Hay pueblos en el Norte grancanario que vieron cumplidas sus necesidades educativas con nuevos institutos de enseñanza (Guía, Agaete) y otros -Gáldar- que llevan más de veinte esperando el traslado de las ruinas del Saulo Torón al tanatorio-crematorio.

Bien es cierto que tampoco debe achacarse a la Consejería de Educación tal retraso, pues cuando se concedieron los centros vecinos también inició aquella institución los trámites para construir en un solar concedido por el Ayuntamiento galdense. Pero hete aquí que, hechas las primeras removidas del terreno, se llega a la conclusión de que había supuestos indicios de yacimientos prehispánicos y, claro, la prudencia recomienda la paralización de las obras. (Mala suerte la del Ayuntamiento, caramba, que pudo haber contratado a quienes -en un solar muy, muy próximo- nada descubrieron de nuestros antepasados y, por tanto, se pudo edificar el colegio de las monjas, que eso ya es acertar con matemática precisión.)

Pero también es innegable que han pasado años desde aquellos iniciales indicios y allí nada se ha hecho. Y desde aquel entonces, con perspectiva de futuro y rigor científico (debió insistir el Ayuntamiento, era su obligación), los técnicos especialistas del Cabildo pudieron haber llegado a definitivas conclusiones: se trata de un espacio de altísimo valor cultural (quizás nuevas cuevas pintadas) y, por tanto, de absoluta protección o, al contrario, su interés es irrelevante, lo cual hubiera permitido la construcción de un Centro innovador, revolucionario, pedagógico, funcional, perfectamente identificado con el medio, jardines interiores y exteriores, con luz natural, espacios de ocio e, incluso, con gradas a la manera de Grecia, Roma, y un foso como terrero para la lucha canaria.

Hace días conocí con planos -y detalladas explicaciones del autor- el proyecto que don Jerónimo Padrón López, arquitecto grancanario afincado en París, presentó para el nuevo edificio del Saulo Torón en Gáldar. Las características arriba apuntadas no son más que algunas de las que definen su brillantísimo trabajo. El mismo Consejo Escolar del instituto lo definió como "proyecto que aporta soluciones profundamente educativas" y aplaude sus elementos arquitectónicos que permitirían un exquisito ambiente de trabajo gracias, también, a protectores acústicos y solares, a la iluminación natural, a las paredes convertibles en murales, a la biblioteca de dos plantas, laboratorios, reciclado de aguas?

Las aulas de música y dramatización, los pabellones y pistas deportivos, el auditorio, los escenarios y las gradas revolucionan el viejo concepto de instituto como espacio de aulas-cajones en los que se imparten, también a la manera tradicional, las clases. Que la formación de un alumno no esté exclusivamente centrada en las palabras de los profesores y en los libros de texto, sino que se complemente con charlas, teatro, deporte ("Mens sana in corpore sano") y salas de audición son, quién lo duda, planteamientos elementales que redundan en beneficio de los discentes, tan limitados, por otra parte.

Pero, además, incluye espacios para otras actividades curriculares como enseñanza de adultos, programas de garantía social (en jardinería, por ejemplo, fomenta los cultivos opcionales, el conocimiento de la flora autóctona? lo cual conduce, a su vez, a la concienciación ecológica, a la conservación del medio ambiente).

Introduce, para mayor rigor, un punto de partida práctico, pedagógico y sabio: el arquitecto consultó con muchos profesores antes de iniciar su proyecto, conoció las verdades del aula, de las clases, inconvenientes y necesidades. Y se guió por las palabras de quienes saben de la enseñanza más que nadie: los docentes, aquellos olvidados y no consultados cada vez que se inician reformas y contrarreformas, condenadas al fracaso porque se planean desde despachos que rompieron sus cordones umbilicales con la realidad.

La topografía del terreno, en fin, se conserva, por lo cual ni se hiere, ni se modifica, ni se altera el paisaje natural: muy al contrario, es el inmueble -con un bellísimo frontispicio- quien se adapta a la naturaleza, y eso permite jardines interiores y exteriores, desniveles, bancos, árboles? Un espacio mágico, sin duda, que identificaría a los alumnos galdenses como los máximos beneficiados de un Centro de ensoñaciones.

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