Una de las básicas preocupaciones que deben tener quienes legislan sobre sistemas electorales debe ser la de que estos sean lo más justos posible. O lo que es lo mismo, deben lograr, para la pureza democrática, que las decisiones de la ciudadanía se respeten al máximo, y que se haga realidad el primario axioma de que todos los votos tienen el mismo valor. Y si fallan los consensos, hágase por decreto, pero hágase.

Es algo tan elemental que cae por su propio peso. Pero resulta que en Canarias hay contrapesos, hábiles combinaciones para que las cosas no sean racionales, aunque bien es cierto que nuestro sistema electoral viene funcionando así desde las primeras elecciones autonómicas, lastre que llega -me parece- del Pacto de las Cañadas, aquel en el cual se transigió en demasía para beneficiar a las llamadas islas menores, hoy cuasi propietarias de la Cámara, por más que pueda sorprender.

Así, un voto en la isla de El Hierro equivale a catorce en Tenerife y Gran Canaria. Por esa razón IUC, hace años, no obtuvo ninguna representación en el Parlamento canario con cuarenta mil votos, pero los herreños (AHI), con miles de papeletas menos, sí los lograron. Y es que el 17% de los votantes tiene, en sus manos, la mitad de la Cámara. Por eso se convierten en llaves imprescindibles para las mayorías absolutas, y por eso quedan fuera otras legítimas opciones mucho más votadas.

Y ya que se ha racionalizado en parte el sistema (son votantes los canarios residentes en Canarias, y no los sesenta mil dispersos por geografías americanas, rehenes del Gobierno de turno, como así pasó), la puridad democrática exige que cada voto sea exactamente igual, trátese de la Isla que se trate, para que se respeten las decisiones de sus propietarios pues, en las últimas elecciones, el voto de ciento sesenta mil canarios no sirvió para nada.

Mi aplauso a Los Verdes, asociación que denuncia en Estrasburgo el antidemocrático sistema existente para las elecciones de nuestros representantes autonómicos. Los apoyo: una persona, un voto, pero sin distingos. No obstante, todos hemos callado hasta hoy. Qué intereses ocultos, carajo, incluso de los psocialistas.