Como complemento de la anterior croniquilla donde se recordaba el origen del topónimo Santa Cristina, permítasenos redescubrir hoy porque es algo desconocido para algunos quién fue el personaje que puso aquel nombre en honor de la reina María Cristina, esposa de Fernando VII, al paraje popular al que acuden cada domingo y fiestas de guardar los isleños para pasar unas jornadas de asueto y comilonas al aire libre.

Ruperto Delgado González, nacido en Ávila en 1789, tiene en su haber una brillante hoja de servicios que nos descubre el inicio de su carrera castrense en el Regimiento de Infantería de voluntarios de Madrid, pasando después, siempre como militar, por Cantabria, Zamora y Sagunto, según los datos que nos facilita el genealogista Miguel Rodríguez y Díaz de Quintana obtenidos de su expediente conservado en el Archivo Militar de Segovia. Entre sus méritos resalta su participación en la defensa de Madrid en 1808 contra las tropas de Napoleón en la que cubrió la puerta de Fuencarral y donde fue hecho prisionero, aunque se fugó y pasó a Sevilla uniéndose a los cuerpos de aquella guarnición.

En 1812 se viajó a América para unirse al ejército en Puerto Rico pasando después a Chile, Perú y Venezuela donde intervino en diversas campañas bélicas durante los más de diez años que permaneció en aquellas tierras. En Caracas fue nombrado secretario del canario nacido en Carrizal de Ingenio (1781-1844) general Francisco Tomás Morales con el que regresó a Canarias en 1827 para hacerse cargo de la comandancia general por nombramiento del rey Fernando VII y seguramente por recomendación de Morales. Delgado se hizo cargo en 1828 del gobierno militar de Gran Canaria y de lo concerniente a la instrucción de los tres regimientos provinciales de la isla, cargo en el que permaneció hasta 1864 en que pasó a la situación de lo que hoy se llama reserva.

En Las Palmas casó en 1833, previa autorización que le otorgó la Reina, con María Ana Morales Bermúdez, hija del que había sido su superior en rango militar y para quien sirvió como secretario en Venezuela, Francisco Tomás Morales, cuando la joven tenía tan solo 14 años y el brigadier 44, de cuyo matrimonio nacieron cinco hijos: Francisco Tomás, Josefa, Fernando (alcalde de Las Palmas en 1899 cuando se inauguró la primera compañía eléctrica impulsada por Eusebio Navarro), Manuel y Tomás. Rodríguez de Quintana destaca algunas curiosidades de su interesante biografía, resaltando la solicitud en 1829, cuando ya residía en nuestra ciudad, para que se remita parte de su sueldo mensual a su madre, Alejandra González, en la villa avilense de Neyla, y la solicitud de Real Licencia para tomar baños en Chiclana que aliviaran sus frecuentes achaques epidérmicos. Aunque remitió en 1854 instancia dirigida a Isabel II para relacionar sus méritos militares y de servicio a la Patria solicitando el nombramiento de mariscal de campo, entonces la más alta distinción del Ejército, nunca le fue concedido.

Falleció en Las Palmas el 25 de julio de 1875 y su esposa Ana María Morales dejó de existir el 12 de agosto de 1883 en la ciudad de Cádiz, donde se encontraba con motivo de un viaje que había realizado a la Península, siendo trasladado su cadáver en el mismo barco en que pensaba regresar a Gran Canaria. Sus restos, como los de su mujer y sus suegros, se encuentran en la pequeña capilla (a la que corresponde la foto que ilustra estas notas) que tiene la finca o hacienda de San Fernando en Moya, aquella casona que levantó el general Morales, que hoy disfruta la familia Bittini Delgado.