La semana próxima he quedado con José Luis en Lanzarote (vade retro). En principio acordamos que él cruzara la bocaina para vernos en El Cotillo, donde teníamos apalabrado un caldito de pescado. Pero dio marcha atrás cuando cayó en la cuenta de que La Oliva es territorio del señor marqués. No es que le vayan mal las cosas allí, pues aún se mantiene la luna de miel del bipartito, pero dice que no estaría bien pisar el coto de don Domingo sin saludarlo, aparte de que últimamente lo tiene loco para que le dé el carné con el puño y la rosa del partido, aunque sólo sea para chinchar a José Manuel. Al final decidimos encontrarnos en Yaiza (vade retro) para condumiarnos una garbanzada en ese bar que está frente a la iglesia.

Lo de la garbanzada no va con segundas, aunque es público y notorio cómo le salen garbanzos negros por doquier al amigo Zapa por estas ínsulas y dentro de su propia cuchipanda. Son viejas bacterias que se enquistan y se agravan al mutar en virus y no disponer de las adecuadas vacunas. Que si un JR, que si un JS, que si un JFLA, que si un MM, que si un SP, que si un SF, que si un CC, que si UN CF, que si una GG... Y luego, el que si vengo, que si me voy, que si me echan, que si vete, que si sigo, que si no sé, que si me quieren. La cosa esta que llaman luchas internas a veces se pone de tal gravedad que me temo que hasta los antivirales, más que sanar, son capaces de provocar reacciones alérgicas.

Les comentaba que quiero hablar en plan distendido con José Luis de algunas cosillas que quedan pendientes. El pacto secreto (tanto, que nadie se aclara con los euros) sobre la financiación, los presupuestos, la ley de extranjería, la reforma del aborto... Y sobre todo de ese consejo de ministros que va a regalarle a Canarias, que algunos comparan ya con la noche de los reyes magos.

Me apunta Zapa que no vería con malos ojos compartir la comida con Anita y su tocayo Perestelo, que ya se sabe cómo funcionan los arreglos ante un buen mantel y una mejor sobremesa. Y, además, le alivia la cuestión negociadora a su eterno amigo de pupitre, pues dice que bastante trabajo tiene Pepe Antonio en lidiar con vascos y catalanes.

Aunque no se lo crean, he que confesarles que la confianza que tengo con José Luis no es mucha. Aunque sí la suficiente como para soltarle en la cara que es un cachondo mental cuando me asegura que, ante el previsible otoño calentito que le espera en Madrid, nada mejor que venir a entrenarse durante dos o tres semanas a las Montañas del Fuego.