Internet no es un medio de comunicación, sino un entorno donde se replican las distintas formas de comunicación social. Hay charlas y mensajes, bulos y calumnias, libros y revistas, música y vídeo, noticias y ficción. Y también prensa, una de cuyas principales cabeceras, The Huffington Post, acaba de ser vendida por 230 millones de euros (no se lo digo en pesetas por no marear). Esta no es una compra cualquiera en el agitado mundo de los negocios "puntocom"; tal vez sea una adquisición que marca tendencia y pone algunas cosas en su sitio.

En Internet hay mucha información: basta con "hacer un Google" sobre cualquier tema para certificarlo, y también para comprobar cuánta de ella es pura basura. Inexacta, vieja, absurda, tendenciosa, directamente falsa, definitivamente inútil. Es decir, como la que se obtiene en el mundo físico por el sistema de acercar la oreja a los corrillos de la plaza y atender a los relatos cerveceros de los bares. Pero para andar por la vida con alguna certeza siempre hemos debido identificar las fuentes fiables de información y desechar las otras, y la fiabilidad ha estado en la base del prestigio de la prensa y de su larga influencia. A ella deben remitirse los periódicos en caso de duda sobre los rumbos a trazar. Lo mismo está ya sucediendo en el mundo virtual o digital, donde tras el preceptivo sarampión infantil, los ciudadanos se esfuerzan cada vez más en aventar la paja para quedarse con el grano; como decía Machado (don Antonio), a separar se paran las voces de los ecos. Ello ya ha dado al traste con mucho fantasma y va a hacerlo con mucho más, mientras los medios serios ganan la partida.

Así lo ha percibido el gigante American Online (AOL), que acaba de comprar The Huffington Post, periódico digital (¿cabe hablar de "periódico" en un entorno de actualización continua?) nacido hace solo cinco años de la mano de la bloguera Arianna Huffington, y que en este tiempo ha llegado a los cuatro millones de lectores diarios, por el sistema de ofrecer un contenido periodístico de calidad. AOL, nacido y crecido con un modelo de negocio basado en vender acceso a Internet, y que intentó reinventarse ofreciendo contenidos de pago tras comprar Time Warner, apuesta ahora por lo emergente, que resulta ser algo tan nuevo como el viejo buen periodismo, el que cuenta historias que son a la vez ciertas, interesantes e importantes, y lo hace de manera que nos ayuda a comprender algo mejor el mundo en que vivimos.

Al final va a mandar el trabajo bien hecho, así en la ciudad de los átomos como en la aldea global de los bits. Gracias sean dadas por ello.