Como decía un reciente editorial en este periódico, es hora de hablar de muchas cosas. No estoy de acuerdo con el Estado actual ni con el estado actual de las cosas. No puedo estar más en desacuerdo con unos políticos que huyen de la austeridad y de la eficiencia y hacen de la política su oficio y su beneficio. No puedo estar de acuerdo con los que camuflan las cifras del dolor humano que son las listas de los desempleados, las listas de espera en la sanidad pública y las listas del fracaso escolar de nuestros jóvenes.

No estoy de acuerdo con que el despilfarro que han originado nuestros gobernantes tengan que pagarlo los funcionarios y jubilados con una importante merma de sus limitados ingresos, algo inédito en la historia moderna de España, cuando se pueden eliminar miles de gastos suprimibles.

No estoy de acuerdo con que nos hagan más promesas y nos tomen por tontos, inflando globos de falso optimismo y complaciendo con mentiras a todo el mundo. No estoy de acuerdo con que nuestros dirigentes (en realidad, nuestros servidores) públicos gasten un céntimo más de lo que el país ingresa, porque eso es lo que nos ha llevado a la ruina. No estoy de acuerdo con que seamos la octava potencia económica del mundo, una mentira que nos ha hecho vivir por encima de nuestras posibilidades. Ahora sabemos que siempre hemos sido de los más pobres de Europa, que somos un 30 % más pobres que hace un mes, y que seremos un 50 % más pobres a final de año.

No estoy de acuerdo con un país que se va haciendo más invisible e inviable, que ha multiplicado por 17 las competencias del Estado y se ha dividido en 17 nacioncillas, algunas de las cuales reniegan del idioma común de los españoles y consolidan el esperpento exigiendo traductores en sus discursos y abriendo embajadas en el extranjero.

No estoy de acuerdo con un gobierno al que le sobran ministerios y vicepresidentes, directores generales y asesores, cientos de coches oficiales y miles de reuniones internacionales y subvenciones que no controla nadie. No puedo estar de acuerdo con políticos que cobran dos y tres sueldos de la Administración, ni con ex ministros y otros ex que cobran sueldos de por vida, ni con 300.000 liberados sindicales que no dan gongo, ni con sindicatos y partidos financiados con dinero de todos los ciudadanos en lugar de financiarse con las cuotas de sus afiliados.

No estoy de acuerdo con la hipertrofia de las administraciones locales que con sus ayuntamientos, cabildos y delegaciones autonómicas, subjefes de gabinete y delegados de ecosistemas y demás chorradas, dan cobijo al enchufismo, a cesiones millonarias y a la creación de sociedades públicas que son un coladero para artimañas con las que mantienen influencias y eluden responsabilidades. No puedo estar más en desacuerdo con los ascensos sin mérito y los concursos públicos a medida. No estoy de acuerdo con que nuestros impuestos financien radiotelevisiones autonómicas que deberían ser privadas, en las que cada vez es más difícil saber qué dinero reciben y cómo lo manejan, y que se han convertido en aparatos de violación de masas, como decía el filósofo francés Revel.

No estoy de acuerdo con que sigamos permitiendo por más tiempo que cigarras y sanguijuelas no paguen impuestos. El fontanero o electricista que no hacen factura para cobrarte "menos", la cafetería que te hace la cuenta en un trozo de papel cuadriculado, el psicólogo o la nutricionista que te dan un recibo sin valor, el taxista que tiene "estropeada" la impresora del taxímetro, o la meapilas que te dice el futuro leyendo los callos de tu mano, todos son cómplices de la ruina de España. No se trata de que, fastidiado yo, que se fastidien otros. Se trata de acabar de una vez con que este país siga siendo la sociedad del siglo XVI del Lazarillo de Tormes.

Sólo me queda estar de acuerdo con el legendario Robin Hood cuando dijo: "Alzaos una y otra vez hasta que los corderos se vuelvan leones". Cada uno de nosotros tiene la obligación de cambiar este país para hacerlo mejor porque lo que le pase a cualquiera de nosotros afecta a los demás. Buen día y hasta luego.