado y de dejar hacer a los mercados que permite que cuando haya beneficios sean lógicamente repartidos por las entidades entre sus accionistas y ejecutivos, pero cuando hay peligro de quiebras y bancarrotas la Administración acuda en su rescate y que, por tanto, sean los contribuyentes los que paguen las pérdidas generadas, escapando a menudo sin ninguna responsabilidad los causantes del desastre. Parece poco justificable pero es lo que defiende sin empacho el presidente de los empresarios de la CEOE, Díaz Ferrán, quien ha manifestado hace pocos días que se "debe hacer un paréntesis en la economía de mercado" ante la crisis, solicitando la intervención del Gobierno. Su mensaje es claro: socializan las pérdidas y se privatizan los beneficios.

Como señala el economista norteamericano Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía, esta crisis es producto de la falta de honestidad de las entidades financieras y de la incompetencia de los gobiernos. Y añade que "la cantinela de la derecha sobre la liberalización resultó estar equivocada y ahora estamos pagando el precio".

La grave crisis del sistema financiero estadounidense y su impacto en las economías europeas y del resto del mundo empeora la situación económica general, muestra de la interdependencia del mundo globalizado en el que vivimos, y probablemente retrase las expectativas de recuperación en la Unión Europea, en España y en Canarias.

Se ha demostrado que no basta con que los controles aplicados por los gobiernos a las entidades financieras en la zona euro sean más rigurosos para vernos afectados por el huracán que viene de EE UU, por lo que creo necesario poner en marcha como poco la coordinación de los sistemas de regulación y control financiero entre Europa y EE UU y, más a largo plazo, organismos financieros internacionales con reglas más acordes con las nuevas realidades del siglo XXI.

ENDEUDAMIENTO. Debemos recordar que el actual sistema económico internacional es un capitalismo sustentado en el crédito, es decir en el endeudamiento tanto de estados, empresas y familias. Baste decir que en las últimas décadas el crecimiento de la deuda en el mundo desarrollado ha sido tal que representa dos veces y media su PIB.

La actual crisis de los mercados financieros internacionales pone en evidencia el fracaso del modelo económico neoliberal que denosta la intervención de los gobiernos en la economía y exalta el libre mercado, pero que pretende que cuando se producen las crisis sean los gobiernos los que asuman las pérdidas privadas y el coste social de las mismas. Una crisis de enormes dimensiones que destruirá millones de puestos de trabajo y arruinará a muchos estados. Y por la que nadie asumirá sus responsabilidades.

(*) ROMÁN RODRÍGUEZ, PRESIDENTE DE NUEVA CANARIAS.