Imaginen un equivalente de cuatro millones de pupilas humanas mirando a la vez un mismo escenario. Eso es el Gran Telescopio de Canarias situado en la isla de La Palma. Su potencia óptica reside en su impresionante espejo primario, de 10,4 metros. En la actualidad es el telescopio con mayor potencia del mundo. Con motivo de su inauguración, al pie de este gigante se congregaron numerosas personalidades. Se veían políticos, reyes, científicos y hasta curiosos que se saltaron las normas del protocolo. Como es habitual, sobresalían en número los políticos, la mayoría de ellos seres mutantes que no eligen sin segunda intención a sus aliados y amigos. De ellos quieren un trozo de brillo y destello de su virtud, cuando no ciertas cualidades o cierta reputación que convenga a los propios fines. Allí estaban, revoloteando y disparando sonrisas a diestro y siniestro, apretando una mano aquí y otra allá, ajustándose la corbata y colocándose en pose para la foto. Antes se codearon dando codazos. Cuánto sudor. Incluso sudaron en los momentos en que se mostraron como distraídos y perezosos para ocultar que se encontraban al acecho. Y la vanidad se dibujaba en sus caras, mientras el presidente del Gobierno de Canarias exclamaba con júbilo que se había logrado tocar el cielo con las manos. Una prueba de la existencia de Dios, según opinión de un obispo que aprovechó la oportunidad para legitimar su discurso. Así quedaban apagadas las sempiternas preguntas sobre el Universo y nuestra existencia.

Lo que nadie supo: ese día el telescopio no enfocaba su mira-da hacia el cielo, sino hacia la tierra. Descubrió, así, la imposibilidad de una amistad entre los humanos y las estrellas. Le bastó con explorar cada uno de los movimientos de esa "come-dia de famosos", título robado a un fragmento del Nietzsche de La gaya ciencia que ha inspirado estas letras.