El 12 de julio de 1536 moría Erasmo de Rótterdam. Había nacido el 27 ó 28 de octubre de 1469 y quedó huérfano de padre y madre a los 16 años por culpa de la peste. Maestro del pensamiento libre para su tiempo y para hoy, fue el humanista más ilustre de Europa. Precursor del espíritu moderno, Erasmo fue un extraordinario erudito, hablaba varios idiomas y era una persona solitaria, melancólica e irónica. Defensor y amigo de la verdad donde quiera que estuviera, fuera antigua (mal llamada tradición) o nueva (que ahora llaman progreso), tenía muy claro que lo viejo se apoya en lo nuevo. Como decía Ortega y Gasset, no hay tradición sin progreso pero tampoco hay progreso sin tradición. Recogió la tradición de los siglos pasados, sobre todo de Grecia y Roma, y por eso Erasmo dominaba y citaba constantemente las doctrinas, ideas y opiniones de los antiguos árabes, judíos y griegos, muy al contrario de lo que se hace hoy, donde la ciudadanía y los intelectuales viven en el abismo de la ignorancia del pasado. Con Erasmo acaba la Edad Media y comienza el Renacimiento.

Erasmo es un desconocido entre los jóvenes y eruditos de hoy, hasta el punto que quienes mejor conocen su obra creen que todo lo que se encuentra en las obras de Descartes, Spinoza, Kant, Nietzsche y otros filósofos y pensadores a partir del siglo XVI es completamente falso. El Elogio de la Locura (titulado originalmente Morias Enkomion en griego y Stultitiae Laus en latín, literalmente Elogio de la estulticia o de la necedad), es un ensayo que Erasmo escribió en 1509 a los 42 años cuando iba de Roma a Inglaterra. Lo redactó en latín y lo acabó en una semana durante su estancia en la casa de su amigo Tomás Moro, a quien le dedicó la obra. Desde su primera edición en 1511 en Estrasburgo, es considerada una de las obras más influyentes de la literatura occidental. Erasmo compartía con Tomás Moro (además de su fe cristiana), el gusto por el humor frío y el retruécano intelectual, lo que explica que en el texto abunden dobles e incluso triples significados. El valor eterno del libro reside en el concepto de que "la locura es sabiduría y la sabiduría locura". Nunca se aprende tanto como cuando se enseña lo ridículo.

Aunque la primera vez que se publicó en español fue con el título de Elogio de la Locura, son muchos los traductores que prefieren el término "necedad" o estulticia al de locura. El concepto de locura es más restringido y no puede aplicarse en todas las páginas del libro. Erasmo distingue claramente en los capítulos 37 y 38 la locura de la necedad o estulticia. El libro es un tratado de humanismo, un manual de sensatez y sobre todo una cruel lección de moral práctica. Comienza con una loa satírica a la manera de algunos autores de la antigua Grecia. El tono se va ensombreciendo con una serie de discursos solemnes, en los que la necedad hace un elogio de la ceguera y la demencia y poco a poco la locura toma la voz de Erasmo mientras lanza una dura reprobación. La locura (necedad) se presenta como una diosa, hija de la ebriedad y de la ignorancia. El ensayo termina con una sincera y sencilla exposición de los ideales humanistas.

A Erasmo le debemos frases de una enorme sabiduría. Retrató como nadie a los necios que desean pasar por sabios, cuando dice en uno de sus capítulos del Elogio que "una sonrisa, un aplauso, un movimiento de orejas a manera de asno serán suficientes para hacer creer a los demás que él se halla al tanto de lo que se trata, pese a que en el fondo no entienda cosa alguna". Pero también contribuyó a la conservación de más de 4.000 proverbios que rescató de la tradición griega, romana, árabe y judía y se siguen utilizando hoy en día: "En el país de los ciegos el tuerto es el rey", "Tiene un pie en la tumba", "No dejó piedra sin mover", "Empezar de cero", "Más fácil decirlo que hacerlo", "Más vale prevenir que curar", "Tener ojos en la nuca", "Lágrimas de cocodrilo", "Caérsele el corazón a los pies", "El pasto siempre es más verde en el campo ajeno", "Ven la paja en el ojo ajeno y no ven la viga en el propio".

Erasmo situaba el nacimiento de la locura en las Islas Afortunadas (capítulo 8), en donde todo crece espontáneamente y no se conocen ni el trabajo, ni la vejez, ni la enfermedad. Qué desilusión se llevaría hoy Erasmo si visitara esas islas. Descubriría que no pueden ser tan Afortunadas unas islas en las que la locura convive con el narcisismo, la adulación, el olvido, la pereza, la irreflexión, la intemperancia y el sueño profundo, y en las que no faltan dirigentes que han perdido el sentido: no hay ninguno que no delire de muchas maneras y los que se parecen se juntan (capítulo 19). Son de los que piensan que las cosas grandes con intentarlas basta. Han pasado 500 años y seguimos sorprendiéndonos que algunos aduladores, bufones, ignorantes, plagiadores, parásitos, alcahuetes, truhanes y petardistas puedan ser nombrados o elegidos para realizar magnas empresas. Luego culpan a la brevedad de la vida por su labor estéril. Graciosísimo es ver cómo se alaban recíprocamente los locos a los locos y los ignorantes a los ignorantes. Parece una banalidad, pero sin que me tachen de loco, juro que he podido ver cómo una misma persona puede estar a la vez en distintos lugares. Tampoco he entendido nunca cómo puede tener la llave de la ciencia quien no tiene ciencia (capítulo 53). Será porque aquello de lo que se carece es lo que más conviene aparentar. Va a ser verdad lo que dice Erasmo: "el mundo está lleno de locos" (capítulo 62). Buen día y hasta luego.