Esa fue la pregunta que, según la mujer, le hizo el hombre apuntándola con su Smith & Wesson cargada. Estuvimos en un tris de inaugurar en 2011 y en Gran Canaria los asesinatos de mujeres a cargo de maltratadores machos machistas. No puede un hombre encañonar un día a su mujer sin que haya ejercido desde tiempo su condición de maltratador macho machista. Lo que ocurre es que hay algunos maltratadores que actúan ruidosamente como elefantes en chatarreras y otros que ejercen sigilosamente sobre alfombras como zorros plateados. Afortunadamente, el maltratador macho machista no disparó su arma. Sin embargo, lo sucedido nos ofrece la oportunidad de seguir tomando conciencia sobre la realidad de la violencia de género. El asesinato de una mujer a manos de su pareja es la manifestación última y más cruenta de la mente patriarcal. Pero, previamente a ese injustísimo desenlace, la mente patriarcal se caracteriza fundamentalmente por dos rasgos habituales e inconfundibles: la actitud de desigualdad y la actitud de posesividad.

La mente patriarcal nace y crece por la profunda creencia en la desigualdad esencial entre hombres y mujeres. Se trata de una creencia tan radical y tan honda que en la mayoría de las personas se encuentra en estado inconsciente. Con la mente patriarcal, y apoyándose en la ley física del más fuerte, el hombre cree ser desigual, también en esencia, a la mujer, es decir, superior psíquica y espiritualmente. Esta diabólica creencia es la fuerza bruta que mueve los sentimientos, los pensamientos y las reacciones de un maltratador macho machista.

Por eso, dentro del nuevo sistema educativo que la humanidad necesita, el empeño por implantar la conciencia de igualdad esencial entre todos los seres humanos debe ser la primera piedra. Esta es una tarea muy ardua, porque ya sabemos que el sistema capitalista neoliberal que nos domina hunde sus raíces, tácita o explícitamente, en el satánico principio de la desigualdad entre los seres humanos.

La mente patriarcal también nace y crece a raíz de la creencia en el derecho de posesividad del hombre sobre la mujer. Esta actitud de posesividad, hija espontánea de la conciencia de desigualdad, es la otra pata del maltratador macho machista. Solo mía, al estilo de la película de Javier Balaguer. ¡O mía o de nadie! La mente patriarcal es la mente arrogante y dominadora del dominus con dominio sobre la vida y la muerte de sus siervos, entre los que está su mujer. Solo un sistema educativo radicalmente nuevo nos hará cambiar a la conciencia de igualdad esencial y a la conciencia de libertad individual, entonces podrá ocurrir la muerte de la mente patriarcal. Parece no haber bastado el revolucionario lema francés de liberté, égalité, fraternité para lograr la rendición incondicional de la mente patriarcal.

Las conciencias de desigualdad y de posesividad, tan abundantes y tan enraizadas en nuestra sociedad, no son conciencias, sino subproductos pseudorracionales y destructivos de la mente patriarcal. Estas son reflexiones que hay que sumar a las que hizo el Sr. Tristán Pimienta sobre el posible matrimonio de conveniencia entre tal hombre y tal mujer, vieja forma de garantizar fortunas de dudosa procedencia.

¿Qué hace una mujer como usted con un hombre como éste?, fue la pregunta que se hizo todo cristiano de tino en aquella boda.